Capítulo 1

634 58 8
                                    

Los Deseos No Son Gratis

― ¿Estas Triste?

― ¿Quién eres tú? Y... ¿Dónde estoy? ―Una voz melodiosa y tranquila se escuchó a su alrededor.

― Estas aquí porque has pedido un deseo, uno bastante fuerte. Y yo estoy aquí para cumplirlo. Por supuesto no es gratis, no puedo darme el lujo de ir por la vida dando cosas al azar y sin conseguir algo a cambio.

― Un deseo... yo quiero algo pero... no recuerdo...

― Pues inténtalo, no esperé por siempre, al igual que él.

Nuevamente las calles de Ikebukuro se veían envueltas en grandes destrozos, gracias a un rubio vestido de bartender que rugía y perseguía como una bestia hacia su odiada presa, la pulga

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Nuevamente las calles de Ikebukuro se veían envueltas en grandes destrozos, gracias a un rubio vestido de bartender que rugía y perseguía como una bestia hacia su odiada presa, la pulga. Mientras el azabache bastante ágil se mofaba y esquivaba fácilmente los objetos que le eran lanzados.

En la cuidad no era de extrañarse ver postes arrancados y cajas expendedoras destrozadas por doquier, después de todo aunque el mundo creyera que la cuidad que nunca duerme se encontraba en América, los Ikeburukenses sabían que allí nada se detenía y si no eran aquellos enemigos jugando al gato y al ratón, eran las bandas de colores los que causaban los altercados, sin mencionar que todos los días se veía una rápida motocicleta rechinando por la zona. Todo lo extraño para los demás se considera común en Ikebukuro, pero tal vez algo cambie pronto, algo que por fin logre sorprender al lugar que nunca descansa.

Horas antes.

Las pequeñas gotas de lluvia, apenas perceptibles en otoño se convirtieron en grandes chubascos arremetiendo en medio de la cuidad. Era la pelea más larga que habían tenido los hombres más fuertes de Ikebukuro. Y era impresionante como nada lograba despistar el completo ímpetu con el que luchaban, ambos absortos en cada uno de sus movimientos e intentando herir al contrario. La zona poblada y comercios habían quedado atrás y se encontraban solos a unos metros de distancia de las fábricas y almacenes abandonados.

― Shizu-chan no crees que debamos terminar aquí. Estamos a las afueras de la cuidad y con este temporal tan abrumador ¿no querrás que me enferme, verdad? ―dijo el pelinegro con una mueca en el rostro, se encontraba agotado además de empapado hasta las narices, pero hacia todo lo posible para hacerlo pasar desapercibido.

― Cállate, estúpida pulga. ¿A quién le importaría tu bienestar? Simplemente deja de aparecer frente a mí, todo el lugar apesta cada vez que vienes, solo causas problemas, desaparece o mejor, muere ― El rubio no espero ni un segundo más y dirigió su camino de vuelta, no valía la pena continuar con la pelea. Fuera de Ikubukuro el informante ya no era su problema y el atardecer estaba por ponerse.

Después de una larga y desenfrenada lucha contra su peor enemigo, lo único que lograba calmar su ansiedad y rabia, era el cigarrillo. Estaba seguro que consumía aquella nicotina en grandes cantidades diariamente, pero era completamente necesario si quería mantenerse tranquilo, además de que aliviaba la frustración que le causaba el trabajo, las pandillas que constantemente intentaban enfrentarle y atacarle y por supuesto no había que dejar de lado a su mayor némesis.

― Ha, bestia estúpida como si una Dios como yo pudiera morir ― replico el azabache observando a la bestia desaparecer. ― Adiós Shizu-chan.

Los planes de Izaya se habían efectuado, por una parte, era cierto que en algunas ocasiones terminaba por aparecer por simple y mero propósito de molestar al rubio, pero en muchas ocasiones solo servían de distracción. Su único objetivo era conseguir información, era su trabajo, y lo consideraba divertido. Le ayudaba a observar las reacciones de los humanos que tanto amaba.

Ambos tomaron caminos contrarios, el ex-bartender fue en busca de su jefe y el azabache había aprovechado la situación para acudir directo a uno de sus nuevos trabajos como informante, investigar unos almacenes "vacíos". Al parecer la mafia tenía problemas con unos tipos que habían comenzado a traficar en su territorio y necesitaban la información exacta para eliminarlos.

Lo único que se escuchaba era el intenso golpeteo de la borrasca aumentar e imposibilitar la visión del rubio, con cada paso su organismo le pedía a gritos una calada de aquel vicio sosiego, cosa que era imposible.

Y un estallido y estruendo arrollador.

Los pasos del ex –bartender apresuraron su vuelta. Las fábricas deshabitadas quedaron reducidas a charata, el olor a pólvora y el fuego era intenso.

― Adiós Shizu-chan ― Recordaba las últimas palabras que pronunció el azabache antes de la explosión

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

― Adiós Shizu-chan ― Recordaba las últimas palabras que pronunció el azabache antes de la explosión.

―Y bien, ¿ahora lo recuerdas?

― ¿Dime quién eres? Y si puedes salvarlo, porque...

― No necesitas saber eso, solo que estoy aquí porque tú me llamaste. Te lo explicaré. Los humanos piensan que lo que concedo son deseos, pero en realidad son intercambios ― No me mires así, es la ley de la vida para obtener algo debes dar algo a cambio. Una vida para salvar otra vida.

― Dices entonces que debo morir, eso es ridículo. Espera este lugar, quieres decir que he muert... ―Al parecer la borroso presencia conocía exactamente lo que estaba pensando.

― No exactamente, vivirán ambos si es lo que quieres.

El rubio no sabía cómo explicar el lugar en el cual se encontraba, y tampoco conocía la forma en que había llegado, se asemejaba a las mañanas de pleno invierno, con la gran niebla impidiendo observar el trayecto, sin el frío, por supuesto. Un lugar agradable y al mismo tiempo misterioso y abrumador.

Debía salvarlo, tenía que salvar su vida. Su cabeza estaba llena de incógnitas, preguntándose porque debía hacerlo, pero sus recuerdos y su yo interior suplicaban.

― ¿Entonces qué es lo que deseas dar a cambio de su vida? ―pregunto con curiosidad.

Eran casi nulas las veces que había formulado esa pregunta a un ser humano.

― Cualquier cosa, realmente no importa que es lo tomes de mí. Solo... solo haz que vuelva.

―Salva a Izaya.


Continuará...



Los Deseos No Son Gratis. (Shizaya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora