Puertas cerradas

14 2 1
                                    


- Hijo, este año no podremos pagar ese máster. 

- Tengo algo ahorrado, mamá. Si me ayudases igual podríamos pagarlo ya este año.

- Es mucho dinero, Daniel - argumentó con tristeza -. Aún está pendiente de pago el funeral de tu padre. Además - hizo una pausa cargada de dramatismo, suspiró profundamente -, me han echado del colegio. Cada día se nos cierran más puertas, cariño, y ya no sé qué hacer para mantener esta familia y para mantener esta casa.

Se echó las manos al rostro y empezó a llorar. Nada de lo que dijera podría consolar a su madre. Nada podría hacer para empezar ese máster. Subió a su habitación y la impotencia se apoderó de él. Se escapaban las lágrimas de sus ojos como manantiales bravíos de rabia. Dio patadas a la cama sin consuelo, arrojó los cojines al parqué. Tras el arrebato, se sentó en una esquina del cuarto apoyando la espalda en la pared con serenidad melancólica. Ya no había un futuro. lo había visto de cerca, había olido su perfume cálido y tranquilo y se había esfumado. En un segundo se había esfumado. El esfuerzo y el sacrificio no iban a dar sus frutos y ahí estaba, acurrucado en una esquina ínfima del mundo, un punto insignificante en el mapa, una coordenada más en el globo. Inevitablemente, se acordó de Marga. Se sintió culpable de lo sucedido. No debió escurrir el bulto de esa forma. Aunque es cierto que si no la hubiese ayudado podría haber accedido a la beca, él escogió prestarle auxilio. En el fondo fue culpa suya. Cogió el teléfono y escogió su contacto. Pulsó el botón de llamada: "Lo sentimos. El número al que está llamando no está disponible o se encuentra fuera de cobertura en estos momentos. Por favor, inténtelo de nuevo más tarde". Decidió esperar.

Facebook estaba plagado de felicidad veraniega a mediados de junio. Las escapadas organizadas a toda prisa, una vez acabados los exámenes, invadían la red social. Todo eran sonrisas, aguas cristalinas, sol y fiestas. Mientras tanto, en la ciudad no había ningún plan interesante. Los pocos amigos de Dan estaban lejos, disfrutando de la vida sin preocuparse demasiado. Se sintió solo al ver que la amistad no estaba a su alcance. También sintió que había desaprovechado cuatro años de su vida para nada. No tuvo los años dorados de los que todo el mundo habla cuando cuenta sus hazañas universitarias con nostalgia. "Qué lástima", pensó, "no he sido joven todavía". 

El peregrinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora