021. Por primera vez.

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Había dos cosas que le molestaban de Ojos de esmeralda, un día lo descubrió y se alivió, le tranquilizó darse cuenta de que esa criatura no era perfecta. Al fin él sabía que había algo, una grieta de esperanza, que le confirmaba que ella era real. Que era humana, una persona de carne y hueso, con errores. Eso lo reconfortaba, de alguna forma él siempre había sentido que no era digno para ella, y conocer esas dos características le aligeraba la culpa.

Ojos de esmeralda era ingenua.

Ojos de esmeralda era frágil.

Lo malo de eso, lo irónico y repudiable, era que esas dos características las notabas muy bien cuando se relacionaban con él. Ella era ingenua y frágil con él, y eso le dolía. Él desequilibraba a esa perfecta ninfa, Justin podía romperla e ilusionarla de una forma tan fácil y rápida que llegaba a odiarse a si mismo.

—León — sintió que alguien tiraba de su camiseta por detrás.

Se giró sabiendo quién era y de inmediato dirigió su mano a la cabeza de ella, acariciando cada hebra de su cabello con la yema de los dedos. Era suave, y de un color parecido al atardecer, su cabello tenía un degrades natural, algunas hebras eran más clara que otras creando un patrón de dorado, castaño y chocolate. Ojos de esmeralda era un atardecer.

Estaban en el centro de la ciudad, Douglas le había dicho que necesitaba comprarle un recuerdo antes de que se fuera a Georgia, algo que lo hiciera pensar en su "mejor y maravilloso amigo". Se negó, pero nadie podía rechazar a Douglas una vez que se le metía una idea en la cabeza. Obviamente Ojos de esmeralda había querido acompañarlos, desde que se enteró de su partida estaba más cerca de ellos que nunca. Literalmente aprovechaba cada segundo para estar con él, y en ese momento lo miraba con timidez y algo enojada.

Inconscientemente enrolló uno de sus mechones en su dedo, algo que hacía para tranquilizarla o al menos esa era la excusa que se daba, porque la verdad era que ese gesto los tranquilizaba a los dos. A veces, cuando jugaba videojuegos con Douglas, acariciaba el cabello de Ojos de esmeralda por la ansiedad y ella lo dejaba, como si supiera el efecto relajante que le daba. En los últimos meses Ojos de esmeralda había crecido muy rápido y ya no tenía que doblar las rodillas para hablarle, poco a poco su forma de comportarse también había cambiado, aun cuando siempre quería estar con él, ahora lo expresaba de una manera más reservada y tranquila. El orgullo había aparecido en su diccionario de manera drástica, ya no le rogaba a Douglas para que la incluyera en sus salidas, se lo pedía calmada y con serenidad. Sus sonrisas eran para casos específicos y no constantes como antes, y el amor en su mirada era lo único que se había intensificado, cada vez que aquellos grandes ojos verdes lo miraban su corazón se oprimía, él la leía perfectamente, veía cuánto significaba él para ella.

Y era totalmente recíproco.

—¿Qué tienes? — le habló suavemente.

Ella trató de hablar, pero parecía muy avergonzada. Se le ablandó el pecho y prefirió hablarle por otro camino.

¿Ojos de esmeralda? Le preguntó.

Ella lo miró aún con la duda en sus ojos.

Douglas está buscándote un regalo. Él asintió.

Lo sé.

El regalo hará que lo recuerdes, ¿Cierto? Sonrió enternecido.

Eso es lo que él espera.

Esta vez ella no le respondió, pero se acercó más a él, haciendo que quedaran a escasos centímetros. Justin titubeó, ya no era pequeña, por lo que su rostro quedaba un poco más abajo que el suyo. Ojos de esmeralda tomó sus manos y dejó algo en ellas, luego se puso de puntitas y besó su mejilla.

—Yo también quiero que me recuerdes, León.

Entonces salió corriendo al lado de Douglas, que estaba mirando la vitrina de una tienda, y se puso al lado de su hermano como si no quisiera enfrentar lo que acababa de hacerle. Justin abrió su mano y encontró una pequeña piedra en esta, era verde, pero un verde idéntico al de sus ojos.

Entonces recordó la semana anterior, cuando habían ido a una playa dónde la arena tenía pequeñas piedras de distintos colores, Douglas se había enojado con Skylar, porque ella se había negado a irse hasta que encontrara "algo que se le había perdido", estuvo todo el día caminando por la arena hasta que "lo encontró".

Cuando vieron las piedras por primera vez, ella le preguntó si le gustaban los colores y él le había dicho que le habría encantado encontrar una piedra del color de sus ojos. Ojos de esmeralda lo había hecho, de verdad había buscado todo el día una piedra para él.

Entonces sucedió, por primera vez ella lo hizo reaccionar algo en su interior mucho más fuerte que el simple cariño, le hizo pensar que, aunque fuera un estúpido adolescente de catorce años, esa chica, esa dulce ninfa de diez años, lo había avergonzado y supo que él también era ingenuo y frágil con ella.

Tocó su mejilla, sentía que los labios de ella aún seguían ahí.

Por primera vez en su vida una chica lo había hecho sonrojar. 

MEMORIES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora