Capítulo 5: Encuentros nocturnos

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El cielo parecía igual. Se veían más estrellas que desde mi casa. Pero seguía siendo igual. La que no seguía siendo igual era yo. Y nunca volvería a ser igual. Habían pasado un par de horas desde la conversación con Jem y Viana sobre mi licantropía, por decir de alguna manera el hecho de que mi cuerpo fuera capaz de cambiar hasta tal punto de convertirme en lobo. Y aquí estaba ahora, dándole vueltas a la conversación una y otra vez, preguntándome por qué a mi, apoyada en la ventana. Todo era tan ridículo... Los hombres lobo existen. Yo soy una mujer loba. Me voy a transformar todas las lunas llenas. No podré evitarlo. Me habían dicho que podría llegar a controlarlo, y transformarme cuando quisiera, como si fuera a querer, y no transformarme antes de la luna llena como, inevitablemente al parecer, me pasaba ahora. Pero tenía que ser positiva. Podría volver a casa cuando aprendiera a controlarlo. Si es que quería volver a casa siendo un monstruo. ¿Y que les iba a decir a mis padres? Mamá, papá, tirar las balas de plata, solo por si acaso. Debería dormir. Para despertar y volver a la realidad. Pero el caso es que no puedo. La puerta de la habitación se abre haciéndome pegar un brinco y ahogo un grito.

- Sshhh- reconozco a Ethan entre las sombras, pero no tengo ni idea de que está haciendo aquí.- Pensé que estarías ya dormida.

- Vaya eso me tranquiliza-le respondo sarcásticamente- El que te fueras a colar en mi habitación mientras dormía es encantador.

- No pretendía colarme mientras dormías- le lancé una mirada inquisidora- Bueno no por motivos raros. ¿Recuerdas cuando esta mañana te dijo Jem que no había rejas en las ventanas? Pues resulta que es la única habitación que no las tiene, así que es el único sitio por el que se puede salir sin que se dé cuenta. Era mi habitación, pero cuando Jem se enteró me obligo a mudarme a la de al lado.

 -Y por qué se supone que quieres salir sin que se den cuenta-le pregunté mientras se sentaba a mi lado en la ventana.

-Bueno, Jem es mi hermano mayor, y como todos los hermanos mayores tiene complejo de padre. ¿Salir de noche con diecisiete años? Dios mio no, jamás me dejaría cometer tal pecado. Un poco hipocríta por su parte, con mi edad pasaba el tiempo justo en casa, y si podía menos. 

-Así que os lleváis bien- dije sarcásticamente. Según hablaba con el me parecía menos capullo de lo que me pareció en la primera impresión. Claro, que antes pensaba que era un secuestrador, lo cual no ayudaba mucho.

-Somos hermanos- afirmó poniendo una mueca- no nos queda otra. Bueno, que tal llevas lo de ser un licántropo.

Solté un suspiro. ¿Qué clase de pregunta era esa? Todavía no me podía hacer a la idea de que mi vida hubiera cambiado tanto en menos de 24 horas.

-Vamos, vamos, no todo es malo. Ya verás como al final te acaba gustando y todo

-¿Cuando te mordieron a ti?- realmente tenía curiosidad, le debían haber mordido cuando era muy pequeño para que lo viera como algo tan normal.

-Nunca me han mordido. Bueno sí, pero no un lobo- añadió guiñandome un ojo. Puse mis ojos en blanco e ignoré esa última parte.

-¿Y por qué te transformas entonces? Si no te han mordido por qué eres un lobo también.- ¿Acaso había otras formas de convertir a alguien?

-Bueno, ya sabes, papá lobo y mamá loba se querían mucho...

-Habla en serio-interrumpí fulminándole con la mirada.

-¡Es en serio! Mis padres eran los dos licántropos, y Jem y yo somos licántropos. 

-Vaya, no pensé que bueno... Sí tiene sentido, pero no sé no me lo habría imaginado, aunque claro siendo hermanos. ¿Y donde están tus padres?

Lunas de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora