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Los inicios de aquella vida; la muerte de mi padre y el suicidio de mi madre. Y yo, yo que era solo un estúpido que no entendía o no deseaba entenderlo; con catorce años, me sentía en la cima del mundo, nadie había que me pudiera decir que debía sentir pena por una familia que casi no conocía.

El hombre y mujer que estaban en el ataúd solo con horas de diferencia en su muerte. Eran mis padres, los que pasaban gran parte del tiempo ocupados en lo suyo, los que... me veían y decían que tenía que ser alguien por mí mismo y no estorbar en el camino de los demás. Nada me dieron, nada más que lo materia y ver a ambos con sus amantes de turnos de vez en vez, ya que la casa pasaba mayormente sola.

Llegue así, a la casa de una familia bien constituida, tan perfecta que en mi vida comencé a sentir algo que jamás había sentido; envidia. Cada vez que los veía, la comezón dentro de mí crecía. Comencé a pensar "¿Cómo será si algo estropeara esta perfección?"

Mis tíos, aquel hombre y mujer que sonreían ante mí como si fuera un niño lastimado, como si estuviera que recibir lastima ¡Lástima! quien tenía las mejores prendas, una cuantiosa cuenta en el banco y un brillante futuro como médico. Y sí, me tenían lastima.

Enamore a su hija con la única intención de que me dejaran de lado, que aquellas sonrisas desaparecieran, pero... cuando la comencé a conocer mejor y me di cuenta que su belleza no era lo único rescatable de ella, ocurrió lo que no esperaba; me enamore.

Trate entonces de que ella no se enamorara de mí, pero ya era tarde. Primos hermanos, en una familia conservadora, no era lo que deseaba... deseaba mostrarles que su familia no era perfecta, que ellos eran los que daban lastima y en ese momento, solo me di cuenta que la deseaba mía, no pude evitar reclamarla al verme aceptado, nos iríamos cuando cumpliéramos la mayoría de edad. Pero, nos descubrieron... al verle tratar de protegerme me di cuenta que no deseaba que ella se alejara de los padres que amaba. Me fui, hiriéndola a ella y a mis tíos; negué el amor que sentía por ella, calle las suplicas porque me dejaran estar con ella y me fui...

Me aferre a los estudios y mi único contacto fue Onigumo, hasta que sus palabras solo las sentía como dagas y me aleje de él también. En medio año, rehíce mi vida sin jamás olvidarla, la madre de Miroku era una mujer cálida que con su afecto menguaba mi suplicio, sin embargo era de cuerpo débil y poco tiempo después de tener a Miroku falleció.

Luego de un tiempo, cuando Miroku tenía 9 años, Onigumo me reencontró y solo me mando un corto mensaje.

"tus tíos han muerto.

Ella ha luchado sola hasta ahora, no lo sabes, pero tienes un hijo. Irasue abandono a sus padres cuando lo supo ¿Qué harás?

No crees que ya te has equivocado lo suficiente. No fuiste un hombre en ese entonces; intenta serlo ahora al menos con tu hijo"

De inmediato volví a mi país natal. No lo sabía; pero no era excusa para no haber estado ahí ¿Qué tipo de chico seria? ¿Cómo estaría Irasue? ¿Por qué no me lo dijo? ¿de cuánto estaba cuando me fui? Y aun así, nada de eso me importo cuando la volví a ver. Su belleza se había acrecentado, su carácter endurecido. No me dejo siquiera verlo a lo lejos, ni que me quedara mucho tiempo al lado de ella. Me odiaba y era comprensible.

Le presente a Miroku y ella lo dejo a él conocer a su hermano, sin decirle que lo era... jugaban en la casa de su amiga que cuidaba de su hijo mientras ella trabajaba. Su amiga tenía a un pequeño, hijo de Onigumo, que solo tenía meses...

Magnolia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora