Presentación

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Laiana

Raúl. Ra-úl... No está tan mal. Lo repito una y otra vez en mi cabeza a la espera de que no se me olvide, confiaré en mi memoria novata; desearía traer algo más, ahora, desde esta perspectiva me faltan muchas cosas, pero no me culpo de no saber qué cosas debo llevar a una ciudad a la que de las veces que he ido solo recuerdo una y apenas acaricia mi memoria.

Una parte de mi siente que debería tenerle miedo a Raúl, ni siquiera sé su apellido, me asusta que me dé tanta confianza, siento que no es una mala persona y no sé cómo se puede sentir eso siquiera.

-De acuerdo- digo suspirando-, conforme a las circunstancias, me temo que me encuentro en la necesidad de hacerte un par de preguntas y que me respondas con sinceridad- le miro a los ojos recalcando la seriedad de esto.

Noto que se da cuenta y levanta una ceja. Ahora me siento intimidada.

-Me gustaría saber... tu color favorito- me maldigo a los instantes de haberlo dicho. Algo tan vergonzoso sólo puede venir de mí.

Me mira como si fuese una tonta, aun que no sé si he demostrado algo más. Me encojo de hombros admitiendo mi derrota.

Él guarda silencio mientras se sirve de una jarra vieja a un vaso desechable un poco de jugo. Se recarga en la barra y pone la mirada en el cielo mientras con la boca forma una <<o>> de donde apenas sale tan pequeña cantidad de aire y en tan incorrecta manera que no logra silbar, pero lo hace con esa intención.

-¿Qué hay en el maletín?- pregunta evadiendo mi pregunta cruelmente.

-Creo que lo más sensato es que respondas a mis preguntas antes.

-No, tú respóndeme primero- suena tan seco, me recuerda a la brusquedad con la que mi padre me hablaba cuando algo le molestaba, procuraba no hacerlo.

Estoy a nada de derrumbarme y trato de respirar lo más normalmente para que no se note. Levanto la vista y pongo la espalda recta.

-Preséntate- es lo más justo que se me ocurre, espero y me entienda y no proteste.

-Me llamo Isaac Flowee-empieza con voz y mirada firme-, tengo 20 años, vivo solo desde los 15 y no tengo color favorito-se detiene y veo como emociones que no logro identificar pasan por su rostro-, los colores no deben significar nada..., solo no me gusta la idea de que deban significar algo. Eres una cría desorientada y aún no estoy muy seguro de lo que quieres, pero con tu modito de hablarme no conseguirás otra noche en ese sofá-señaló con un movimiento de cabeza al hundido sofá en el que me había dejado dormida.

Me ofendí, yo no era una <<cría>>, quién se creía, apenas y es mayor que yo por tres miserables años; y ese sofá me había dejado oliendo a pies, papas y polvo. Pero, tenía razón, de alguna forma, no me había hecho daño, me había dejado dormir en su cuarto rentado y había ido a comprarme comida, o un intento de eso. Me encogí de hombros. Él me miraba expectante.

-Soy Laiana Marin, tengo 17 años, he sido educada en casa fuera de la ciudad, no muy lejos, pero es fuera, vivo solamente con mi padre y hace dos días que no lo veo... decidí buscarlo.

Su mirada me decía que aún no había acabado. Y lo sabía, pero no podía decirle.

-No puedo decirte que hay en el maletín- dije suspirando sin mirarle a los ojos-, al menos no por ahora.

Lo dije para darle esperanza y que él intente ganarse mi confianza, sé que quiere saber que hay en el maletín. O al menos, eso espero, si no, es otro de mis planes que sólo funcionan en mi cabeza.

La luna bajo el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora