Capitulo 8

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Nunca se había imaginado a sí misma en este tipo de traje. Debería estar en el Templo de la Luz en este momento, con el pelo cortado como sacrificio a la diosa y usando una modesta túnica larga y blanca que la cubría desde el cuello hasta los tobillos. En cambio, estaba vestida como el peor tipo de puta, a punto de vender su virginidad a un hombre misterioso que nunca había conocido. Y sin embargo, una parte de ella, la parte que nunca había tenido muchas ganas de ir al templo, desde el principio, estaba sólo un poco excitada.
¿Cuál sería la apariencia de su nuevo amo? ¿Iría a ser alto, de pelo oscuro y ojos penetrantes como el hombre que había visto en los videos porno? ¿Iba a demandarle que se humillara y arrodillara delante de él para tomar su pene en su boca? Y después ¿Cómo iba a tomarla? ¿Desde atrás como un animal? O ¿Demandaría que lo montara y cabalgara con su pene llenando su vagina? Sólo pensar en esas cosas le hacía sentir la vagina caliente e hinchada con necesidad.
Pero antes de que pudiera dejarse llevar, un golpe seco sonó en la puerta haciéndole saber que era hora de irse. Era hora de conocer a su nuevo amo.
_______ dejó la seguridad de su dormitorio vacilante, insegura de lo que la sirviente que esperaba, digiera. Sin embargo, la mujer la miró de arriba abajo y asintió en señal de obvia aprobación.
- Muy bien, mi señora. Ya es hora de irse - Llevó a _______ por el impecable palacio que consistía en muchas salas grandes llenas de ricos muebles y hermosas obras de arte. Tapices gruesos que debían haber tardado años en tejerse por muchas manos, adornaban las paredes y los pisos de mármol. Pinturas eróticas de hombres y mujeres entrelazados con miradas de éxtasis en sus rostros colgaban por todas partes. Era evidente que el que vivía aquí disfrutaba las cosas buenas de la vida, y adoraba los placeres de la carne.
Placeres que ________ nunca había experimentado. 
Pero estoy a punto de hacerlo, se recordó, tratando de sosegar sus rodillas que temblaban mientras caminaban.
Sólo espero complacer a este amo, quien quiera que sea.
Por fin, la sirvienta abrió una enorme puerta de madera atada con hierro y le indicó un conjunto de escalones de piedra que conducía a la oscuridad.
- Aquí tengo que dejarle, mi señora - Dijo, asintiendo hacia _______ - Porque no me atrevo a ir más lejos.-
- ¿Pero por qué? - ________ parecía tener miedo, sin saber qué debía hacer - ¿El amo se enojara si usted me acompaña? - Le preguntó, vacilante dando el primer paso y volviéndose a mirar hacia atrás.
- Está prohibido - Dijo la mujer, sin contestar a su pregunta - Tiene que ir sola. Continúe hacia abajo hasta llegar a la parte inferior y ahí en el calabozo encontrará su destino.-
- ¿El calabozo? - ________ podía sentir el miedo que brotaba en ella, pero trató de controlarlo respirando profundamente.
- Adiós y buena suerte, querida - La mujer le dio una mirada que era a la vez compasiva y severa después, cerró la puerta por la cara de _______, dejándola en la penumbra.
________ se quedó allí por un momento, tratando de detener el grito que quería salir de su garganta. Su primer impulso fue golpear en la puerta y demandar que la dejaran escapar pero era evidente que no iba a ayudar nada. No, no había nada que pudiera hacer más que ir por el largo tramo de escaleras y ver lo que le esperaba en la parte inferior. 
Y así descendió y se encontró en el calabozo grande, con corrientes de aire. Fue sólo después que vio la cama inmensa y el montón de huesos humanos cuando una voz le llegó.
Una voz que decía: - Así que tú eres la víctima más reciente…. Bienvenida a la guarida de la bestia, mi lady.-
Sorprendida, _____ se volvió rápidamente para ver quién estaba hablando.
Apenas había tenido tiempo para explorar la extraña y siniestra mazmorra y ahora se encontraba con que no estaba sola. Perdida en las sombras estaba la figura oscura de un hombre. Pero no cualquier hombre, era la criatura más grande que ________ había visto nunca. 
Elevándose sobre ella, vistiendo sólo un par de pantalones negros andrajosos, era un sólido muro de los músculos. Uno de sus muslos era tan grueso como su delgada cintura y sus hombros eran realmente dos veces más amplios que los suyos. De hecho, _______ habría tenido bastante miedo de él si no estuviera encadenado a la pared del calabozo.
- Soy ________ - Dio un pequeño paso hacia él, nerviosa al ver las cadenas que lo ataban ante sus ojos. 
Eran tan gruesas como su muñeca, pero el hombre era tan grande que parecían simples cuerdas unidas a sus enormes miembros. Tenía el pelo marrón y espeso apartado de la frente alta y los ojos azules brillaban con la luz de las antorchas. Alrededor, de sus abultados bíceps tenían gruesas líneas negras que ______ en un primer momento pensó que eran un segundo grupo de esposas. Pero cuando estuvo más cerca pudo ver que eran las marcas de algún tipo, al parecer, dibujados en su piel con tinta indeleble. Cuando movió su cabeza para mirarla, vio que tenía el mismo signo negro dibujado en las bandas a través de sus sienes. Se curvaban hacia adelante como orejas, que terminan en puntas en la frente.
- Veo que estás vestida para la ocasión - Su voz profunda retumbó desde su enorme pecho y ________ sintió sus mejillas calientes con un rubor mate. 
Cruzó los brazos sobre sus pechos tímidamente, esperando que no pudiera verla muy cerca para que no viera que iba casi desnuda en la penumbra. Pero teniendo en cuenta la actitud inflexible de la sirvienta que la había conducido hasta aquí, había estado obligada a ponérselo o ir desnuda al calabozo, una idea impensable sin importar cuál fuera su último propósito.
- Ellos... Los criados parecían pensar que era necesario - Murmuró. 
Estaba empezando a hacerse una idea muy mala de su situación. La sensación de que debería haberse quedado en su planeta natal Beta Seis. Sin importar qué tan sombrío fuera su futuro con el Gordo Sam, no hubiera estado en una mazmorra con un montón de huesos. Pero estaba aquí y no había vuelta atrás.
Aclarándose la garganta, dio otro paso hacia el musculoso hombre atado y lo miró a los ojos. 
- ¿Es... Usted un prisionero? ¿Un preso de la bestia de la que hablan? - Le preguntó, buscando en sus ojos alguna pista sobre su identidad ya que no hacía ningún esfuerzo para presentarse - Me dijeron que iba a encontrar a un hombre aquí - Continuó en voz alta, sin aliento - Un hombre al que tengo... Que servir - Las palabras atascaban en su garganta y tuvo que expulsarlas.
Era difícil admitir, incluso para sí misma lo que tenía que hacer aquí en el calabozo, mucho menos en voz alta a un extraño.
- Es una buena manera de decirlo - Se rió, con un profundo rumor teñido de amargura - Sí, mi señora, soy un prisionero aquí. Un prisionero de mis propios deseos oscuros... Un preso de una maldición puesta en mí hace cinco largos años.-
- ¿Deseos? - _______ sabía que debía de preguntar acerca de la maldición, pero que no era la palabra que le había llamado la atención.
- Ciertamente - Rió con dureza y una las cadenas que lo ataban a la pared se sacudió resonando contra la piedra húmeda.
_______ se había acostumbrado a la luz tenue y ahora, por alguna razón se encontró viendo los pantalones negros rasgados que llevaba el hombre encadenado. Reprimió un grito ahogado cuando vio aumentando el grueso bulto entre sus musculosos muslos, el estiramiento de la oscura tela que la cubría. 
¿Qué rayos? Diosa querida del cielo ¿Era ese su pene?
_______ nunca había visto uno de verdad a pesar de que había visto un montón en los prohibidos videos porno que había visto. Pero nada de lo que había visto podía compararse con el enorme eje entre las piernas del prisionero. Era más grueso que su muñeca y la parte superior sobresalía de la cintura de los deshilachados pantalones y llegaba casi hasta su ombligo. La cabeza púrpura, en forma de ciruela latía contra su plano abdomen y había una gota perlada de líquido pre-eyaculatorio rebordeando su orificio.
________ sintió que su boca se secaba mientras daba otro paso adelante, con los ojos congelados a la vista delante de ella. Al estar cerca del prisionero, podía oler su almizcle, un olor profundo como el cuero, especias exóticas y saladas. El olor de un hombre que la necesitaba. 
Parecía invadir todos sus sentidos a la vez y hacerla perder la razón. Tenía la extraña necesidad de alcanzarlo y tocarlo, considerar la longitud de su espesor en la palma de su mano y probar su textura, para saber finalmente como un pene real se sentiría... Pero era un perfecto desconocido, no podía hacer tal cosa.
- ¿Te gusta lo que ves? - Su voz profunda se burlaba - Tienes que perdonar mi estado de excitación pero al ver tus senos firmes y dulces y la rendija de tu sexo, de la manera en que aparecen, hace que sea difícil controlar mis reacciones.-
Con las mejillas encendidas, ___ obligó sus ojos a ir lejos de la vista erótica entre sus muslos y la espalda hasta su rostro moreno. 
- Di… Dime acerca de tu maldición - Balbuceó ella, sin saber qué más decir - ¿Por qué estás encadenado a la pared en este lugar oscuro y terrible?-
- Te diré lo que quieras saber, si sólo me das un poco de alivio - Asintió hacia abajo a su enorme eje que sobresalía de la parte superior de sus pantalones y se movía incómodo - Me han encadenado aquí, así que no puedo ayudarme a mí mismo y cómo puedes ver, tengo una horrible necesidad de ayuda.-
Sus palabras eran amargas y sarcásticas, como si no esperara su ayuda, pero para su sorpresa, ______ se encontró realmente teniendo en cuenta su petición.
Volvió a mirar su pene palpitantemente, enojado todavía, goteando líquido pre seminal contra de su vientre y se le ocurrió de pronto que sufría de dolor, casi en agonía. La compasión la inundó, así como la compulsión extraña de tocarlo de nuevo. 
Era tan grande y fuerte y, sin embargo una persona cruel lo había dejado encadenado aquí, quizás como una ofrenda a la bestia de la que le habían hablado. Se había nombrado un prisionero de sus pasiones y sin embargo no podía hacer nada para saciarse. 
Y se veía un poco como el hombre de sus sueños, aunque nunca había imaginado al hombre de sus sueños tan grande e imponente.
- Yo... Voy a tratar de ayudarte - Dijo vacilante, dando un paso más cerca de él - A pesar de que no puedo ser muy buena en eso. Nunca he... - Sacudió la cabeza, incapaz de terminar. 
Era evidente que el hombre de cabello marrón necesitaba acciones, no palabras. Sintiendo un cosquilleo de extraña excitación, se inclinó y le desabrochó el pantalón negro ajustado, liberando la longitud de su rígido eje.
Por un momento se quedó mirando, sin saber por dónde empezar.

Domando a la bestia (Louis & tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora