Llamaron a la puerta tres veces como siempre lo hacían, Alden abrió los ojos de golpe. Estaba empapado en sudor, y respiraba con dificultad.
—Ya voy... —dijo adormilado dando pasos a la puerta.
Antes de que la mano izquierda tocase el pomo de la puerta Alden se detuvo un instante, recordando lo que pasó la última vez que abrió una puerta sin saber exactamente quien estaba detrás de esta. Su somnolencia desapareció por completo y sin querer cada parte de su cuerpo se puso en tensión.
—¿Quién es? —preguntó sin rastro de adormecimiento en la voz.
—Abre de una vez, Alden —respondió la voz con fastidio mientras tocaba la puerta imperante otras tres veces—, soy yo Erina. Vine a traerte el desayuno.
Alden respiro aliviado, y con presteza abrió la puerta para dejar entrar a Erina. La mucama traía consigo, empujando más bien, un carrito de comida con cuatro platillos sobre su superficie. A Alden casi le pasa una rueda de la mesa por el pie.
—Buenos días, bello durmiente —dijo como saludo la mucama de ojos marrones y sonrisa fácil—. ¿Cómo amaneces?
—Bien —contestó el otro frotando su nuca con la mano de latón—, feliz de que no me pises el pie.
—Ah, perdón, no vi por donde iba —se disculpó aunque por la forma en que sonreía con suficiencia le hacía a Alden tener sus reservas.
—¿Cómo están las cosas en las calles? —preguntó cambiando de tema.
—Pues...como siempre sucias y despiedadas —contestó Erina encogiéndose de hombros—, preguntas lo mismo desde hace una semana. Sabes que falta poco para el semanario, ¿no?
—Solo tengo curiosidad —dijo Alden acercándose a la mesa con el desayuno—, que bien huele dale mis felicitaciones a la chef —comentó descubriendo uno de los platillos.
La mano de Erina cayó como un mazo sobre la de Alden haciendo que este volviese a tapar el plato. El muchacho miró con una ceja alzada a la mucama quien a su vez le miraba entre severa y divertida.
—Primero toma un baño, apestas a sudor —dijo ella.
—¿Tan mal así? ¿No puede esperar a que termine de desayunar?
—¿Eres alérgico al agua?
—Necesito energías para enfrentarme al agua...—dijo Alden tomando una galleta salada del carrito.
Salió disparado hacia el cuarto de baño anexo a la habitación con las protestas de Erina de fondo. Después de desvestirse entró en la bañera y, teniendo cuidado de no mojar su prótesis de latón (aunque el doctor Spellwell le aseguró que el funcionamiento del Bracchium no sería afectado en modo alguno por la humedad), dejó correr el agua. Intentó equilibrar el tipo de agua, pero no tuvo mucho éxito en ello y solo consiguió quemarse con el agua de la bañera. Como Alden no era del tipo de personas que se distrae en las bañeras solo estuvo en ella el tiempo estrictamente necesario para restregar su cuerpo con una esponja y jabón. Al salir de ella se cubrió con una toalla y se secó con premura.
—¿Erina? —llamó a la mucama desde detrás de la puerta, podía escuchar como ella limpiaba su habitación—. Entré aquí sin ropa limpia que ponerme, ¿me pasarías unas que están en los cajones del armario? —pidió con cierta timidez.
Antes de que pudiese siquiera recordar que olvidó echar el seguro a la puerta, ésta se abría y la cabeza cubierta por la cofia de Erina se asomaba por la pequeña apertura, la mujer cubría sus ojos con una mano aunque tenía los dedos ligeramente separados para mirar.

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Mentes de Humo
AdventureLa poderosa Era Industrial, llena de progreso y avances de todo tipo. También el tiempo más violento que se pudo apreciar en la tierra, con tiempos de revolución, seguimos la vida de Alden Teratos un hombre con el corazón correcto para la época inco...