Capítulo 2.

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Los Deseos Tienen Un Costo.

Los deseos tienen un precio y algunas veces este es demasiado alto.

Dos meses, dos. Sin ver a esa pulga molesta, y sin embargo esa no era la razón de su malhumor. El rubio caminaba por las calles de Ikebukuro pensativo y distraído mientras a cada paso su furia aumentaba cada vez más, no lo soportaba. Sin ninguna duda su subconsciente le decía que todo lo sucedido aquella noche era cumpla de Izaya, o eso era lo que deseaba creer.

Al ex-bartender le tomo un par de días recordar todo lo sucedido y un par de semanas asimilar su nueva situación.

Había despertado en casa de su amigo Shinra con un gran dolor de cabeza y alusiones confusas. Aunque en ese momento no le importaba nada más que darse una buena ducha y descansar en su casa.

Físicamente el rubio estaba completamente curado, emocional y mentalmente se encontraba cansado, es sus pensamientos rondaban delirios y alucinaciones que le impedían descansar. En las noches tenebrosas sombras y angustia; en el día se veía contrariado, confuso y furioso.

Le era imposible olvidar esas palabras, injurias y precisamente esa mentira antes de desmayarse junto al informante semanas atrás.

― Al final has conseguido tu objetivo: Izaya está muerto.

El rubio escucho aquellas palabras de un lugar alejado y no las comprendías, se negaba a hacerlo. Todo el tiempo pasado, los años que había perseguido a la pulga y apenas había logrado hacerle unos rasguños y magulladuras. Pero entonces lo vio. En sus brazos, bañado en sangre y sin respirar.

Izaya, muerto.

Su mente y racionalidad desparecieron, dejo de pensar, rugió con pesar y por primera vez en largos años, las lágrimas brotaron de su rostro y cayeron sobre la pálida mejilla del azabache. No entendía porque le dolía ver a su peor enemigo en ese estado tan lamentable, tal vez era porque podía sentir el peso de toda la culpa caer sobre sus hombros. Aunque la mejor y más sana opción era pensar que su tormento se debía a que no fue el quien termino con la vida de Izaya, la llevó a su fin, pero en ese instante el reconoció que no quería perderlo.

― Abre los ojos, idiota ― sollozo en medio de gritos ahogados, mientras lo abrazaba con fuerza para que nadie le arrebatara aquel pequeño y delgado cuerpo.― Muestra esa estúpida sonrisa tuya y búrlate de mí. Habla y dime que no creerías que una bestia como yo, era capaz de llorar por su peor enemigo. Incluso te permito cortar mi uniforme con tu navaja. Vamos despierta Izayaaaa...

Desorientado, asustado y con gotas de sudor en todo el rostro, así había despertado, su mente le estaba jugando una mala pasada. El rubio sufrir por la muerte de la mugrosa pulga. ― Sonrió, más que eso también era la primera vez que se desternillaba en medio de la noche.

Lamentablemente no fue la primera, ni la última vez, le perseguía o eso pensaba el, igual que Izaya esa pesadilla no lo dejaba tranquilo, porque cada vez que lograba conciliar el sueño aparecía frente a él, como un recuerdo, mas no como un mal sueño.

Se presentó después de varios días furioso en casa de su mejor amigo, las pesadillas no paraban, le causaban dolores de cabeza y agotamiento.

Tom, su jefe le permitió algún tiempo de descanso al ver su estado, con esa apariencia y furia incluso podría asesinarlo a él y acabar con todos los clientes, si, por unos pocos día solo necesitaba a Varona.

― Shizuo que alegría que decidas pasar por mi humilde hogar con mi amada Celty ― dijo un muy animado y sonriente el castaño ― Vienes para que te revisé, acaso tienes algún malestar, pasa, pasa.

― Eres muy molesto Shinra. No quiero que me analices, no confió en ti, incluso pudiste hacerme algo mientras estaba inconsciente ― dijo el rubio frunciendo el ceño ―La pulga, dime donde esta Izaya.

― Vamos Shizuo somos amigos, podrías confía un poco más en mí. Y Izaya está en esa habitación ―menciono antes de abrir la puerta, ―pensé que te habías ido molesto hace una semana porque no soportabas su olor, ya sabes tienes ese olfato tan potente que podrías rastrearlo incluso si muriera. Aún se encuentra grave, pero vivirá.

Olor, Shizuo no había sentido ninguno, ni cuando despertó, peor aún ahora. Su olfato había olvidado al azabache por completo, ojala ocurriera lo mismo con su cabeza.― Puedes dejarnos solos Shinra.

El castaño acomodo sus lentes y miro a su amigo algo desconfiado, eran amigos sí, pero también le preocupaba Izaya ―No has venido para terminar con su vida, ¿verdad?

― Solo quiero verlo. Sabes que no soy un asesino ― el rubio mantuvo el semblante tranquilo, observando al médico.

― Treinta minutos, no más, ―esas fueron las únicas palabras del castaño mientras dejaba solos a los enemigos a muerte.

Izaya había sobrevivido, recordó sus últimas palabras, y también como lo busco por aquel almacén completamente destruido y las pesadillas, los sueños que tenía cada noche.

No había falsedad, sabía por completo que todo lo sucedido era verdad. La causa no venía de su memoria. Bastaba con sentirse a mí mismo, era obvio que todo era real.

El azabache se encontraba conectado en no menos de diez maquinas, tenía las costillas rotas, el labio partido y varios de sus órganos reconstruidos por el medico ilegal. Estaba vivo de milagro o tal vez, no.

― La mala hierba nunca muere, verdad ―susurro el rubio acercándose al rostro del azabache ―te odiaré por hacerme esto, porque aunque despiertes yo no podría lastimarte.

―Y no es que no desee hacerlo, es que no puedo, porque todo esto, todo, es solo culpa tuya. ―susurro más para sí mismo.

Continuará...


Los Deseos No Son Gratis. (Shizaya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora