Bien. Tal vez la mirada animal no tenía nada de malo, sobre todo
cuando provenía de unos ojos color plata.
¿Qué diablos iba mal conmigo? Al parecer más de lo que todos
creían y comenzaba a temer que Lucas tuviera razón. Ser normal no
podía ser tan malo.
Inhalé lentamente, reteniendo el aire segundo a segundo.
Los recuerdos no llegaron todos a la vez. Hubiera sido genial, lo
admito. Sin embargo solo se trató de un par de imágenes, aunque más
que eso eran sensaciones. Era como si hubieran alterado detalles vitales
de mis experiencias, dándole un sentido completamente opuesto a mis
memorias. La parte buena es que parecían haber vuelto a mí los
acontecimientos esenciales. La parte mala es que ya no tenía el recuerdo
de una pacífica noche de sábado en mi cama, sino el de mi cuerpo
siendo desangrado en plena calle, entre un cúmulo de restos de una
vieja construcción.Contuve la respiración, atónita. No daba crédito a lo que recordaba,
mientras, en un acto inocente, me ocultaba bajo las mantas de mi cama.
Era absurdo creer que dos centímetros de tela me protegerían de una
máquina asesina, pero no era fácil pensar con coherencia cuando lo
único que tenías en la cabeza era la imagen de un montón de sangre
goteando por tus ropas, formando un charco en tus pies. Bien, pues
eso era justamente en lo único que podía pensar, pero eso no era nada
en comparación al dolor que secundó a la imagen.
Cerré los ojos, ignorando la carcajada que soltaba mi acompañante.
Nathan continuaba a mi lado, al parecer sin intenciones de querer
comerme esta noche. Por un instante, tengo que admitir, me planteé la
idea de que no era más que un tipo enfermo que me había drogado.
Era una excusa bastante razonable, sobretodo porque él continuaba
riéndose como si se tratara de la cosa más graciosa del universo.
¿Cómo diablos no había despertado mi mamá con tamaño
escándalo?
¡Dios bendito, probablemente la había matado y yo seguía aquí,
oculta como una idiota bajo las frazadas, sin poder ayudarla!—Puedes dejar el drama. Espera un momento ¿Esa morena sexy es
tu madre? —Soltó un silbido—. ¡Vaya! Eres todo un caso, ¿lo sabías? Si
es así, puedes estar tranquila, está sana y salva. Confía en mí, se veía en
muy buen estado cuando llegó hace...—comenzó a hacer tiempo
como si le costara recordar, no es que yo necesitara su respuesta para
saber que ella había llegado tarde, si es que había llegado. Es decir, era
mi madre de quien estábamos hablando después de todo.
Me puse en alerta de golpe cuando lo sentí moverse de mi cama; fue
algo suave, típico de un vampiro supongo. Si existen pautas para lidiar
con un vampiro, realmente me gustaría saber en dónde las venden para
conseguir una copia o, tal vez, bajarla de Internet. Algo así como
manual de supervivencia ante una inminente invasión vampírica. He
sido fanática del género por menos tiempo del que me gustaría admitir,
pero ninguno de los libros mencionaba la parte oscura. Vale, puede que
uno que otro lo hiciera, pero siempre resultaba ser el antagonista quien
mordía feo.
—Eso es porque no has leído los clásicos, ¿Siquiera has leído
Drácula?Ignoré su comentario, él solo quería asustarme. Quizá si se
alimentara de una manera más delicada, el dolor de su mordida sería
soportable.
—No lo hará —dijo él, otra vez haciendo honor a su naturaleza
impertinente y deteniéndose en la puerta de mi alcoba.
—¿Hacia dónde vas?
—A ningún lado en particular
—¿Entonces?
Exhaló un suspiro.
—Parecías necesitar tiempo a solas.
—¿Qué sabes tú?
—Bastante, desde que puedo leer tu mente...
Me dije a mí misma que responderle solo aumentaría su diversión,
porque por enfermo que pareciera, él se la estaba pasando en grande.
No había otro modo de explicar la sonrisa en su cara. Era una sonrisa
sexy, sádica, cruel, doblemente sexy. Bien, todo eso, pero en uno.
Una jodida bomba para el corazón.
—Bien, sobre eso... ¿Puedes controlarlo?
—Desde luego, de otro modo me volvería loco ¿no te parece?—Sí —balbuceé, resistiendo las ganas de caminar hasta donde
estaba él, observándome con la cabeza descansando contra mi puerta.
—Podrías... ya sabes.
—¿Dejar de meterme en tu cabeza?
—¡Exacto!
—Sí —una pausa—, eventualmente podría —se llevó una mano a
su mandíbula, luciendo mortalmente serio—.Pero sería aburrido, así
que olvídalo.
—Eres un cerdo.
Nathan hizo una mueca de molestia, pero no dijo nada, a no ser que
rodar los ojos fuera algo. Bien, al parecer cerdo era la palabra mágica
para quitar de su rostro la sonrisa sardónica.
Cuando finalmente salí de la cama, tenía la mejor de las intenciones;
había pensado en dialogar con él, para así llegar a un acuerdo menos
arbitrario. No como “ese” acuerdo al que tanto se refería él, sino uno
mejor, más sensato, sobre todo uno que yo pudiera recordar haber
aceptado. Salvo que cuando mi pie tocó la alfombra de mi cuarto ya no
tenía recuerdos falsos que protegieran mi salud emocional y lo cierto es
que saber la verdad era jodidamente malo y a la vez, vergonzoso
porque ya no traía la ropa de la escuela.Oh mierda, ¿Nathan me había desnudado?
—¿No crees que vamos un poco rápido? —le espeté, esperando que
saliera con algún comentario mordaz que me dejara fuera de combate.
Honestamente, lo estaba deseando, en cambio todo lo que dijo fue.
—No lo creo.
—¿Crees en algo? —pregunté sarcásticamente. Solo quería ganar
tiempo para aplacar mi nerviosismo. Cuando tienes frente a ti al objeto
de tus fantasías, todas las cosas que pensaste te gustaría hacer y decir
parecen ser inútiles. Yo alucinaba con secuestrar a Robert Paterson o
Ian Somerhot y ahora estoy aquí, prácticamente secuestrada en mi
propio cuarto con una copia mejorada de ambos, y sin lograr llegar a
nada. A nada parecido a mis fantasías al menos.
—Desde luego, creo en mí —su respuesta no me incomodó tanto
como su rostro prácticamente tocando al mío. Jesucristo, este tipo no
conocía el significado del espacio íntimo personal.
—¿Sabes al menos el significado de la humildad?
—Por supuesto, es algo así como el premio de consuelo para los
feos, fracasados, conformistas, entre otros perdedores ¿no?
—Eres...
—Toma un respiro, estoy bromeando.No era cierto, al menos no en la primera parte.
—¿Qué paso con mi ropa?
Tan solo se encogió de hombros antes de admitir que la había
tirado.
—No sé cómo lo harás tú, pero en mi caso las cosas cuestan dinero.
—No eres nada divertida.
Lo miré con perplejidad.
—¿En serio? Primero, no soy un maldito payaso y segundo, quién
puede ser divertido si es acosado por un vampiro o bestia sobrenatural
que te hace una lobotomía jaquecosa, después de casi desgarrarte el
cuello a mordiscos.
Dije levantando la voz. El nerviosismo de la que había sido presa
momentos antes, se había ido a la mierda.
—Baja la voz, no querrás despertar a tu madre.
—No está.
Nathan vaciló por un instante antes de decir:
—¿Cómo lo sabes?
Hay cosas que no quieres admitir ante nadie, ni siquiera frente a un
vampiro súper sexy que puede leer tu mente y esta era una de esas
cosas.Él no tenía por qué saber sobre mis complejos familiares.
—Porque de otro modo no te hubieras reído tan fuerte.
—Sabes Mica —pronunció las palabras muy cerca de mi rostro,
logrando que mi estómago comenzara a revolverse. Cubrí mis piernas
desnudas con la colcha, deseando haber aprovechado el tiempo a solas
que Nate me había ofrecido momentos antes—, no sabes mentir.
Me eché a reír sin poder evitarlo, mientras sentía su mano revolver
mi cabello.
—No estés triste, no te voy a comer —murmuró, insinuando una
sonrisa.
—Honestamente, no es nada halagador que me hables así.
—¿Cómo? —me preguntó, alejándose.
—Justo como lo haces ahora, tan... —dudé, cuando me miraba de
ese modo, era jodidamente difícil que mi cerebro y lengua
conectaran—, tan... ya sabes, condescendiente. Como si me estuvieras
haciendo un maldito favor al no comerme.
—¿Acaso no lo estoy haciendo? —contestó amablemente, pero no
mordí el anzuelo y respondí sabiendo que me iba a terminar tragando
las palabras tarde o temprano, aunque esperaba que fuera más tarde.—¡Desde luego que no! ¿De verdad crees qué me voy a quedar así
tan campante, mientras tú te das vida de romano bulímico a mi costa?
—Pensé que tú y yo teníamos un trato.
Otra vez el maldito trato
—¿En el que me chupas la sangre hasta secarme?
—¡Desde luego! ¿Qué pensabas?, ¿qué te haría toda clase de favores
sexuales mientras tú rogabas por ser convertida?
No pude rebatirlo...
—Por todos los cielos, qué mierda has estado leyendo todo este
tiempo, ¿Ocaso?
—Ahora estoy leyendo Conversaciones con un Inmortal de Ann Rose —
dije. Sabía de sobra que no todos opinaban lo mismo que yo sobre
Ocaso y ya me habían hecho suficiente bullying por eso. No pensaba
darle el gusto a un vampiro sádico, también.
Nathan puso sus ojos en blanco y se estiró sobre mi cama, lucía
bastante humano haciendo eso, exceptuando los colmillos que
sobresalían de su boca, claro.
—Solo para que te quede claro, soy heterosexual y jamás, en todos
mis años, he conocido un maldito vampiro virgen. Además, a partir de
hoy vas a mantener tu nariz alejada de tanta fantasía.—¿Y si no quiero? No recuerdo haber firmado ningún contrato, ¿o
sí?
—La sangre, firmaste con tu sangre. Ok, da igual, de todas formas
no es que tengas muchas opciones. Terminarás haciéndolo quieras o
no.
Odiaba admitir que él tuviera la razón.
Resistí el deseo de incrustar mi puño en su boca, en la mejor de mis
fantasías, le rompería la mandíbula, pero en la realidad el maldito me
rompería los nudillos. Y me acababa de prometer que no le daría una
sola gota de sangre esta noche.
—Ya bebí suficiente por hoy —admitió después de dar una mirada
indiferente a mi cuerpo—, no te preocupes estoy satisfecho.
—Querrás decir que ya me vaciaste lo suficiente por hoy. De todos
modos no pretendía alimentarte —le dije, imitando su voz alegre y casi
cálida, como si estuviéramos bromeando entre amigos, excepto que se
trataba de mi verdugo.
—Vamos cariño, pero si a ti te encanta que te agoten —murmuró,
con la voz entrecortada por la risa.No contesté, en su lugar me puse de pie y corrí hasta mi armario,
esperando encontrar un pantalón de chándal para cubrirme, pero todo
lo que hallé fue dos ojos grises derritiéndome con su calor.
—Tú quieres...
—Sí...—me encontré admitiendo, con una voz igualmente jadeante.
A pesar de que no estaba vestida para la ocasión, bueno no es como
si existiera un traje especial para cuando te vas a liar con un vampiro,
no me intimidó.
Di un paso hacia él y cuando su nariz rozó mi piel, mi cuerpo
flaqueó y me quedé sin fuerzas para luchar en contra del deseo.
Tampoco me paré a pensar en lo insignificante que era, incluso cuando
me sentía así del modo más extremo posible; como una pluma en
medio del más enorme huracán. No tenía otra forma de definirlo, no
cuando mis dientes castañeaban y menos aún, cuando mis dedos se
estremecían entorno a la piel de su cuello. Avancé aún más cuando un
vapor incitador se alojó en mi cuello... caliente y húmedo, justo como
la textura de sus labios al besar mi mandíbula y esta vez, mis manos se
aferraron muchísimo más fuerte a su cabello.Rogué por más y aquello pareció sorprenderlo, porque me miró
boquiabierto mientras giraba para darle un mejor acceso a mi yugular;
justo como deseaba, justo como él exigía. Ni siquiera se molestó en
fingir, lo escuché reír brevemente antes de atacar.
—Seré bueno —prometió. Su aliento había dejado un rastro cálido
sobre mi piel. Cerré los ojos y me mordí los labios para contener el
gemido de anticipación.
Luego, oí un sonido espantoso: piel desgarrándose.
Si su intención fue ser delicado, no lo noté, enterró sus colmillos de
forma deliberadamente cruel, justo como la mirada que me dio la
primera noche. La noche en que lo seguí y no escuché sus advertencias,
la noche en que cerramos el trato.
—¿Pensaste que sería algo sexy? —su boca se curvó en una sonrisa,
intentando parecer amistoso, pero no pasé por alto la rebeldía que
imperaba en sus facciones.
Maldición, casi me había arrancado la cabeza...
—Dijiste que sería solo un mordisco.—También te advertí que era bueno mintiendo, pero no quisiste
oírme. Te pedí que me dejaras en paz y no hiciste caso, claro, era
mucho más fácil jugar a «persigamos al vampiro», que actuar de forma
sensata.
—¿Qué sabes tú de sensatez?
—Nada, y ya ves como estoy. Volviendo al tema: tienes razón,
mentí. No me alegra, pero no puedo hacer nada para evitarlo. Es lo que
soy.
Dejó mi cuello en paz y me regaló una mirada extrañada mientras se
limpiaba los labios con el pulgar.
—Vamos
—¿Dónde? —Estúpida—. Quiero decir, no... ¡No! Claro que no iré
a ningún sitio contigo.
—Camina conmigo. Ven —me extendió su mano ¡Cómo si la fuera
a aceptar! Chupasangre engreído.
—Estás mordiéndote el labio—le dije.
—¿Y? ¿Tiene algo que ver?
—Claro, estás escondiendo una sonrisa ¿Cómo puedo tomar tus
dichos en serio, si te burlas de mí?Nathan tensó el rostro y me observó con expresión grave. Una línea
de confusión asomó entre sus cejas.
—Hablaba en serio. Yo siempre hablo en serio.
—¿Incluso cuando me mientes?
—Incluso cuando te miento—estuvo de acuerdo—. Es parte de la
diversión.
—No lo parece.
—Bueno, las cosas cambian cuando se está al otro lado de la vereda.
—Querrás decir, cuando se es mordido.
—Como sea, hablo en serio. Analizo muy bien mis palabras antes de
hablar. Esa es la maldición de tener mucho tiempo para pensar en ello,
terminas cuestionándote todo.
—Eres un maniaco del control.
Estaba segura de que debía haber por ahí otros vampiros con mejor
humor. Y de seguro menos amargados y violentos.
—Estás caminando por una línea muy delgada. Hay límites —
advirtió en voz baja.
—¿Límites?
—Sí —respondió con su mirada fija en mí—, entre lo que es
correcto y yo. Ahora sígueme.—Ya te dije que no iría
—Ambos sabemos que no tienes opción. Tenemos un trato,
¿recuerdas?
Rodé los ojos, mientras Nate continuaba argumentando.
—Mira, aquí te va una nueva cláusula. ¿Qué te parece si dejas de
lado esa actitud de adolescente irritada?, no va contigo. Además, ambos
tenemos mucho que ganar. Yo me ahorraré un montón de trabajo extra
al conseguir mi cena y tú, de ahora en adelante, no tendrás que
preocuparte que la sexy morena que tienes por madre sea mi cena.
Otra vez sus amenazas. Sentí mi cara calentarse, de seguro se me
habían enrojecido las mejillas.
—No pretendía ofenderte.
—Seguro que no.
De repente, tuve una imagen clara de mi madre. Su cabello marrón,
cortado en flecos rozándole el hombro. Sus ojos verdes, muchísimos
más claros que los míos. Hice una nota mental de cada una de las veces
que había oído a alguien decir lo sexy que era mamá.Desde que tenía memoria, mi mamá ha sido una mujer muy guapa.
Deslumbrante, para ser sincera. Había tenido a mi hermano mayor a los
quince y yo le seguí siete años más tarde, sobraba decir que cada vez
que nos confundían como hermanas, ella saltaba de emoción. Patético.
Cuando cumplí los once las cosas cambiaron en casa, mamá todavía
se encargaba de repetir que había sido culpa mía el hecho de que papá
se metiera en la cama de la madre de una de mis compañeras de
colegio, y hasta hace un tiempo yo también lo creía así. Y como está en
nuestra
naturaleza
humana
encontrar
otro
culpable,
ahora
responsabilizo a papá.
Después de todo, nadie lo obligó a meterse en la cama de otra mujer
y no, no estoy hablando en sentido figurado. Hablo de cama, del tipo
que involucra sábanas, sudor y sexo.
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Anatema
VampireDejé a Yania continuar con su lectura de Ocaso. Rodé los ojos cuando retomó el parloteo de lo sexy que sería tener los colmillos de vampiro atravesando su cuello. Yo había estado en esa posición y no había nada de sexy en que te mordieran, sobre tod...