Me levanté como alma que lleva el diablo.
Afuera todo estaba cubierto de una acendrada nieve. Me senté en la cama y el frío me recibió tosco. Miré mi reloj de muñeca y casi se me salen los ojos de la cara.
07:34 a.m
Iba a llegar tarde, ¡TARDE! Justo el día de la reunión de líderes. No podía llegar tarde hoy, eso me costaría parte de la calificación. No, no, no.
El piso frío hacía estremecer mis pies descalzos, aunque eso no era lo peor, todavía podía sentir rastros de alcohol en mi sistema atontando mis pensamientos y acciones. Tenía la garganta seca como un desierto y mi cabello no colaboraba con la tarea de economizar el tiempo. Estaba hecho una maraña.
Respiré de forma pesada. Estaba cansada, sin ganas de fingir que trabajaba y con muchas de mandar al demonio la carrera. Pero no, ¿abandonaría todo por un capricho que conseguiría darme satisfacción sólo por un breve tiempo? ¿Harías eso Sharon? ¿Lo has pensado bien? ¿Por qué arruinarías todo por lo que has trabajado estos cinco años día y noche? ¿Acaso eres tonta?
Miré el reloj nuevamente, había perdido tres minutos dialogando con mi otra yo tras el espejo. Me saboteaba a mi misma. Realmente el día no había empezado de la mejor manera.
Dejé el cepillo de dientes en su lugar y sonreí a mi yo de una realidad paralela. Sentí el fresco entrar por mi boca y mis labios enfriarse. Mis ojos se cerraron mientras recordaba sí debía llevar algo a la reunión a la par de que me peinaba.
Maldita sea, llegaba tarde.
No debí de haber ido a cenar ayer con los chicos, doble maldita sea.
¡Triple maldita sea!
Terminé de trenzar el cabello que de estar suelto, caía molestando mi vista. Me miré en el espejo constatando que las pequeñas trenzas estuviesen bien hechas, ¡Bien hecho Sharon, el primer punto del día! Sonreí complacida y tomadolas con delicadeza, las até por detrás con una pequeña liga plateada.
07:45 a.m,
Faltaban quince minutos para que las prácticas del día comenzaran. No pensaba llegar tarde y manchar mi perfecta planilla de notas y observaciones que el señor Nassú tenía para calificarme en mi tiempo de pasante. No tiraría por la borda dos meses de trabajo, no, no, no.
Apresure el paso hacia mi cuarto aún en ropa interior. Pateé una camisa azul que estaba en el suelo y con prisa comencé a buscar algo que ponerme.
Joder, el placard era un desastre. Lo ordenaría por la tarde o quizás mañana, o pasado, o el fin de semana. No tenía tiempo siquiera para ordenar el maldito placard, ¡Tampoco para pensar en trivialidades como ésta! ¡Vamos Sharon! ¡Mueve ese trasero nena, el tiempo vuela!
—Sería prudente de tu parte apresurarte antes de que ya no pueda contener a la bestia.
La voz ronca me hizo temblar en mi lugar. Me sentí intimidada por un momento, siempre me ocurría lo mismo. Recordé sus dulces besos esparcidos sobre mi piel y la manera en que me sacó la ropa: feroz, impaciente, esclavo de la pasión, con ansias de lo que sólo yo podía darle.
—Cállate y duerme —espeté sin mirarlo a la par que tomaba unos pantalones oxford de vestir y me los ponía.
Observé como me quedaban desde arriba. Me encantaban estos pantalones, quizás porque había pagado una fortuna por ellos y me sentía obligada a quererlos, o quizás porque de todos los malditos oxfords que me había probado sólo estos negros con franjas blancas al costado me quedaban bien.
No, esperen, no me quedaban bien, me quedaban geniales, ¡Joder! ¡Sí que me quedaban estupendos! Oye Sharon, que alguien llame a los bomberos ¡estás que ardes muñeca!
—Es una pena que no puedas quedarte a dormir conmigo hoy —dijo Jairo mientras observaba la nieve caer por la ventana sacándome de mi pequeña charla de auto elevación de autoestima. Se movió en la cama haciendo caer mi acolchado preferido y puso sus brazos tras la cabeza, obteniendo así una mejor vista de mí.
—Hubieras elegido mejor con quien casarte —contesté guiñándole un ojo. —Alguien que no fuera responsable, quizás.
Prendí los últimos botones de mi camisa y la metí dentro del pantalón. Los tacos que Jairo me regaló cuando cumplí veinte resonaron por el cuarto cuando me dirigí hacia el otro armario en busca de la chaqueta que hacia juego con los pantalones.
—Por eso es que me gustas Sharon —Sonrió de lado dulcemente —Adiós muñeca, comete el mundo hoy.
Lo miré y agradecí al Cielo el hombre que me había tocado. Caminé hacia él y planté un beso sobre sus labios pintandolos de borgoña. Hubiera deseado que tras ese beso siguiera otro, uno más intenso acompañado de caricias y miradas tiernas, pero eso no ocurrió y antes de que se doblegara mi predisposición laboral, salí del 253 de Ballester en dirección a la Casa de los Señores.
08:00 a.m
Con carpeta en mano y mis lentes puestos, estaba parada al lado de la puerta de la Sala Principal. El señor Nassú llegó minutos después que yo y me saludó con un asentimiento de cabeza.
Él había sido mi instructor todo este tiempo de práctica, era muy amable y serio, lo que hacía que fuera de mi agrado. Al parecer, era uno de los hombres de máxima confianza del alfa de Mágnum, pues solía cuidar de su hija a menudo. O quizás sólo era un trabajador sobreexplo... ¡WOW! ¡Sharon! ¿En qué rayos piensas?—Veo que nuevamente estas a horario Sharon —dijo sin mirarme directamente, mantenía los ojos en las puertas dobles que tenía enfrente.
Acomodé la carpeta llena de papeles que tenía en brazos acercándola a mi pecho, no quería que Nassú escuchase los latidos de mi corazón que delataban la gravedad de mis pensamientos.
—Es mi deber señor Nassú —respondí sincera.
—Sí, es correcto. Pero aún así nunca has llegado tarde en todo este tiempo, y es algo bastante normal —indicó con voz pausada —¿Es que acaso tienes miedo de fallar Sharon?
La pregunta me tomó por sorpresa.
¿Acaso podía leer mis pensa... No, era imposible. Quise reír pero me contuve, no era el momento. ¡Que locura la mía el creer que se refería a mis tontas ideas sobre la explotación laboral de un empleado del alfa! ¡Y EN LA CIUDAD DE MÁGNUM! Aún así lo miré un tanto descolocada e hice correr saliva por mi garganta pensando la respuesta más adecuada.
Me tomé unos segundos y finalmente hablé.
—Los errores señor Nassú, los errores no son más que decisiones. Son tan opcionales como usted quiere que sean. La gente llama "error" a aquella acción llevada acabo sin un estudio previo panorámico. Yo no cometo errores señor Nassú, pienso más de dos veces lo que hago y sí el estudio no fue suficiente y las cosas no salen como deberían de haber salido, me hago cargo de las consecuencias y el curso se endereza nuevamente por lo que no puede llamarse "error" a eso —Traté de mantener la voz lo más calma que pude. El hombre me escuchó atento sin desviar aún la mirada de la entrada.
El silencio reinó durante los diez minutos siguientes hasta que los líderes salieron de la junta mensual, luego Nassú sólo me dirigió la palabra para que le ayudase a definir detalles relacionados con la organización del alumnado que vendría de visita mañana. La jornada terminó, y cuando ya me marchaba a casa y la pequeña plática matutina con Nassú se despositaba en lo más profundo de mi memoria, el hombre contestó:
—Buena respuesta Sharon, buena respuesta.
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¿Qué es...?
Alfa: llamese así al hombre o mujer elegido/a por el Consejo (y previamente por el común de la sociedad en democracia) por ser considerado/a el/la más apto/a para encabezar durante un lapso de tres años el Consejo mismo y el gobierno de la ciudad a la que pertenezca.
Sala Principal: cuarto de la Casa de los Señores en donde se llevan a cabo las Reuniones del Consejo o Reuniones de Líderes.
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MÁGNUM
Science FictionNo importa cuánto intenten cambiar, cuánto anhelen ser mejores, la maldad se apoderará de sus eslabones más débiles y todos, todos pereceran. Están todos condenados.