La chica tonta

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Isaac

Mi vida seguía sin sorprenderme hasta ver a esa chica, tan pequeña e ingenua, claro que era la chica más tonta que haya visto. Extranjera, no, no lo parece. Marciana, eso tendría un poco más de sentido. Tonta, esa es mi conclusión.

Nadie que no fuese de aquí se le ocurriría hablar con el viejo mas depravado y traumatizado de esta ciudad. Aún siendo ciudad, tiene fama. Eso es ser un gran problema, tener fama, en una ciudad, ¿captan?

Ya, empieza a jalar de ella, no, por favor, no. De acuerdo, solo lo haré porque ha llegado a darme lástima y es "humano" salvar a esa chica tonta.

Camino en su dirección, él me ve y empieza a convencerla, lo noto en sus labios que se mueven de forma rápida y su mirada audaz y sedienta.

-!Ey¡ ¿cómo estás, Carlos?, tenía tiempo que no te veía andar por aquí,- le grito, la chica voltea a verme y su mirada se distrae en mi torso desnudo y frunce el ceño como si nunca hubiese visto algo así- has vuelto a buscar a chicas tontas, pero ya no puedes, así que, será mejor que te largues si no quieres tener una noche larga con los oficiales, no creo que les agrade tenerte nuevamente en...

-Es toda tuya,- me interrumpe soltando de la muñeca a la chica tonta y la mira con desdén- de todas formas no me gustan tan grandes.

Se alejó rápidamente y la chica quedó inerte. Me acerqué a ella

-No esperaré las gracias, pero deberías dármelas- le digo al aire refiriéndome a ella, pues tenía la cabeza gacha- ¿tienes idea de quién es él?

No responde, y empiezo a tomar camino.

-Espera- su diminuta voz apenas llega a mis oídos- gracias.- dice después de unos segundos, volteo y encuentro sus ojos nobles y tan oscuros que me sorprenden con melancolía.

Su rostro, tan suave y poderoso, parece hecho por una parte robada de todos los dioses, y con el toque especial del mismo Dios. Lo sé, parece ilógico

No sé porque me parece tan especial, no me parece linda, ni fea, ni hermosa, me parece especial.

- Un placer- miento, seguido de una preocupación- ¿a dónde te diriges?

Se acerca a mi con timidez y me da una tarjeta pequeña, la veo y es de una empresa que está en la ciudad.

-¿Sabrás cómo puedo llegar ahí?- distingo su tono de humildad.

Saco el celular de la bolsa casi inexistente de mi pantalón que con trabajo tres hilos lo sostienen y veo la hora.

La luna bajo el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora