No era fácil, pensaba Justin.
No era para nada fácil dejar de tocarla, de olerla, de escuchar cada respiración o jadeo saliendo de su boca.
Esa maldita boca.
La había besado de nuevo. Maldición, estaba haciendo más que besarla, pero no podía detenerse. No cuando ella le pedía más, con su boca, sus manos y sus ojos. No cuando tocarla se sentía tan correcto, tan destinado a suceder, como si algo dentro de él estuviese acoplándose a una parte de ella.
Ojos de esmeralda lo había amarrado de por vida a su lado, ella simplemente lo había mirado y él lo había sabido a sus siete años. Ella era parte de él, como si la hubiese estado buscando no solo en esta vida, sino en todas las anteriores. Por eso había sido tan fácil leerla y hablarle cuando nadie más la entendía, con ese lenguaje tan especial que habían aprendido cuando solo eran unos niños.
Él realmente estaba domesticado por ella. Siempre lo había estado, siempre había sido su patético y enamorado león. Lo había domado por completo desde niños y cada maldito día separado de ella había sido una tortura. Había pensado en ella, en su rostro, en su voz, en cómo le había roto el corazón y en el monstruo que era él por hacerle eso.
¿Podría perdonarse después de esto? Skylar ya no era una niña, pero sentía que estaba haciendo algo incorrecto. Sin embargo, ella le había hablado con sus bellos ojos verdes, con ese bosque encantado que tenía en su iris, ese verde que lo consumía y lo dejaba sin aire.
La adoraba.
Haría cualquier cosa que le pidiera.
¿Cómo podría rechazarla ahora? Ahora que su boca se abría para él, que sus manos se deslizaban por su pecho, hombros y cuello. Cada vez que ella hablaba, era para suspirar su nombre en un delicioso y fascinante tono que le daba la sensación de estar ebrio. O quizás estaba drogado.
Dios, haría lo que fuese por escucharla suspirar su nombre todos los días, a cada hora, a cada maldito segundo.
Haría lo que fuera por ella a cada maldito segundo.
—Justin — susurró ella.
Gimió de dolor.
Ese jodido susurro mitad lujurioso mitad anhelante.
Ella lo deseaba, estaba jadeando por él. Podía verlo en esos ojos lujuriosos y nublados por el deseo, en el temblor de su cuerpo y en su boca necesitada, buscándolo para otro beso.
No era fácil.
No era para nada fácil detenerse, aunque sabía que debía hacerlo.
Levantó el rostro de su suave cuello, tan malditamente tentador y con un perfume embriagador. Se sostuvo sobre ella, poniendo las manos a los lados de su torso y la observó. Su cabello largo y ondulado estaba desparramado sobre sus sábanas negras, sus ojos verdes brillaban y observaban su rostro como si fuese lo único que le importara en ese momento. Dios, él se sentía igual, solo quería observarla y tocarla por horas.
Ella estaba dispuesta a darle su cuerpo aquí mismo.
Pero no podía hacerlo.
—¿Justin? — susurró ella, notando el cambió en su cuerpo.
—Deberíamos dormir — respondió él, levantándose completamente de la cama.
Observó la ventana, en algún momento la tormenta había parado dejando atrás solo una llovizna suave. Quizás la había estado besando por horas, pero se sintieron como segundos. Todo en ella parecía insuficiente para el león en su interior, que dentro de él rugía y mordía las rejas que lo detenían para salir. Podía sentirlo rasgar cada centímetro de su prisión, desesperado para encontrarse con Ojos de esmeralda.
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MEMORIES ©
Cerita PendekSkylar Stonem ha deseado solo una cosa desde que el mejor amigo de su hermano mayor se mudó a Atlanta cuando tenía diez años. Volver a verlo. Justin Holt le robó el corazón cuando era una niña. Para él, Skylar era solo una clase de hermana menor. U...