2- Ella

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Al abrir los ojos el sol ya se asomaba aunque las nubes lo opacaran. Una perfecta mañana.

A un lado se encontraba la mujer más hermosa y a la que más amo; mi esposa. Y en la cuna nuestra pequeña hija. Mi vida es tan perfecta, no se puede pedir más.

Mi mujer giro encontrándose con mis ojos y regalandome una bella sonrisa.

Leía el periódico, mientras ella terminaba de servir el desayuno, miraba su delicada piel y su belleza tan natural.

Me comencé a preguntar ¿que tan fuerte era ella? ¿que haria si le hago daño?

Me levanté de mis asiento y me acerque a ella levantando la también de su asiento. La comencé a besar a lo que ella quiso poner un poco de resistencia pues frente a nosotros se encontraba nuestra hija, y mis besos cada vez eran más apasionados.

Jamás permitiría que ella me dejará sólo que ella besara a otro o le sonriera de la forma que lo hace conmigo, ella solo era mía, solo mía.

Mi trató se fue tornando mas brusco de sólo pensar en eso.

—¿Que pasa? Tranquilo, me duele–pero ya no podía detenerme, era como si sus palabras me pidieran que fuera más fuerte con ella.

La seguí besando acorralando su cuerpo en una esquina del comedor y mis manos actuaban por si solas, presionaban su cuello y ella apenas  podía gritar. Habia algo que me decia que debia detenerme pero no podia otra parte de mi lo disfrutaba. Ya no podía ingresar oxígeno a su cuerpo y su último aliento estaba por salir, sus bellos ojos me miraban pidiendo auxilio, su cuerpo comenzo a dejar de sentir, de moverse, ya no había más resistencia. Esa mirada y esa bella sonrisa ya no estaban, no existían había muerto, la había matado.

—¿Que tanto piensas? –su voz me saco de mis pensamientos. Dándome cuenta que todo era un sueño, un sueño con los ojos abiertos.

—Nada amor, que te amo y que siempre serás mia– la verdad es que no decía ninguna mentira.

Ella siempre sería mía.

Sin Culpa (Mente Perversa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora