Él (parte 2)

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Aunque el tiempo decidiera romperse, tenía esperanza en estar acorde conmigo misma, y por fin compartir con él ese único sentimiento. Aunque lo de mi padre estuviese a la contraria, sabía que en los brazos de aquel perfecto, podría encontrar la paz que había perdido hace solo tres días, tan solo tres días de constante angustia, de llanto interno, de terror, que para mí se parecían a la eternidad más torturante que alguien puede vivir.

Me aterrorizaba la idea de no volver a verlo, de no volver a ver a aquellas arrugas que el tiempo le había regalado, a aquellos ojos que eran los únicos que me podían ver con rectitud y amor al unísono, de no volver a sentir aquel aroma a cigarrillo que siempre desprendían sus ropas, pero lo único que tenía que hacer era alzar mi mirada y apreciar aquellas pestañas largas que descansaban por sobre un rostro hermoso, para disfrutarlo toda una eternidad.

Tenía el presentimiento de que incluso la vida me odiaba, con lo de mi madre, mi disfuncional rutina diaria, mi enfermo aislamiento de todo lo que podía conectarme realmente y, ahora, con lo de mi padre... Pero ese presentimiento había llegado a su fin desde que aquel contacto con la perfección había hipnotizado todos mis sentidos. 


La luna bajo el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora