Llegué Tarde

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La llamada de un tal Thompson nos hizo abordar un taxi con desesperación al medio día, rezando para que pudiéramos llegar a tiempo. Por lo que nos dijo, la futura suegra de Elena había cambiado la fecha de la boda adelantando dos días. El tiempo no era nuestro aliado, teníamos pocas horas para completar la misión. Solo un milagro podía salvarme y salvar a Elena de una mala decisión. Para colmo de males, había mucho tráfico en la ciudad por obras viales y el reloj corría, consumiendo el poco tiempo que nos quedaba.

-¿No puede irse por otro lado? - preguntó Mick apurado - necesitamos urgentemente llegar a la dirección...

-¿Usted ve que hay salida? - respondió el taxista sarcástico interrumpiendo - Si lo que quiere es que arrolle a los que están trabajando, permítame decirle que es imposible.

- Muy gracioso - contestó Rich - Salgamos de aquí y corramos. Si no lo hacemos, no llegaremos a tiempo - nos mencionó abriendo la puerta del coche y saliendo de el. Los demás lo seguimos.

Salimos corriendo un largo tramo, pero aún nos encontrábamos lejos de la iglesia. Si no ideabamos algo, no llegaríamos a tiempo.

-Miren ahí van unos niños - señaló Steve jadeando.

-¿Y? - preguntó Mick agitado sin detenerse - ¿Qué tienen de especial?

- Sus bicicletas. Podemos usarlas para llegar más rápido, es la única alternativa que tenemos - todos asentimos.

Corrimos tras los niños y les arrebatamos las bicicletas ignorando sus reclamos. Gracias a Dios habían cuatro, pero con un un pequeño problemita, una de ellas era de niña pequeña. Rosa y con rueditas de entrenamiento.

- Yo no la voy a usar - dijo Mick analizando la bicicleta.

- No importa quien la use. Estamos perdiendo tiempo - le respondí enojado.

- Yo la uso - mencionó Steve subiendo con dificultad - ya que ustedes tienen repudio a una simple bicicleta de niña.

-¡Hay que apurarnos! - les indiqué.

Pedaleamos lo más rápido que pudimos, pero al poco tiempo, a Steve se le safó una ruedita de entrenamiento.

-Chicos sigan sin mí, no puedo seguir. Van con mi bendición - gritó dramático.

- ¡Steve no seas ridículo! - gritó Mick - sabes andar en bicicleta sin rueditas.

- Ya lo sé, pero era inevitable hacer el chiste - rió a carcajadas.

- Dejen de jugar, Eller se está casando - gritó Rich -. Bueno Elena.

Sentía adrenalina en mi cuerpo. Estábamos ya muy cerca de la iglesia. Apresuré el paso pedaleando con todas mis fuerzas.

- ¡Ah! ¡Me dio un calambre! - gritó Rich perdiendo el control de la bicicleta, estrellándose con un bote de basura - sigan sin mí, ya no puedo continuar - se tomaba de la pierna acalambrada.

Seguimos pedaleando dejando atrás a Richard que intentaba suavizar con masajes el calambre. Avanzamos un tramo más, pero la siguiente víctima fue Mick. Sin darnos cuenta de dónde había salido, un perro comenzó a perseguirlo obligándolo a desviarse.

- ¡Sigan sin mí! - gritó alejándose con rapidez intentando esquivar al perro. Su voz se perdió.

Ahora solo éramos Steve y yo. Apresuramos aún más el paso, pero sentí que mis piernas no me daban para más. Estaba bañado en sudor, jadeando de cansancio y dolor.

- ¡Apúrate Steve! - grité con esfuerzo - Tenemos que llegar.

- ¡Hago lo mejor que puedo, pero la bicicleta es muy pequeña! - gritó desesperado.

Justo en ese momento la rueda delantera se despendrió de la base y mi hermano salió disparado contra mí derribándome de la bicicleta.

- ¡Corre animal! ¡Corre! - me levanté pisando a Steve - ya casi llegamos.

- ¡Fíjate por donde pisas! ¡Idiota! - me gritó tratando de levantarse.

Seguimos corriendo. Al poco tiempo Rich y Mick nos alcanzaron, ambos en la bicicleta de Mick.

-¡David! - gritó Mick - corre sin nosotros.

- ¡Podemos llegar todos! Tenemos que hacerlo - le respondí.

-¿Crees que estén diciendo sus votos justo ahora? - preguntó Steve gritando.

- ¡Cállate Steve! me estás poniendo nervioso.

- Estoy seguro que ella no aceptará - corroboró Mick - Ama a David.

- Pero su padre puede obligarla a casarse. Ya lo están haciendo - agregó Rich.

- De mi cuenta corre que ella no se case. Voy a impedirlo, pero si no apresuran el paso, otra historia será.

- ¡Esa es la iglesia! - gritó Rich señalándola.

Corrimos con esperanzas de que no fuera demasiado tarde, pero nos detuvimos cuando vimos a Elena salir de la iglesia acompañada del brazo de su "esposo". Jadeando, tratando de recuperar el aliento, vimos a todos los invitados, los padres de Elena y la cantante Sebastiana. Todos contentos felicitando a los nuevos esposos.

- Dave - se acercó Mick. Me tomó el hombro con suavidad. Sentí su tristeza -, tranquilo, hicimos lo que pudimos.

- Llegamos tarde - respondí en estado de Shock -. Está recién casada, con un hombre que no soy yo - saqué de mi bolsillo la cajita con el anillo de compromiso y se lo mostré. Mick lo tomó y se sorprendió cuando di un par de pasos delante.

Se veía muy bella, con su hermoso vestido blanco, con una bella sonrisa. Su esposo la presumía con los asistentes y sonreía orgulloso. La conexión que había entre nosotros provocó que por un segundo, nuestras miradas se cruzaran.

- Elena... - susurré y me percaté que ella hizo lo mismo, mencionando mi nombre. Me observó con una sorpresa en su rostro, pero luego desvió la mirada y me ignoró.

- Aún podemos hacer algo. No todo está perdido - aseguró Steve.

- ¿Tú crees? Solo si logramos que se divorcien - agregó Richard decepcionado y cansado.

- Todo ha terminado. Vámonos, no hay más qué hacer - me giré y caminé aguantando las lágrimas que por sí solas brotaban de mis ojos.

- ¿Te vas a rendir tan rápido? - gritó Steve - ¿No estabas decidido a recuperarla?

- ¡Llegamos tarde! ¡Tal vez el destino quería que las cosas fueran de este modo! - le grité.

- David, aún podemos hacer algo... - insistió Mick.

- Regresemos a las giras, a nuestra música. Hay que seguir adelante - le respondí -. La vida sigue y hay que seguir sin ella. Mi destino es no volver amar.

De pronto, un tipo raro se acercó a mí. Parecía un tipo de detective privado o agente, porque traía puesta una gabardina, un sombrero y unas gafas color negro.

-¿David Sylvian? - se acercó con mucha confianza.

-¿Sí? - me petrifiqué. Los chicos corrieron y se colocaron detrás de mí.

- Esto es para usted - dijo sacando de la gabardina un sobre blanco. Me lo entregó y lo recibí. Sin preguntar giré el sobre para ver el remitente. La carta estaba firmada por Elena. Abrí mis ojos con asombro, observé al tipo que leyó mi sorpresa.

- La señorita Widow, ahora Spencer, me pidió que le entregara esta carta. Fui yo quien le llamé por teléfono para que impidiera la boda, pero por lo visto, llegó tarde.

No respondí, me quedé helado.

- Esta es la última señal de la señorita hacia usted. Ahora que está casada, nada se puede hacer. Lo siento - me dio un par de palmadas en la espalda y se alejó.

Mis manos comenzaron a temblar, impidiéndome abrir el sobre. Mis amigos me pidieron que lo hiciera, pero preferí guardarla para mí.

El Guitarrista Nuevo [2da Edición, Cuarto Aniversario]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora