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Kouga se veía correr siendo perseguido por una manada de lobos. No huía; él los lideraba; no solo a ellos, cada bestia en ese territorio debía seguir sus órdenes. La aldea de los humanos estaba cerca y a menudo se introducían en el bosque para cazar. Por años fue normal y vivían en armonía, pues el trato era que cazaran lo esencial para sobre vivir sin dañar el bosque en sí y él se encargaría de mantener a las bestias en el bosque. Pero este trato ya no era seguido por los humanos y por ello, Kouga hería de gravedad o incluso le daba trabajo al recolector de almas, que al igual que todo había cambiado de como él lo conoció por primera vez, ya no recordaba el rostro de aquel ente que se ocultaba bajo un manto negro y lo único que sabía era que había sido culpa de un humano.

Los humanos al ver la situación comenzaron a enviar guerreros para que mataran a Kouga, pero ninguno fue capaz de lograrlo.

Corría con el afán de encontrar al lobezno perdido de su manada, perdido hacía unos cuatro días desde la última vez que lo vio. El aroma que llegó a él lo condujo a una cueva encontrando al lobezno recostado y con una de sus patas vendadas.

–¡no le hagas nada! –escucho un grito sintiendo el golpe de un palo en su espalda, aun si nada le hizo el golpe estaba sorprendido.

Un chico de unos veinte, delgado, sucio, visiblemente cansado que a sus pies habían unos peces. El palo y las manos de este temblaban, pero lo mirada decidido.

–¡tú... Humano! –gruño Kouga pensándolo responsable de la herida del lobezno.

–no te atrevas a dañarlo. No dejare que una bestia como tú lo dañe. Llévate los peces –se agacho tomándolos y tirándolos al pecho de Kouga.

Sorprendido Kouga lo miro y a los pescados en el suelo, una ofrenda para que se vaya... sonrió con malicia y los levanto.

Los días pasan y día tras día el muchacho se ve cada vez más delgado... le da su comida al lobezno y él solo bebe agua. Un ave paso sobre la cabeza de Kouga y lo cazo dejándolo en la salida de la cueva escondiéndose. El muchacho lo acaricio y se lo dio al lobezno que ahora se veía con mucho más fuerza. Hasta que un día... el humano se desmayó... extrañamente sobresaltado Kouga lo tomo y lo llevo a las afuera de la ciudad.

Ese chico era diferente, ese chico era capaz de dar su vida por un ser... se encontró a él viendo si este volvía, olisqueaba el viento buscando su fragancia, recordaba las risas que le brindaba al lobezno, la mirada que le brindo...

Al tiempo el muchacho volvió, mas repuesto y Kouga creyendo que el deseo que tenía por este era la ambición de devorarlo. Lo ataco cayendo encima de él mordiendo el hombro de quien peleaba por su vida, no se equivocaba en el pensamiento de que su carne era deliciosa, pero al oír el grito de dolor freno en seco, soltando su mordida. El terror en los ojos de quien estaba bajo de él le presiono su pecho, las lágrimas que recorrían desde esos ojos y se desaparecían entre sus cabellos... toco la herida viendo la cara de dolor quitándola de inmediato.

–...perdón... –dijo trémulo antes de saltar alejándose de él y adentrándose en el bosque.

Demasiados pensamientos y sentimientos lo invadieron, y el no saber qué hacer; solo pudo preguntar a ese ente que acudía en los lechos de muerte. Quien solo le dijo "los humanos no van donde los espíritus van. Ellos tienen vidas cortas, pero almas eternas y ustedes, largas vidas y solo el retorno a la tierra... solo te quedara la soledad luego de que él se vaya"

Sabía aquello muy bien y antes jamás le había importado, pero, ahora... algo dentro de él lo estremecía dolorosamente. Deseaba ir por ese humano incluso si eso significaba entrar en los dominios de los humanos... pero... el rostro de terror del muchacho agobiaba su corazón.

Magnolia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora