El sonido de la ajetreada ciudad lograba ser percibido si uno ponía atención. El viento gélido rozaba la piel expuesta pese a que traté de cubrirme para evitar que mi ya deteriorada salud empeorara. Las manecillas del reloj estaban a pocos minutos de señalar la hora en la que sabía perfectamente que él vendría. Siempre era así.
Mis ojos se cerraron por unos momentos y solté un largo suspiro mientras trataba de tranquilizar la ansiedad que sentía por lo que estaba próximo a realizar. En mi mente repetía una y otra vez que aquello sería válido y que si él también lo hacía... yo tenía el mismo derecho; sin embargo, el flujo de mis pensamientos fue interrumpido cuando el sonido metálico tan característico que le acompañaba empezó a resonar por las calles. Abrí mis ojos y esperé. Uno, dos, tres... después de llegar a 120, comencé a distinguirlo por la reja de la mansión. Corrí hacia allá y exhalé varias veces antes de abrir la puerta. Él se sorprendió.
–Buenas noches –dijo tratando de ocultar la sorpresa en su voz –, ¿desea comprar algunas galletas y panes?
–Sí, joven. Por favor, pase por aquí –le respondí mientras él caminaba hacia el jardín en donde me encontraba hace tan sólo unos instantes. Dejó la canasta de mimbre, y el bote metálico que traía, sobre la pequeña mesa de madera que yacía en medio. Destapó ambas y esperó a que le dijera qué iba a querer, pero mis ojos únicamente se dirigían hacia aquellos brazos trabajados que poseía, el cuello mordisqueable y las piernas grandes y fuertes que lo mantenían firme sobre el suelo. Entonces me pregunté si podría hacer que este hombre se doblegara ante mí por placer. Nuestros ojos se encontraron y un ligero rubor cubrió sus mejillas, luego pasó la lengua por sus labios resecos y antes de que me dijera algo más le interrumpí:
–¿Tú que pan me recomiendas?
Entonces acercó su mano a la canasta y tomó con lentitud uno de los panes, se acercó y tímidamente me murmuró en el oído:
–Éste.
Tomó mis manos y lo colocó en ellas. Observé el pan que me había dado y lo reconocí. Sonreí para mis adentros y una risita triunfadora se me escapó.
–¿Y realmente saben bien tus besos? –pregunté coquetamente y acercándome más a él. Me tomó por los hombros y puso un poco de distancia entre ambos para luego agacharse y acercar sus labios a los míos hasta que se tocaban ligeramente.
–¿Por qué no me lo dices tú?
Y comenzamos a besarnos. Pidió permiso con su lengua para entrar en mi boca y lo recibí gustoso. Mi cuerpo retrocedió hasta que choqué con la mesa y me senté sobre ella, abriendo mis piernas para que pudiera acomodarse entre ellas. La pequeña y apasionada batalla que estábamos librando ya pasaba factura hacia la parte baja de nuestros cuerpos. Acerqué mi mano hacia su entrepierna y sobre la holgada tela de sus pantalones comencé a acariciarle, dándome cuenta de que lo más probable es que no trajera ropa interior. Él gimió y se separó de mí, logrando que un poco de nuestra saliva escurriera por las comisuras de sus labios.
–Usted realmente es un hombre muy interesante, Joven Kim –dijo mientras me tomaba por la cintura poniéndome de pie y girándome para comenzar a restregar su miembro ahora erecto entre mis glúteos. –. ¿Entonces?
–¿Entonces qué? –pregunté algo aturdido. Su mano se coló entre mis pantalones y ahora masajeaba mi miembro directamente con su mano.
–¿A qué saben?
Mis pantalones cayeron al suelo exponiéndome ante mi acompañante en todo esplendor y pronto sentí que su miembro, sin nada de ropa de por medio, trataba de hacerse paso en aquel agujero que durante todo este tiempo había sido exclusivo de mi infiel esposo.
–Deliciosos –respondí mientras jadeaba. La excitación se había apoderado de mí y la incertidumbre de saber si realmente me haría suyo en ese momento la hacía ir en aumento. –Por favor –supliqué pegando mi trasero contra él.
–Es todo un travieso. Tenía planeado esto, ¿verdad?
–Yo... –fui interrumpido cuando su miembro se hizo paso en mi interior.
Entonces comenzó a embestirme con todas sus fuerzas y su mano me cubrió la boca para evitar que mis gemidos se oyeran por el vecindario. Después de todo estábamos al aire libre.
Los sonidos que él emitía me hacían darme cuenta que estaba disfrutándolo tanto como yo y eso provocó que, sin quererlo, me corriera sobre la mesa donde ahora estaba casi recargado.
–Estoy a punto de correrme, Kim, ¿dónde lo quieres?
–En mí. Lo quiero en mí –dije casi en un susurro debido a la falta de aire que tenía en ese momento y entonces su esencia llenó mi interior haciendo que un poco más de la mía saliera por mi miembro. Nos quedamos unidos por unos instantes y sentía espasmos dentro de mí provocados por nuestro reciente orgasmo.
Nos vestimos en silencio y él comenzó a recoger sus cosas de la mesa. Me quedé parado sin saber qué decir hasta que él recogió del suelo el pan que se había caído durante nuestro encuentro y lo envolvía en un pañuelo que sacó de su pantalón para después dejarlo en su canasta nuevamente.
–Yo... te pagaré el pan –dije mientras trataba de sacar unas monedas de mis bolsillos. Entonces él me tomó de la mano y me jaló para darme un beso.
–Con esto es suficiente –me sonrió mientras acariciaba mis labios con sus finos dedos.
Se dirigió hacia la salida y justo cuando abría la puerta, mi marido apareció frente a ella. Me asusté un poco, pero traté de mantenerme sereno.
–Oh. Buenas noches, KyuHyun. ¿Le has traído pan a RyeoWook?
–Buenas noches, señor Kim. Sí, sólo que iba a ir a la panadería de mamá por un pastel que me ha pedido su esposo, pero que no traigo conmigo. Regresaré en unos momentos.
–Está bien. RyeoWook, trata de no estar tanto tiempo afuera. No quiero que te vuelvas a enfermar, ¿me has entendido?
Yo sólo asentí y me hice a un lado para que mi marido pasara a la casa. Después de cerciorarme que se había ido, volteé a ver a KyuHyun.
–Descuida, no diré nada de lo que pasó. En un rato te traeré lo que le dije a él, ¿sí?
–Está bien.
Él se fue sin decir nada más. Me metí a la casa para ver a mi marido sentado frente a la chimenea y yo fui a la cocina a esperar que el pedido llegara. Al poco rato sonó el timbre y salí corriendo para recibir a KyuHyun.
Él venía esta vez sin cosas a excepción de una pequeña caja de cartón, la cual me dio. Después de haberle pagado y agradecido iba a cerrar la puerta, pero me lo impidió.
–Dentro hay unos panes que seguramente le quedarán muy bien a tu esposo –comentó mientras me guiñaba un ojo y dejaba una pequeña nota en el bolsillo de mi pantalón. Él terminó de cerrar la puerta.
Al entrar a la cocina y revisar el contenido de la caja, comprendí lo que KyuHyun quiso decir. Tomé con mis dedos un poco del chantilly del pastelillo que me había traído. Sabía dulce... igual que sus besos. Igual que la venganza que había tenido horas atrás.
-RyeoWook, ¿qué vamos a cenar hoy? –gritó mi marido desde la sala.
Tomé algunos de los panes de la caja y los coloqué en un plato que yacía sobre la charola con la bebida que le daría.
-Cuernos con café.
Sonreí. Seguramente éstos se iban a convertir en el pan de cada día.
*~*~*
Con este one-shot termino de postear las historias de la tabla lemon que les comenté algunos escritos atrás, y espero que les hayan gustado ><.
Muchas gracias por sus comentarios y votos, ¡me hacen muy feliz! c':
Por cierto: ya estoy trabajando en la otra historia (no crean que me he olvidado de ella) y también en otras cosillas más. ¡Nos leemos pronto!
ESTÁS LEYENDO
Fragmentos de amor
FanficCompilación de historias cortas y largas del KyuWook. Un fragmento de amor en cualquier momento.