Sonrie a la Luna |Yoonmin|

D O S

Volver a su pueblo en las montañas fue como caminar en la desgracia, la vida en la ciudad era difícil, mas cuando tienes un hijo, eres joven y no tienes estudios avanzados.

Su padre le cerro la puerta en la cara, al ver aquella prominente barriga, no sin antes recordarle las palabras de que el sabía que no lo lograría.

Llego a alquilar una habitación lucubre y sucia en las fronteras del pueblo, casi llegando al bosque, alejándose de sobre manera de aquel sueño que era la ciudad y una vida en ella.

Vivió la etapa del embarazo sola y avergonzada.

Tuvo aquel bebe sola y avergonzada.

Era una joven desdichada con un bebé en brazos, sin nada. Y aquel hecho de tener que buscar trabajo para poder comer le fastidiaba y dolía.

Tal vez no tomo en cuenta lo que conllevaba tener un hijo, el desgaste tanto físico como psicológico.

-  ¡Cállate! - gruño - ¡Por Dios, Jimin cállate de una vez por todas! - grito, tapándose los oídos histérica de escuchar el llanto de aquel pequeño bebé que dormía en el suelo junto a ella.

Lloro con todas sus fuerzas, volviendo a recordar todo lo que tenia o vivía antes de que aquel ser llegara.

- ¿¡Por que no te callas de una maldita vez!? -

Eran gritos desesperados a las tres de la mañana de una joven que odiaba la vida que ella misma había dado a luz.

Con brusquedad tapo la boca del bebe con su mano, histérica de escucharlo llorar - ¡Cállate! ¡Cállate! -

Pero aquellos bruscos actos no hacían mas que empeorar el llanto del pequeño castaño que solo tenia frió y ahora lloraba por la asfixia que sentía, la mano de aquella joven tapaba al menos la mitad del regordete rostro del bebe, por donde finas lagrimas resbalaban.

Cuatro años pasaron, donde aquella hermosa joven fue olvidada por el amor de su vida, rechazada por su familia y hundida en la miseria por aquel niño.

Y aquel dolor y odio por aquel amor perdido recayó por completo en aquel inocente ser.

Nadie se daba cuenta de los golpes, de los gritos y el desprecio brindando a las lejanías del pueblo.

Nadie sabia que había un niño que comía sobras, que pasaba frió y era cruelmente lastimado.

Era como si el pequeño Jimin no existiera.

Era un niño que no hablaba por temor a ser golpeado, era un niño que no reía por temor hacer castigado, que no sonreía porque no sabia como hacerlo, era un niño que era descuidado y nadie lo sabia.