Capítulo 2: Empezando de cero

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-Lia, ¿que quieres para desayunar?-. Dijo mi madre removiendo mi brazo.
-¿Ya llegamos?-. Contesté tallandome los ojos.
-Nuestra nueva casa está a unas calles de aquí Lia, pero debemos comer algo, el camino fue largo-. Repuso papá limpiando el parabrisas quitando un poco lo empañado.
-Quisiera comerme un caballo-. Dije tocando mi estómago.
Mamá y papá se echaron a reír.
-Me alegra que no hayas perdido tu sentido del humor Lia-. Dijo mamá entre risas.
La verdad yo estaba sorprendida de mi misma, ayer deseaba quedarme en mi antigua casa y hoy había recobrado mi yo de siempre.
-Sólo vayamos a ver, tengo hambre-. Dije.
-Dejaremos a sherman aquí y le traeremos algo también-. Me insistió mamá.
Asentí.
Bajé de la camioneta y sentí un clima muy diferente al de casa, pareciera como si estuviésemos en invierno en pleno abril.
El pequeño lugar al que habíamos llegado era realmente bonito.
La entrada estaba compuesta por un pequeño caminito de pasto y a sus lados tenía flores de tela muy llamativas.
El lugar estaba repleto por esas misma flores ya fuera en las mesas o en la pequeña fuente que había.
Enseguida nos acomodaron y nos mostraron el menú.
La señorita que nos atendía era muy bonita, de esbelta figura, cabello negro como la noche y mejillas sonrojadas.
-¿Puedo tomar su orden?-. Dijo sonriente.
-Para mi será un emparedado de queso y aceitunas-. Dijo papá.
-Una ensalada de betabel y atún-. Dijo mamá.
-¿Y usted señorita?-. Dijo la mesera dirigiéndose a mi.
Me sorprendió mucho que me llamara así, yo apenas tenía 13 años, era una niña que aún no sabía nada del mundo.
-Mmmm, unos waffles y un jugo de naranja-. Dije, mostrando indiferencia.
-Enseguida se los traigo-. Repuso.
-¿Te quieres ir a lavar?-. Me dijo mamá.
Asentí y me dirigí al baño.
Al mirarme al espejo me mojé mis rizos y suspiré "yo sólo soy una niña".
Al salir me encontré con un chico que al parecer tenía unos 14 o 15 años. Me miraba fijamente y eso hizo que me intimidara un poco pero aún así sólo era 'un chico más'.
Seguí caminando y sin darme un cuenta un pequeño niño  se me atravesó e hizo que me cayera.
El pequeño se levantó y siguió como si nada. Yo intenté levantarme lo antes posible pero al voltear hacia arriba me di cuenta que el acosador de unos segundos antes me extendía la mano para ayudarme.
-Gracias-. Dije en tono serio.
-¿Estas bien?-. Dijo mirándome como lo había hecho hace unos instantes.
Mi corazón se detuvo.
Sentía que la sangre me hervía, nunca en mi vida había visto alguien así, sus ojos eran verdes de un tono oscuro, su cabello era castaño claro, y tenía una mirada que me derretia sin consideración. Sus labios eran como un sueño, su voz parecía venir de un coro de ángeles.
Sin duda era perfecto y el parecía estar igual de impresionado que yo.
-Estoy bien-. Dije entrecortada.
-No eres de aquí ¿cierto?-. Dijo bajando la mirada al suelo.
-Ehh no, acabó de llegar-.
-¡Lia!-. Escuché la voz de mi mamá.
Fue un alivio para mi.
-Me tengo que ir, gracias-. Dije apresuradamente.
-¿Quién era ese chico?-. Preguntó papá apresurado comiendo su emparedado.
-Alguien amable que quiso saludarme-. Dije ocultando lo que en realidad pasó.
-Me alegra que hagas amigos mi cielo-. Dijo mamá.
Me quedé muda y me dispuse a comer, aunque el hambre se me había espantado.
En realidad creo que estoy exagerando me dije para mi tranquilidad aunque en el fondo sabía que aquel misterioso joven había dejado un desorden en mis emociones.

-¡Llegamos!, ¿les gusta?-.gritó mi padre.
-Es hermosa mi amor-.le contestó mi mamá.
-¿Que opinas Lia?-. Dijo papá observandome fijamente.
-Es linda, ¿Puedo escoger mi cuarto?-. Dije tranquilamente.
-Si claro-. Respondió papá.
Sinceramente la casa era linda, su fachada color azul la hacía única y más por su amplio jardín que tenía a la entrada.

La mudanza llegó a los pocos minutos, así que me dispuse a olvidarme de todos y ser yo misma la diseñadora de mi habitación. La casa era más grande de lo que me imaginaba, tenía una chimenea donde creo que estaría la sala, después había una puerta de esas que se deslizan que daba al patio trasero.

Debieron ser las 11:30 pm cuando había terminado mi pequeño refugio de privacidad.
En realidad quedó con un estilo tipo "Mi mamá", al parecer todo quedó como si mi mamá lo hubiera decorado.
Pegué fotos de sherman y de mi al lado de la ventana formando un collage, mis muñecas estaban en la repisa mientras que toda mi ropa y zapatos estaban en el armario que papá me había regalado en navidad. Todo parecía estar perfecto pero hubo algo que me llamó la atención.
Precisamente en el pequeño baño que tenía mi habitación había un alajero color rosa con un dije dentro.
El dije era de un corazón con una flecha color dorado y parecía ser muy valioso, pero claro nunca quise preguntar ni decir nada, simplemente me gustó y me lo puse.

-¡Buenos días amor!, ¿como amaneciste?-. Me dijo mamá mientras ponía la mesa.
-Bien, aunque hacía un poco de frío-. Dije tratando de mostrar mi mejor cara.
-Vístete para el desayuno, no quiero que llegues a tu primer día de clases-. Dijo guiñandome un ojo.
¡Por Dios!, lo había olvidado, hoy era mi primer día y ni siquiera me había preparado mentalmente para tratar de no hacer el ridículo ante miles de extraños.
Subí corriendo a mi habitación para buscar algún conjunto para causar aunque sea una buena impresión.
Me puse un pantalón negro y una blusa verde, recogí mi cabello con una media coleta y usé el pequeño abrigo y las botas que mamá me había obsequiado en mi cumpleaños y claro, no se me olvidaría mi nuevo dije.

-Mamá ya terminé-. Dije sacando un pequeño erupto.
-¡Liana, eso no es digno de una señorita!-. Contestó histérica.
Por un momento pensé en disculparme y luego me acordé que también la mesera me había amargado el rato por esa tonta palabra y decidí esperar a papá en la sala.
-¿Lista amor?-. Dijo poniendose su corbata roja.
Asentí y salí de la casa.
Me sentía como una niña berrinchuda por eso que le hise a mamá pero  creo que no estaba lista para ser mayor.
-¿Nerviosa?-. Dijo papá en cuanto subió a la camioneta.
Pareciera como si mamá no le hubiese dicho nada.
-Seré la rara por semanas-. Contesté disimulando mis nervios extremos.
Papá sonrió y encendió la camioneta.
-¿Quieres que te recoja o te vienes sola?-.
-Creo que prefiero caminar, y así conocer el lugar.-
-Suerte Lia, te amo-. Dijo dándome un beso en la mejilla.

Ven, siéntate a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora