Extra // La ola de calor

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Estoy echada en mi cama al lado de Noah. Ambos estamos leyendo un libro. En mi caso es Los hombres que no amaban a las mujeres y, en el de Noah, Donde viven los monstruos.

Hace un calor insoportable. En verano en Londres no suele hacer tanto, pero se ve que estamos en plena ola de calor. Noah lleva solo sus calzoncillos de planetas y yo una camiseta y unas bragas.

—Yo también quelo ser un montruo, Ali —dice el pequeño tras leer otra página de su libro—. Pelo estos no son como Nessie.

—No, no lo son. —Niego con la cabeza.

Hace un par de semanas que volvimos de Escocia y él sigue obsesionado con el Monstruo del lago Ness. Quién fuera un niño para emocionarse tanto con este tipo de cosas...

—Tengo calor —se queja, cambiando de tema.

—Yo también —contesto, suspirando—. ¿Quieres ir al parque?

—¿Con Fank y Deena? —pregunta, ilusionado.

—No lo sé —contesto—. Con Deena, a lo mejor.

Frank está completamente desaparecido, está en una de esas épocas de pasar de todo, así que dudo que venga. Deena está embarazada y algo estresada, así que creo que le irá bien. A ver si Louis vuelve de su viaje antes de lo que toca y por fin le dice lo del bebé, y si de paso echan un polvo y a Deena se le quita el estrés, perfecto.

Le mando un mensaje a Deena preguntándole si le apetece ir al parque, pero ella me contesta que en menos de una hora tiene que entrar a trabajar de nuevo. De verdad que odio que tenga que estar trabajando tanto. Le ofrecí ayudarla con parte de la herencia de mi padre, y más ahora que va a tener a mi sobrino, porque realmente no quiero ese dinero, pero me dijo que no. Es tan orgullosa cuando quiere...

—Parece que nos vamos tú y yo solos —le digo a Noah, y él se encoge de hombros—. ¿Quieres que le diga algo a Sophie?

Su rostro se ilumina y asiente efusivamente. Río y marco el número de Angela, ya que ella no mira demasiado los mensajes.

Tras hablar con ella, quedamos en que pasaremos a buscar a Sophie en media hora. Visto a Noah con un bañador, pantalones, camiseta y unas sandalias y, tras vestirme yo también y coger algo para almorzar, salimos de casa. Por el camino a casa de los Alden pasamos por una tienda y Noah insiste en comprar globos de agua.

Nos llevamos a Sophie a Hyde Park en metro, ya que hace demasiado calor y sol como para ir caminando, y Noah le cuenta sobre el libro que está leyendo.

—Max se conviete en el rey de los montruos —le explica, y la pequeña asiente con entusiasmo—. Pelo no se parecen a Nessie.

—No vimos a Nessie —dice Sophie, con tristeza—. Tenemos que volved a buscalo.

Sonrío al escuchar su conversación y, cuando llegamos a la parada de metro correcta, aviso a los pequeños y bajamos. Sophie y Noah hacen una carrera para subir las escaleras lo más rápido que pueden —que es una velocidad bastante reducida— y cuando salimos nos dirigimos a la entrada del parque.

Noah y Sophie juegan al pilla-pilla, y me veo obligada a hacerles parar unos segundos para ponerles una gorra a cada uno. Hace un sol muy intenso y no quiero que se mareen. También les pongo crema solar, y entonces dejo que sigan jugando.

Me instalo en el césped con una toalla, y pongo otra grande para los niños. Ellos siguen jugando y saco mi libro, pero entonces Noah grita con emoción.

—¡Hemos compado globitos! —le dice a su amiga, y corren hacia mí.

Suspiro por lo poco que ha durado mi calma y me levanto. Saco el paquete de globos de agua de la bolsa y ellos me miran, expectantes.

—Vamos a rellenarlos en esa fuente —digo, y me siguen corriendo hacia allí.

Voy rellenando y anudando los globos y lo dejo en el cubo que hemos traído justo para eso. Noah da saltitos de la emoción y Sophie mira maravillada cómo los globos se van llenando de agua.

—¿Podemos empezar ya la guela? —me pregunta Noah con impaciencia.

—Aún no, espérate un momento —contesto, intentando concentrarme en llenar los globos.

En cuanto termino, cojo el cubo lleno y lo llevo hasta la zona de césped del parque. Tanto Noah como Sophie cogen todos los globos que les caben en las manos y salen corriendo, persiguiéndose el uno al otro y tirándoselos. Entonces pasa un niño con su madre y veo a Noah levantando el globo hacia él.

Oh, no.

Salgo corriendo hacia él para evitar que lo haga, pero le tira el globo al niño de todos modos. Este rebienta en su torso, mojándolo por completo y me quedo quieta, esperando una reacción. El niño se queda parado unos segundos, pero de pronto empieza a reír y le roba un globo a Sophie para tirárselo a Noah.

***

No sé ni cómo ha ocurrido, pero ahora se han sumado tres niños más a la batalla, y agradezco haber comprado dos bolsas más de globos. Los relleno como una esclava con la ayuda de una de las madres de los niños.

—Tuviste a los niños muy joven, ¿no? —me pregunta una de ellas pero no veo intenciones de juzgar en ella, solo lo dice con curiosidad.

—Oh, no, no. El niño rubio, Noah, es mi hermano. Sophie es amiga suya —explico, y ella asiente con la cabeza.

—Es genial que pases tiempo con tu hermano pequeño. —Sonríe— Hay pocas chicas que hagan eso.

Terminamos de rellenarlos y veo a Liam llegando a donde se está llevando a cabo esta especie de batalla campal infantil. Sophie y Noah lo ven venir y van corriendo hacia él, tirándole globos hasta que queda empapado. Me río, aunque a mí también me han tirado antes y estoy igual de mojada.

Voy hacia él, quien gruñe de frustración al verse empapado de golpe, y lo beso rápidamente antes de reírme de él.

—No te rías, que tú estás igual —me recuerda, y pasa un brazo por mis hombros.

Me pongo a hablar con él de pie, descuidando mi mochila, que sigue en el césped al lado de la toalla, y de repente escucho una risa muy fuerte que sin duda pertenece a Noah.

—¡Mila, resbala! —grita, divertido—. ¡Pelo no se rompe!

Me giro hacia él y mis ojos se abren de par en par.

No sé cómo ha llegado el condón a sus manos. Sí, tiene pinta de que lo han sacado de mi bolsa, pero el cómo lo han encontrado, cómo han rasgado el envoltorio y cómo lo han llenado y anudado se escapa de mi conocimiento.

—¡Eso no se toca, Noah! —exclamo, yendo hacia él mientras Liam se muere de la risa.

—¡Es muy divetido! —contesta él, entusiasmado, y le quito el "globo" de las manos.

Miro a mi alrededor y veo que los parientes de los demás niños se lo han tomado con humor, porque ahora no estoy para aguantar una regañina de parte de un adulto.

—Noah, te he dicho muchas veces que no toques mis cosas sin mi permiso —le digo.

—Es que no quedaban globitos. —Sophie sale en su defensa.

Mando a Liam a comprar más globos en una tienda justo al lado y al poco rato están volviendo a tirárselos como unos locos.

Al final del día tanto Noah como Sophie no pueden con su alma. Dejamos a Soph en su casa al borde de la somnolencia y su madre nos invita a cenar. Noah y Sophie terminan quedándose dormidos en el sofá, así que Johan les prepara una cama y, como ya es tarde, Liam y yo nos quedamos a dormir en su antigua habitación.

Extras - Saga SmeedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora