Tristeza

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Ocurrió lo que me temía que ocurriera. Por mi bien - según la gente que me rodeaba -, los chicos y nuestro mánager decidieron cancelar las giras sin importar los problemas económicos que nos ocasionaría. La justificación oficial era que me encontraba mal de salud, un problema en las cuerdas vocales que me impediría terminar con las fechas. La realidad era otra. Me había sumido en una profunda depresión.

Mis amigos estaban más que angustiados. Ya habían vivido un episodio similar con Serena y temían que empeorara con un segundo amor fallido. Estaban alertas de cualquier señal de mi parte.

Me sentía sofocado por sus cuidados, por los regaños de nuestro mánager, por los comentarios de la prensa, por las llamadas telefónicas de Serena con un John atareado por los llantos de bebé en el fondo, por todo. Lo peor de todo era que me sentía sofocado por los recuerdos y mis pensamientos sobre Elena.

Estaba en mi habitación - de la cuál no había salido en seis meses -, recostado en mi cama - de la cuál también no había salido en seis meses - mirando a un punto fijo en el techo. Los pequeños puntos que habían en el techo me recordaban a las pecas de mi hermosa Elena y del idiota Eller.

La puerta de mi habitación se abrió, interrumpiéndome en mi analogía. Me reincorporé en la cama sentándome y recostando mi espalda sobre una pila de almohadas.

Era mi hermano Steve que había entrado para saber como me encontraba. En todo este tiempo, me sorprendía la serenidad con la que manejaba la situación y por momentos, lo notaba demasiado reflexivo - algo inusual en él.

-¿Cómo te sientes? - me preguntó con voz tranquila. Caminó y se sentó sobre la cama. Me miró directo a los ojos sin hacer una expresión alguna. Comencé a sentirme incómodo.

- ¿Qué te ocurre? - ignoré su pregunta con otra. No quería hablar de mí, ni mucho menos de Elena. Ahora me intrigaba la actitud de mi hermano y tenía que saber la razón a como diera lugar.

- ¿A mí? - por fin pude sacar una expresión de su rostro - ¿A qué te refieres?

- Sabes a lo que me refiero.

- No, no lo sé. Puedes ser más específico - frunció el ceño.

- Mi depresión no es extraña, extraño es tu comportamiento - respondí acomodando las almohadas que estaban detrás de mi espalda -. No eres un tipo serio, tampoco es que seas muy extrovertido, pero definitivamente...

- ¿Tu extrañeza es por que no me he pronunciado al respecto sobre el tema de Elena? - me interrumpió -. No pensé que debiera tener una opinión.

- Mick y Richard la conocieron, pero tú no has dicho nada sobre un encuentro ¿Nunca lo tuviste? - me moría por saberlo. Steve había sido el único del grupo que no mencionó nada sobre un coqueteo de Elena hacia él.

- Sí, la conocí - me respondió regresando a su porte serio -. En Berlín, un día antes del dramático encuentro.

- ¿Por qué no dijiste nada? - me indigné por su confesión.

-¿Tenía que hacerlo? - arqueó una ceja y se cruzó de brazos.

- ¡Demonios! ¡Deja esa expresión y háblame como Steve! ¡No como este ente que desconozco! - le grité.

No me reclamó. Siguió con su tranquilidad y su rostro sin ninguna arruga. De pronto dibujó una sonrisa burlona y me clavó de nuevo la mirada.

- Supongo que ahora recuerdas ese "mágico" encuentro ¿No es así? ¡No seas cínico! - reclamé.

-¿Quién dijo que fue "mágico"? - mencionó burlonamente.

- Entonces, ¿Por qué te produce tanta gracia? - no entendía que ocurría con Steve. No tardó en liberarme de la tormentosa duda.

El Guitarrista Nuevo [2da Edición, Cuarto Aniversario]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora