Capítulo 2

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La mañana siguiente fue coronada por un frío que congelaba hasta la más grande de las fogatas, la humedad en el ambiente más el frío provocado por la falta de luz de sol debido al aún nublado cielo, ya que todavía llovía. Encre no quería salir de debajo de sus mantas, pero los nervios por la necesidad de ir al baño no le dejaban quedarse quieto, por lo que termino por levantarse y correr al baño para ducharse con agua caliente.

Más tarde esa mañana, cuando la lluvia ya se había detenido, mientras desayunaba viendo un cuadernillo con bocetos, pensaba en qué haría el día de hoy, sabiendo que afuera haría demasiado frío para salir, y que si no hacía nada se aburriría. Opto por pintar cuadros de su actual casa, cuadros que no solía realizar, ya que le resultaban algo tediosos y aburridos, pero arte al fin y al cabo. Preparo sus elementos unos minutos luego de haber terminado su desayuno y lavado los trastes de este y el día anterior. Comenzó por pintar la chimenea encendida, le resultaba la mejor opción, ya que poseía más movimiento que la mayoría de la casa. Lo siguiente, una hora después, fue la ventana de la cocina, la cual daba a la calle de tierra, con gotas en su cristal y las cortinas verdes abiertas. Así, con un lapso de aproximadamente una hora, Encre iba cambiando de lugar, pintando distintas cosas, hasta que llegó a su habitación, en donde decidió pintar en el balcón, aprovechando el techo que allí había. Colocando su equipo allí, Encre comenzó a pintar el fondo del paisaje, un cielo grisáceo con muchas nubes y un bosque algo siniestro pero calmado, entonces prosiguió con los pastizales amarillentos. Ya habiendo terminado de pintar el barandal del balcón, Encre notó la repentina brisa fría que indicaba el inicio de la lluvia, por lo que se apresuró a acabar su pintura e ingresar a la casa.

Una vez hubo entrado todo y cerrado el ventanal, Encre miró un reloj que tenía en la mesilla de noche, divisando que ya eran ni más ni menos que las 5:45 p.m. por lo que decidió prepararse un té y admirar la lluvia que ahora caía por la ventana de la sala de estar. Cómodo ya en su sofá individual, mirando la lluvia y habiendo acabado su taza de té, Encre comenzó a dormirse; su día no había sido la gran cosa, pero mover todas sus cosas de lado a lado por la casa y el clima le habían dado grandes ganas de dormir, por lo que sin darse cuenta, de un momento a otro, su cabeza cayó a un lado y se entregó a Morfeo.

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El frío carcome sus huesos, la niebla no le permite ver por donde corre. Arboles pasan a sus lados con gran velocidad, raspando sus mejillas y brazos. El suelo húmedo se hunde bajo su peso. Oye su pulso en sus oídos, ahogando sus jadeos sonoros. Siente el sudor frío correr por su cuello y empapar su espalda. Ve figuras borrosas a su alrededor. Huele la humedad en el aire, la madera y tierra mojadas. Puede sentir como las ramas caídas y hojas cecas se quiebran a su paso. Sabe que la criatura lo persigue, ellos nunca dejan de perseguirte, hasta que te atrapan y te succionan toda la vida y te dejan como un simple cascaron vacío.

Mete el pie en un pozo que no ve, y maldice mentalmente, sintiendo el impacto seco de su cuerpo contra el suelo, provocando heridas en sus manos, haciéndolo sangrar un poco. Se esfuerza por levantarse lo antes posible y seguir huyendo, pero es demasiado tarde y la criatura lo eleva en el aire desde el cuello de su camisa. Sólo puede observar los colmillos moverse, no puede oír más que su pulso, su corazón bombeando rápidamente. No oye lo que dice, no oye nada hasta que nota que la criatura lo acerca hacia si misma y rompe su camisa para acercarse a su cuello.

No registra qué es lo que dice, tampoco cual es la respuesta; no sabe que está luchando inútilmente hasta que siente los colmillos romper su suave cuello y succionar su sangre. Entonces, y solo entonces, oye algo más que su pulso, oye su voz, su voz gritando desgarradoramente, profanando el silencio de la noche. Puede sentir como la vida lo abandona lentamente, sus sentidos comienzan a marcharse también, y solo puede sentir el extraño calor frío de aquella criatura, sus manos sobre su cuello y sus muñecas, manteniéndolo presionado contra él, antes de apartarse y dejarlo caer. Siente el choque de su cuerpo contra el suelo nuevamente, solo que ésta vez no le importa mucho, nada le importa, solo los ojos penetrante de aquella criatura, ojos carmesís rodeados por amarillo y azul, ojos que lo perseguirían por su corto resto de vida.

Puede oír amortiguadamente su voz, puede ver como dice algo, pero no puede descifrar el qué. Pasan unos minutos luego de que aquel ser se marchara, entonces él exhala los que serían sus últimos alientos, pensando en los ojos de aquel ser, antes de caer en la inconciencia...

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Puede sentir el calor de una caricia en su mejilla, una mano de piel tersa le da suaves toques lentamente. Puede oír la voz de una joven susurrándole palabras de ánimo y confort, cálidas, abrazadoras.

Trata de abrir los ojos, pero no puede. Se esfuerza más, y comienza a tener resultados...

Parpadea, sin poder enfocar, vuelve a parpadear, enfoca medianamente, vuelve a parpadear, y lo primero que ve es...

Encre despierta sobresaltado, sus huesos duelen, su alma esta contraída, su cuello arde y sus pupilas están dilatadas. Por sus mejillas ruedan lágrimas y sudor, no puede evitarlo, aquellas memorias siempre traen dolor a su alma y cuerpo. Trató de levantarse del sofá, pero resbaló y cayó al suelo, golpeándose su brazo derecho fuertemente, lo que le provoco que soltara una exclamación de dolor que se escuchó casi hasta el pueblo.

Pasados unos minutos, el pintor se levantó del suelo, sujetando su brazo dolorido, temblando por el frío, angustiado por su mente atormentada. A paso tembloroso e inseguro, el esqueleto se dirigió al baño, donde se desnudó para darse un baño caliente, tratando de despejarse, olvidar aquellos recuerdos que lo atormentaban desde hace años. Luego de secarse y envolverse en la gran toalla, Encre se acercó al espejo y lo miró vacilante por unos minutos, antes de llevar su mano izquierda por impulso a este y limpiarle un poco lo empañado, dejando ver una imagen borrosa de él. Se miró con sorpresa y cansancio, observando su pálido cráneo, sus ojeras oscuras, sus mejillas sonrojadas levemente por el calor de la habitación; entonces lo vio como si de una ilusión se tratase, su cuenca izquierda se vio de un color rojo, conteniendo en ella una pupila azul rodeada por amarillo, antes de volver a ser la cuenca negra que contiene una pupila celeste rodeada por una estrella amarilla de siempre. Asombrado, se apartó del espejo, respirando erráticamente; aquella cuenca que había visto, le resultaba conocida, familiar de alguna manera, haciéndole sentir un escalofrío por su columna vertebral ante tal sensación y el no saber a qué atribuirlo.

Más tarde aquel día, Encre se encontraba sentado en el sofá individual de su sala de estar más cercano a la ventana que daba a la calle; miraba las gotas de lluvia golpear el cristal sin cesar, cayendo por el mismo, resbalando lentamente hasta que encontraban otras gotas y se unían, creando una gota más grande y cayendo con mayor rapidez. Había juntado los trozos de la destrozada taza con la que se durmió encima el día anterior, la cual había salido disparada al él tratar de levantarse por la mañana y caer al suelo, estrellándose contra éste fuertemente. El esqueleto se encontraba sumido en la suave y calmada danza de las gotas, pensando en tantas cosas que tranquilamente se podría decir que no pensaba en nada. Sus cuencas no se apartaban del líquido sobre el cristal, sin embargo sus manos jugaban sin ton ni son con un pincel, pasándolo de una mano a otra, moviéndolo entre sus dedos, haciéndolo girar y rodar. Sus dedos eran muy agiles, su delgadez le permitía hacer aquellos trucos con mucha facilidad.

Pronto ya era más de media tarde, por lo que la poca luz de sol que había en la calle se comenzó a desvanecer, y con ella se fue el ensimismamiento del pintor, quien se levantó apresurado a cerrar todo, ya que había abierto las ventanas para que el aroma a lluvia invadiera la casa. Tan pronto como cerro la última ventana, un fuerte rayo desgarró el cielo y el clima se volvió muy violento, fuerte viento, gran cantidad de agua y granizo comenzaron a caer. El esqueleto suspiro antes de dirigirse a su habitación para poder dormir. Antes de recostarse y dormirse, Encre miró hacia el ventanal que se encontraba con las cortinas cerradas, suspiró y rogó no volver a soñar con aquello.

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-Mi señor, su padre le llama- Murmuró luego de unos minutos de silencio solo interrumpido por el sonido de la furiosa tormenta

-...¿Qué desea?- Murmuró el más joven

-Quiere que vaya al salón principal- Informó

-...Andando- Murmuró antes de dejar de mirar a través de la ventana y comenzar su camino a dicho lugar

InolvidableWhere stories live. Discover now