Una Aventura Confidencial (Parte 1)

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La mujer apareció cuando revisaba las ultimas publicaciones que habían llegado, sentada en el pequeño escritorio al fondo de la librería. La vi entrar y caminar vacilante entre las estanterías con apenas la mirada fija en los lomos de los libros. Por su forma de caminar pude darme cuenta que estaba ahí sin querer, como perdida entre objetos extraños. Llevaba una chaqueta marrón y unos pantalones rasgados a la altura de la rodilla, calzaba unas converse blancas; lo típico en las chicas que poco o nada entraban a la librería. Dio un par de vueltas sin decidirse por nada en particular, es como si fuera su primera vez en una librería. Definitivamente el espacio la intimidaba. Se movió hacia un rincón y entonces la luz que entraba en ese momento por la ventana cayó sobre ella como el rayo potente de una lampara. Me sorprendió sin duda el raro resplandor de la chica, su cabello espeso y castaño y el perfil me parecieron una belleza; pero sin duda sus ojos, esos ojos marrones como el chocolate simplemente eran perfectos. Esperé un rato antes de moverme.

- ¿Le puedo ayudar en algo? - pregunté acercándome.

Echo una mirada al rededor antes de contestar y encogiendo levemente los hombros me pidió que le prestara el baño.

- Claro - contesté tratando de disimular la sorpresa en mi voz y con una sonrisa le indiqué la primera puerta al fondo a la derecha.

Encendí un cigarro y esperé en la entrada de la librería. Afuera el cielo estaba totalmente despejado, por la época y el día, a esa hora afuera estaba sin gente. En toda la mañana había vendido un solo libro. Miré hacia la puerta del baño y pensé que había visto la cara de la mujer en algún lado; tal vez en la televisión, una presentadora de noticias o algo así. De repente un tipo cruzo la calle y se detuvo frente a la vitrina, era flaco y castaño; miró más de una vez y con atención el interior, como si quisiera confirmar que adentro no había nadie. Mostró una leve sonrisa cuando paso por mi lado y con pasos apresurados desapareció en la esquina. La idea de la que mujer hubiera pedido el baño para esconderse cruzó por mi cabeza y comencé a asustarme, entonces escuché que pronunciaban mi nombre completo, me di la vuelta y encontré a la mujer de pie observándome con las manos en sus bolsillos y una leve sonrisa.

- ¿Nos conocemos? – pregunté.

- Usted a mí no – contestó sin deshacer su gesto.

Creí que había preparado la frase para realzar mi sorpresa y el misterio de su presentación. Aunque hice un esfuerzo no pude reconocer su rostro, entonces preguntó a qué hora cerraba.

- A las tres – dije. Miró el reloj y pareció meditar en el rápido cálculo que hizo.

- La invito a tomar algo – dijo y acomodó con un suave movimiento de sus dedos un mechón de cabello que caía sobre su frente.

- ¿Ahora?

- Cuando cierre, paso a las tres – No esperó respuesta y me extendió su mano – Camila- dijo en voz baja y después de un suave apretón salió.

Me sorprendió la calma con la que organizó el encuentro, si alguien me preguntará sobre lo sucedido no hubiera sido creíble; resultó evidente descartar la posibilidad de una persecución pero, como si regresará a aquellos años de afición por las novelas policiacas, no me hubiera molestado en ser protagonista en acción a la historia de alguna mujer perdida, que guardaría una deuda con las justicia o, aun peor, una cuenta con algún peligroso amante, personificado, en este caso, con el hombre castaño y flaco de hace un rato.

Mientras esperaba que avanzara la tarde, convencida de que no llegarían nuevos clientes, intente calmarme imaginando alguna consecuencia divertida de la cita que, en menos de dos horas, tendría con esa repentina aparición de ojos color chocolate; pero solo llegue a conclusiones vagas. No era fácil descifrar la clase de mensaje oculto que me dejaron sus palabras, la mujer aseguraba conocerme y al parecer quería contarme una historia; y aunque hasta ese día mis alcances con las mujeres no habían sido del todo admirables, su llegada podría mejorar la tarde y, por qué no, la noche.

Recordé la última vez que busqué, durante meses, la atención de una mujer. Había pasado más de un año desde nuestra última conversación y, como la peli castaña, también había entrado con cierta timidez a la librería. Su nombre era Lucia y comenzó a venir todas las tardes, hacia un lento recorrido por las estanterías y ojeaba algunos libros, compraba poco; saludaba y se despedía con una sonrisa. Nunca supe por qué la deseé tanto desde el primer momento, por qué creí como inevitable mi felicidad con ella, cuando dejaba de venir varios días me sentía realmente desesperada por no verla.

Una tarde, me pidió consejo sobre un título, yo solo había leído fragmentos pero había escuchado que podría tratarse de una obra sorprendente. Se mostró indecisa y como sucedería con otros libros, le propuse que se lo llevara sino era de su agrado podría devolverlo pero le gustó y decidí regalárselo.

En las primeras conversaciones descubrí que recién llegaba de Colombia y le apasionaba el modelaje, hablábamos de temas al azar y siempre disfrutaba de su compañía. Cuando por fin le confesé mi deseo, acumulado durante semanas en las que solo había conseguido tomarla de la mano pocas veces, ella mirándome a los ojos me comento que días atrás había aceptado una cita con una compañera de su trabajo, una modelo igual que ella llamada Verónica.

Lucia seguía viniendo a la librería por las tardes, pero su presencia era algo incomoda, en realidad me sentía avergonzada de mi confesión; y como esas cosas que cambian sin darte cuenta ella dejo de venir y hasta el día de hoy no había vuelto a pensar en ella.

Los recuerdos me hicieron pensar que algo similar podría ocurrirme con la misteriosa mujer que vería a mitad de la tarde. Concluí que eran pensamientos comunes en una mujer que llevaba demasiado tiempo sola, ajustado a la sospechosa alegría que ofrecen los libros, con sus simulacros de sueños y consuelos.

Faltaban unos minutos para las tres, me sentí impaciente y decidí esperar afuera; cuando la vi acercarse desde la esquina, una imprevista ansiedad comenzó a recorrer mi cuerpo, mis manos sudaban y mi respiración era un poco agitada. La mujer acompañó el saludo con una sonrisa y pude ver sus ojos, esos ojos que sin saber por qué sentía que me dominaban.


Subidos De Tono    Cuentos de Amor [CAMREN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora