Capítulo 4.

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Los Deseos Causan Confusión.

― ¿Qué le sucede a Shizu-chan? ― sentenció el pelinegro curioso y molesto por las repentinas esquivas de su némesis.

― No tengo idea de lo dices, se supone que es el informante quién debería saberlo todo, no ― mencionó el castaño sin tomar demasiado atención a las quejas de su amigo.

― No me hagas enfadar Shinra, ese protozoo inútil no me habla desde el accidente y me evita constantemente, es muy molesto. No tengo con quién jugar ― el castaño observaba al peligroso informante caminando de un lado a otro.

― Estas preocupado por el ―el cuerpo de Izaya se tensó al escuchar esas palabras ―Además la última vez que lo vi, fue cuándo vino a visitarte. Estabas inconsciente.

― Dejaste que esa bestia me viera en esa lamentable condición, pudo haberme matado y tu seguro estabas muy tranquilo ― replicó el azabache hacia su considerado amigo.

― El me aseguró que no te mataría, además lo que te hizo fue otra cosa ―le guiño con complicidad y el semblante divertido.―Fue el quién te trajo conmi...go.

La sonrisa del castaño se esfumó, Shizuo le había pedido o mejor dicho amenazado que no le contará nada al pelinegro ―Izaya tengo mucho trabajó puedes retirarte.

―Espera, fue Celty quién me encontró, no es así ―miró el rostro del castaño desafiante.

―Oh, mi amada y dulce Celty. Seguro está por llegar ―dijo mientras arrastraba hacia la salida al informante.

―Maldito Shinra, bueno tendré que averiguarlo yo mismo ―dijo dando vuelta en dirección a la casa del cobrador con una enorme sonrisa en su mirada.

La forma más fácil y rápida de llegar el haciendo parkour, subía y saltaba por las azoteas de los edificios con agilidad.

Las cosas no iban mejor con el rubio, había tenido que aprender a contenerse y mantenerse tranquilo, como su nombre lo mencionaba, días sin dormir y el trabajo con su jefe Tom- san era más difícil de cumplir sin su fuerza, aunque gracias a su nuevo comportamiento las personas optaron por alejarse aún más, extrañadas, porque si algo definía al guardaespaldas era su facilidad para enfadarse y destrozar lo que encontrará a su paso.

Pero lo que más asombraba a los ciudadanos de Ikebukuro, dollars, y pañuelos de colores, eran las inexistentes peleas entre ambos enemigos hace ya demasiado tiempo, casi comenzaban a extrañar ver postes arrancados y navajas volando a diestra y siniestra.

Desde fuera se podía escuchar el alboroto en el apartamento del rubio ―Vete ahora, fuera ―Este último no recordaba haber gritado tanto, y a nadie más aparte de la pulga odiosa que últimamente lo perseguía y acosaba.

―Haha va que hombre tan poco paciente, si sigo aquí es porque quiero observar de cerca mis negocios, ya sabes ese deseo fue bastante complicado ―Sonrió la mujer de larga cabellera blanca al frente de Shizuo.

―Se suponía que solo me molestarías en mis sueños, además no haz cumplido ya tu cometido. Me quitaste mi fuerza, lo único que me mantenía vivo y me dejaste vulnerable ante esa peste, que por cierto ahora se encuentra más vivo que nunca y haciendo de las suyas. Desaparece y no me quites la poca paz que me queda ―bramó furioso el ex-barman y muy pronto ex-guardaespaldas.

―La peste que tu decidiste salvar ―susurró la albina antes de desvanecerse.

―No hace falta que me recuerdes a ese maldito de IZAYA ―vociferó nuevamente.

El informante que se encontraba oculto y esperando el momento para tomar por sorpresa a la bestia, aunque eso pareciera imposible con el gran olfato que tenía el más alto, solo pudo chasquear la lengua cuándo escuchó su nombre traspasar las paredes del pequeño hogar de su enemigo.

―¿Quién pensaría que me descubrirías tan pronto, yo que pensaba esperar a que Shizu-chan se durmiera ―exclamó con fingido malestar el azabache entrando a la guarida de la bestia por la ventana, sorprendido incluso de que hubiera alguna ―Sería más sencillo matar a Shizu-chan mientras esta indefenso, pero no puedo acercarme ni 2 metros, ¿verdad?

Extrañamente el rubio observaba pacífico al repentino intruso que obviamente no espera, Izaya nunca había entrado en su casa, de eso estaba seguro puesto que lo sabría, con solo oler los alrededores y más cuándo era un lugar pequeño. No soportaba tener que librarse de una molestia y ver a otra mostrarse ―Sal de aquí ―mencionó sin prestarle atención alguna.

Los pensamientos y mirada del moreno no cabían en asombró ― Necesito hablar contigo bestia, no me ignores dijo lanzando una de sus tantas navajas en dirección al costado del rubio que se encontraba de espaldas.

―Me importa muy poco lo que necesites, vete ahora si no quieres morir pulga apestosa ―fueron sus palabras sin alterarse demasiado.

―Ha, crees que quiero perder mi valioso tiempo con un protozoo ―hablemos ahora, ― dijo frente a su enemigo y con su navaja en el cuello de este.

El guardaespaldas no supo de dónde sacó su fuerza, tal vez fue el reflejo de siempre, pero en segundos tenía acorralado a Izaya contra la pared y una de sus manos apretando su cuello ―Parece que el Shizu-chan de siempre ha vuelto ―dijo sonriente el indefenso informante pensando que tal vez intentaba controlar su fuerza por qué no llegaba a lastimarlo demasiado.

―Cierra la boca maldito, no quiero verte cerca de mí, es más te quiero fuera de Ikebukuro.

―Entonces vas a aprovechar esta oportunidad para deshacerte de mí, que cruel después de salvarme y llevarme con Shinra, querías ser tu quién terminara con mi vida, patético ―escupió con arrogancia el pelinegro que ya había logrado localizar otra de sus navajas.

Vamos no me mires así y responde bestia ―pensó ―niégalo y ruge como siempre, es una mala broma de ese gafotas verdad, solo mencionó eso para echarme de su casa.

Las palabras se habían quedado atoradas en la garganta del rubio, pero tenía muy en claro que mataría a ese médico en el mismo segundo de verlo. El salvar a la pulga era un secreto que le había pedido guardar, es más pensaba llevárselo a la tumba. Y al parecer se llevaría a la tumba a una persona y no un secreto.

Sin dejar de mirar a su odiado enemigo a aquellos ojos color rojizo, se sorprendió y descolocó de que fueran tan hermosos y de lo bien que combinaban con la piel nieve del más bajo. Recordó su conversación con Celty unos días atrás e intentaba con todo lo que tenía no dale la razón, también le enfurecía las memorias en su cabeza de una pulga débil e indudablemente muerta. Mientras el moreno confiando en sus habilidades se encontraba muy ocupado buscando obtener su navaja de uno de sus bolsillos traseros sin percatarse de la cercanía de su enemigo hacia su rostro y mucho menos de los suaves labios que ahora presionaban los suyos.

Definitivamente me he vuelto loco —pensó observado la petrificada mirada del informante, antes de cerrar los ojos y profundizar más el beso.


Continuará...



Los Deseos No Son Gratis. (Shizaya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora