Pesadillas infantiles

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Si sigo así, siendo tan extremadamente sincera, escribir este libro no me va a dejar muy bien parada. Ya conté que tomé la mamadera hasta los seis, que nunca hacía caso y ahora... ¡Chan, la tercera revelación!

Entre las cosas que no me gustaba hacer cuando era chica, había una que le ganaba a todo: ¡bañarme!

Le huía al agua como un gato. Apenas escuchaba el sonido del agua saliendo de la regadera (sí, la ducha) salía disparada, ¡volando! Cada vez que mi mamá soltaba la frase: “Karol, a bañarse”, me escondía debajo del sillón o ponía cualquier excusa para evitarlo.

A favor mío puedo decir que era muy colaboradora con las tareas del hogar. Mi abuelita a los cuatro o cinco, bo recuerdo exactamente, me regaló un delantal, una escobita, un recogedor y un baldecito... ¡todo el kit! Entonces andaba por la casa barriendo las 24 horas del día.

¿Con esto quedé bien, no?

Soy Karol SevillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora