Libre

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"Cetalia es mi hogar. Nací encima del Ser que reina los mares. El cielo y el agua salada me cubren, son manto de mis días y sin sudores..."

La vida sigue en la ciudad flotante. Las reservas de comida son abundantes y los mercados a rebosar.
Una veintena de jóvenes se encargan del campo artificial, dónde cultivan desde verduras hasta madera para quemar.
Hay días que la destiladora de agua necesita reparaciones pero están bien preparados para ello.
La escuela de la ciudad acoge a los pequeños, los cuales poco a poco se acostumbran a la vida en el mar.

Lo mismo le pasa a Coral, que decide disfrutar de la isla y no seguir lamentándose sin sentido. Sabe que algún día volverá a Terrodar.
Por el momento, se esfuerza en la escuela y escribe cartas a Arane.

Coral observa el grupo de gaviotas y silva hacia ellas. Tras unos segundos, se puede ver como uno de los pájaros se aleja del grupo y desciende el vuelo, rodeando el cascarón en espiral hacia el centro. 
El animal recorre con la mirada y agudiza el oído para encontrar a la chica y aterrizar cerca de sus pies.

Gracias a que su madre le presentó a un viejo señor llamado Lergos que adiestra gaviotas mensajeras, puede comunicarse con su mejor amiga. "Algo es algo, mamá!"

Durante meses, la mayoría de las tardes las pasó entre gaviotas escuchando las historias de un viejo pescador, esperando cartas con nuevas historias sobre cómo iban las cosas para Arane.
En pocos días, el señor Lergos había convencido para entrenar a su propia cría de gaviota y así ayudarle en esa tarea con las crías nacidas. Ella le ayuda encantada a cuidar de todas sus "compañeras". Así es como él las llama.

A su pequeño pichón lo llama Libre, por esas alas que tanto envidia.
El viejo adiestrador le explicó que debía pasar mucho tiempo junto a Libre para que se acostumbrara​ a su voz, así que los primeros días lleva consigo al pequeño allá a dónde va.

A las semanas, inventa un silvido corto y melódico al que Libre acude dando saltitos.
El momento más emocionante del entrenamiento llegó al soltar al pájaro fuera de su hogar, en medio de Cetalia. La primera prueba a superar.
Coral se ha esforzó en cuidar del pequeño y le sorprendieron sus progresos, pero siendo sinceros, no confiaba en que Libre volviese a casa.
Se obligó a abrir la trampilla de la jaula, arriesgándose a perderlo en el cielo, pero la pequeña gaviota planeó hasta sus pies y se quedó allí, mirándola.
El cuerpo de Coral se tensó por completo cuando, tras unos segundos, Libre tantea el lugar, observa a su ama y levanta las alas al vuelo.
"Oh!"

Estaba nerviosa, pero disfrutaba con la imagen del pájaro dando vueltas en el cielo, a su alrededor.
Ríe y se voltea para seguirlo con la mirada, corriendo calle arriba cada vez más relajada pues su amigo la sigue y juguetea, planea hacia abajo y rodea los bajos techos de Cetalia, para aletear y subir hasta las nubes en un tirabuzón hermoso.
Y desaparece en el cielo sin más.
La chica lo buscó unos segundos con la mirada, tapando con la mano los rayos del sol, sin ver a la gaviota. El corazón se empieza a acelerar en el momento de la verdad.
Se dirigió rápido a casa del señor Lergos, abrió la puerta y subió al techo en un salto ágil.
La primera vez su silvido suena flojo y desentonado, está realmente nerviosa. Silva más fuerte, se concentra en llamar a la gaviota.

Ahí está, Libre, con las alas extendidas, las plumas brillantes y los ojos sobre Coral.

Piel dura de marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora