El hogar andante

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Pasaron dos días, en los que Coral no salió apenas de su cuarto. Tras pasar por todas las fases del enfado y su correspondiente depresión, decide salir de casa a dar un paseo. Aún no quiere ni ver a sus padres pero necesita aire fresco.

Sale de casa y cierra la puerta tras ella.
Cetalia también se ha estabilizado durante estos dos días.
Al inicio del viaje el animal es torpe,  tiene los músculos entumecidos después de su largo letargo y resulta imposible salir a las callejuelas a pasear.
Los cetalianos tienen preparadas sus casas para esta ocasión, sus ventanas son minúsculas y de cristales resistentes. Sus edificaciones, pequeñas y bajas, se adhieren al cascarón de la Tortuga,  rodeandolo, y forman estrechas calles entre​ ellas,  por donde se dificulta la entrada de agua a la zona habitada.

Coral camina ágil hacia el final del jardín que rodea su hogar y se adentra en la primera de las callejuelas. 
-¡Buenos días, señorita! -saluda el panadero, el señor Zoich, mientras coloca algunos dulces en su vitrina de cristal.

Solo cuando la tortuga Cetalia despierta por completo y vuelve a nadar con ritmo constante los habitantes pueden salir de sus casas y volver a sus vidas.
No suelen salir del cascarón durante los 6 meses que dura el viaje. Su cultura recoge miles de historias sobre bestias temibles y monstruos bajo el mar que pueden atacar a sus embarcaciones o a la propia Cetalia, por ello no arriesgan sus vidas y los pescadores hacen su trabajo desde el cascarón, pescan los peces que no se traga la tortuga.
Encima del animal siempre estarán a salvo,  ya que se mueve de manera inteligente y por beneficio propio.

Tras algunos giros de esquinas y recorrer varios callejones, Coral termina el paseo frente al filo del cascarón, delante del mar y las olas que forma Cetalia al avanzar. 
Escucha las voces de un pescador y algunos niños, además del graznar de las gaviotas que siguen al gran animal por encima de sus cabezas. 

La gente que vive en Cetalia tiene fama de tener un carácter tranquilo y agradable, son humildes y abiertos a los extraños. No disponen de grandes riquezas,  sobreviven con lo poco que ofrece el mar y aprendiendo las maneras de hacer de aquellos lugares que visitan cada migración.
Muchos se enorgullecen de su estilo de vida aventurero, aunque tambien hay quien se marcha buscando un hogar que no cambie de lugar.

Piel dura de marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora