Con la llegada de la primavera

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Era temprano por la mañana cuando la luz del sol me despertó. La ventana de mi cuarto estaba abierta, por lo que una leve brisa fresca entraba por ella moviendo suavemente mis cortinas.
Hoy es un día muy especial para mí; esperé por mucho tiempo imaginándome cómo sería. Tengo una mezcla de emociones que no puedo controlar: desde la felicidad, hacia la ansiedad, tengo muchos nervios y un poco de miedo también. Después de todo, no sé cómo será nuestro reencuentro luego de ocho años sin saber nada la una de la otra.
Mi mejor amiga se había ido a estudiar al extranjero luego de terminar la preparatoria y, por decisión propia, optó por no tener contacto conmigo. No la culpo, creo que yo habiendo estado en su lugar tal vez hubiera hecho lo mismo, pero jamás lo sabré con exactitud.

Luego de haber tomado un baño, cambiarme, peinarme, ponerme perfume y maquillarme un poco, tomé mi collar en forma de corazón y, como siempre, lo coloqué en mi cuello.

—Moa, ¿estás lista? —escuché gritar a mi madre desde el piso de abajo.

—Sí, ¡en seguida bajo! —respondí.

Tomé mi celular y vi la hora. Marcaban las 9:30. En ese momento mi corazón se aceleró un poco y los nervios que vengo sintiendo estos últimos días regresaron. Por fin iba a volver a ver a Suzuka luego de ocho años.
Me pregunto si habrá cambiado en algo. Tengo tantas cosas que preguntarle, pero, sin embargo, no sé cómo voy a comenzar la conversación. No sé qué decir cuando la vea, no sé si voy a sonreír o si voy a llorar. Tal vez incluso termine descargando el enojo y la impotencia que sentí al enterarme que por todos esos años no sabría nada de ella, porque, vamos, más allá de que no la culpé, entendí y respeté su decisión, no quiere decir que no me haya dolido.

—Entonces, ¿nos vamos? —preguntó mi padre.

—Sí, ya todo está listo.

Habíamos quedado con la madre de Suzuka en que iríamos todos juntos a recibirla, pero mis padres a último momento avisaron que no podrían ir porque tenían una junta de trabajo, así que sólo me dejarían en su casa.

—¿Estás emocionada por el regreso de Suzuka? —interrogó mamá.

—Mmm, no lo sé... Creo que estoy más nerviosa que otra cosa.

—Ya verás que todo irá bien —dijo. Se la notaba feliz desde que supo que Suu regresaría—. Ah, por cierto, ten —agregó entregándome un paquete—. Pensamos en comprarle un regalo a Suu-chan ya que no pudimos ir a recibirla. Dile que lo sentimos y que la esperamos en casa para verla.

—¿En casa? —cuestioné sin entender.

—¿Es que acaso no piensas traerla a casa para que la vea, luego de tantos años sin saber nada de ella?

—Pues sí, pero dudo que sea hoy, ma... y tampoco en estos días. Yo creo que primero va a querer acomodar sus cosas y descansar un poco antes de empezar a ir de casa en casa.

—Tienes razón. Pero no importa, tú sólo dile eso.

—Claro... —contesté alargando mis palabras mientras rodeaba mis ojos.

—¿Y qué piensas hacer hoy? ¿Te quedarás en su casa a dormir como en los viejos tiempos?

—Mmm, no lo sé. No creo que ella quiera que me quede allí.

–¿Por qué no? Antes solían dormir juntas casi todos los días.

–Exacto, mamá... antes.

–Claro, cariño... Pero si te quedas me avisas.

—Bien —respondí casi sin ánimos.

Sinceramente pasar la noche con Suzuka no lo veía como una posibilidad. Ocurrieron muchas cosas en estos últimos años y no creo poder hacerlo aún si ella me lo propusiera. Primero y principal, porque todavía no sé ni cómo la veré a los ojos... Y luego viene la parte donde hay sentimientos de por medio sin resolver; por ambas partes.

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