Caballero británico

131 10 4
                                    

ADVERTENCIA: Muchos feels, vocabulario un poco grosero, referencia a opio y Guerra del Opio. Ligeramente largo.

Inglaterra llegó con un sastre y mucha tela. Hong Kong le miraba con cara de aburrimiento, sabía que le tomarían medidas para hacerle un traje elegante para su fiesta. A Inglaterra le gustaba la elegancia ante todo y desde que Hong Kong era pequeño lo vestía con pequeños trajes con tirantes. Debería estar acostumbrado a vestir así, como la moda de la época lo dictaminaba, pero de algún modo extrañaba vestir su qipao rojo de seda. Era extraño, ya que él ya había crecido y obviamente no le quedaría.

Pensó en todos esos momentos que pasó en Casa de China. Se recordaba haciéndoles bromas a Macau y Taiwan. Recordaba como la pequeña Taiwan se enojaba con Hong Kong por tomar sus pasadores y ponerselos a Macau. Incluso recordaba a China regañandolos por escandalosos.

—Tierra llamando a León —dijo Inglaterra mientras sacudía una mano frente a Hong Kong.

Él no contestó, solo se levantó para que el sastre pudiese hacer su trabajo.

Inglaterra pudo notar esa actitud, y se preguntó si era causa de la adolescencia o nostalgia por su hogar.

Una vez que el sastre terminó de tomar medidas, Hong se dirigió a su habitación y se encerró. Sentía una sensación de tristeza que no había sentido antes. Tomó su pequeño qipao, el cual estaba oculto en lo profundo de su armario. Se acostó en su cama y abrazó su qipao como si fuese su panda.

Pronto se quedó profundamente dormido...

Era de madrugada. Hong sintió una fresca brisa, como si estuviese fuera de casa. Pronto abrió los ojos y se encontró con la oscuridad. Miró hacia arriba y logró reconocer el magnífico cielo estrellado que solo se ve en Casa de China. Miró la gran luna llena que iluminaba el cielo, recordó a China contándole historias mientras miraban el cielo nocturno. Una vez China le había contado acerca del Dìjiāng, una criatura que se encuentra en la montaña celestial junto con grandes cantidades de metal y jade.

"Era una criatura grande, emplumada y dotada de cuatro alas. No tenía rostro, ni orificios de algún tipo, pero si tenía seis patas y cola. Su color era rojo amarillento, así como el fuego. Era un pajaro divino al cual le gustaba bailar y cantar...Un día, sus invitados se sintieron mal de la torpe criatura sin rostro ni orificios, así que trataron de abrirle algunos. Lo picaron en todo el cuerpo, pero lo único que lograron fue que la criatura muriera".  Recordó las palabras de China acerca de esa criatura.

Al mismo tiempo recordó un libro que Inglaterra le había regalado en su cumpleaños, también se mencionaba a un ave de fuego, aunque en realidad el Ave Fénix tenía más parecido al Fènghuáng.

Siguió caminando por el paraíso familiar. Se dio cuenta de que estaba en un bosque de bambú, estaba en Casa de China. No sabía cómo había llegado hasta allí, pero eso no le hacía sentir extraño. Le hacía entrar en calidez a pesar del frío de la madrugada.

De pronto, vio unas siluetas indistinguibles. Por instinto se escondió lo mejor que pudo. Poco a poco sus ojos se adaptaron y logró ver dos siluetas. Eran Inglaterra y China. Hong Kong salió rápidamente de su escondite y corrió hacia ellos. Sin embargo, se detuvo abruptamente cuando vio que China cargaba algo en brazos. Ellos no notaron su presencia, pero aún así se escondió cerca para escuchar de lo que hablaban.

—...él será muy importante, aru. Tiene que quedarse aquí.

—La Reina está contenta por el niño. Lo considera el puente entre occidente y oriente. Esto reforzará más nuestra alianza como países. Si ambos trabajamos juntos, un día él crecerá incluso más que nosotros.

¡Feliz Cumpleaños, Hong Kong!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora