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La carretera sigue estando igual de desierta que el día anterior. Unos cuantos gruñidos se escuchan, pero no nos preocupamos porque se oyen bastante lejos de nuestra posición.

Pasamos el día entero caminando, deteniéndonos solo para comer. La noche llegó, pero decidimos seguir caminando, queremos llegar a Alexandria lo antes posible.

La tenue luz de las linternas ayudan a que no nos llevemos ninguna sorpresa pero, aún así, no podemos ver qué hay mas allá de dos metros.

- Son las tres de la mañana.- me informa Carl mientras mira su reloj de muñeca.

Eso fue lo único que me dijo en todo el día.

Luego de que nos besaramos la noche anterior y se me haya confesado no supe cómo reaccionar, así que, con la excusa de que "estaba cansada", lo dejé en mi bolsa de acampar, yéndome yo a la suya.

No pude pegar un ojo hasta que el sol empezó a mostrarse, por lo tanto, solo pude descansar un par de horas. Pero no me siento cansada en lo absoluto. Aún sigo pensando en la respuesta que debo darle a Carl sobre su repentina confesión.

No crucé palabras con él en todo el día, la situación es demasiado incomoda para mi gusto.

Pero no lo ignoré porque no tenga los mismos sentimientos hacía él, porque no sé que es lo que siento.

Lo quiero mucho, eso está más que claro, y es una de las personas más importantes de mi vida, pero no sé si me gusta. Ni siquiera sé cómo te sientes cuando alguien te gusta.

Camino a paso rápido y me acomodo a su lado, ya que me encontraba un par de metros mas atrás que él. Carl me da una mirada rápida y vuelve a fijar su vista en el camino.

- Sobre lo de anoche...

- No importa, Mia.- me interrumpe de mala manera.- Ya entendí.

Eso, por algún extraño motivo, me dolió, no, me molestó. Es decir, yo no le hice absolutamente nada como para que me hable de aquella manera.

- ¿Qué demonios te sucede?- digo deteniendo el paso- Me has ignorado todo el día.

Carl voltea a verme con la ironía reflejada en su rostro. Acorta los pocos metros que nos separan y se pone frente a mi, mirándome a los ojos. Me doy cuenta de que es más alto que yo, por lo que tengo que mirar hacia arriba. Su cabeza está levemente doblada para poder hacer contacto visual conmigo y no puedo evitar sentirme pequeña a su lado.

- ¿Quieres saber porqué te he estado ignorando?- pregunta a lo que respondo con un asentimiento- Te he dicho que me gustas, dije lo que siento por ti. Y tú solo volteaste y te fuiste- a pesar de tener un semblante serio, se puede notar el dolor en su voz, haciendome sentir como la mierda. El mero hecho de que yo sea la causante de su tono de tristeza hace que me sienta pésimo, hasta puedo decir que llego a sentir ganas de golpearme a mi misma- Eso me dolió, ¿sabes?. Me duele- se corrige a si mismo- Sabía que no debí decirlo, lo sabía- murmura, más para sí mismo que para que yo puedo oírlo. Mueve su cabeza en señal de negación y vuelve a su tarea de caminar.

- Lo lamento- susurro en un tono tan bajo que no sé si ha llegado a oir.

Mi ánimo se encuentra por los suelos y, en estos momentos, tengo la gran necesidad de hablar con Joel.

- ¿Cuánto a que lo golpea?- habló Joel con burla, mirando hacia adelante.

Dirigí mi mirada hacia donde estaba posada la suya y me encontré con una escena bastante peculiar.

Maggie Greene trataba de hacer la típica pose de gruya en su sesión diaria de yoga, mientras su esposo, Glenn, se burlaba de ella, imitando cada movimiento. En un momento, el asiático parece cansarse de tratar de copiar a su esposa en un intento fallido, así que comienza a molestarla de otra manera; soplando su oreja o hablando tonterias, como si fuera su conciencia.

Alive- Carl Grimes [ Completa Y En Edición ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora