Introducción

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El clima era horrible, el cielo se desgarraba y dejaba descender litros de agua incesable. El viento soplaba a gran velocidad, llevando consigo ramas y hojas que en las calles se encontraban.

En ese mismo callejón, una mujer corría con lágrimas cayendo por sus mejillas. Sus brazos cargaban a un pequeño y frágil varón, de tan solo unas pocas horas desde su nacimiento.
Claramente aún débil y con rastros de sangre corriendo en sus piernas, señal de haber sido ella quien trajó la criatura al mundo.

Necesitaba, le urgía, encontrar un lugar dónde refugiarse tanto de la tormenta como de aquellos que le asechaban. Juraba que aquellos desalmados estaban casi sobre su espalda.

Como una señal divina, alguien le indicó que entrase en lo que parecía ser su casa. Sin pensarlo dos veces se tambaleo hasta la puerta, logrando entregar al bebé antes de caer desmayada. La perdida de sangre estaba acabando con su vida.

Despertó con un fuerte dolor de cabeza, el llanto de un niño se escuchaba a los lejos y esto encendió todas sus alarmas. Se trataba de su bebé, pero cuando intentó incorporarse su cuerpo se lo impidió y pronto volvió a dejarse caer sobre la suave cama.

—Todo está bien, no intentes levantarte –Un hombre que, en su vida hasta ahora, jamás había visto. En sus brazos estaba su pequeño, creando todo un berrinche debido al hambre y frío.

—Damelo –Sus brazos se extendieron reclamando su sangre.

Si titubear, el hombre colocó con extremo cuidado a la criatura en los brazos de su madre. El miedo de esta era palpable, por lo que no refutó.

Sin importar la mirada del tercero,sacó su pecho derecho y lo llevo hasta la boca del pequeño. De inmediato guardó silencio y se dedicó a degustar del primer trago de leche que su madre le brindaba.

— ¿Por qué huyes? –El silencio se vió interrumpido.

La mujer desvío su mirada. Estaba perdida en sus pensamientos, pero de inmediato sus ojos volvieron a humedecerse. Atrajó al bebé más cerca de ella, como si tratase de protegerlo.

—Ellos quieren... Quieren matarlo –El llanto explotó.

— ¿Por qué? –Era difícil y duro creer que alguien quisiera hacerle daño a una criatura indefensa, alguien a acaba de llegar al mundo.

—Está maldito.

El hombre miró a la mujer buscando cierto rastro de mentira, algo que le indicara que estaba bromeando. Incluso, dar el beneficio de la duda la perdida de sangre, tal vez eso alteró su cerebro y sistema.

— ¿Qué quieres decir con que está Maldito?

—Desde antes de nacer lo maldijeron –Sorbió su nariz –Producto de mis propios pecados, él los pagará.

Por más que aquel hombre tratase de entender le estaba costando trabajo. Todo era muy confuso, sin embargo, algo que sí tenía claro es que aquella mujer si había involucrado con personas incorrectas.

— ¿Qué clase de maldición? –Tomó asiento.
Digerir esto se le estaba haciendo complicado, si no fuera porque su corazón es demasiado gentil, no hubiese abierto esa puerta. Pero tampoco podía dejar morir a una mujer y su pequeño.

—No lo sé, ella ha dicho que a conforme el niño creciese lo sabría. Es por eso que la familia de mi esposo lo quiere muerto, el niño es un bastardo –Su habla se detuvo momentáneamente para acariciar el rostro del bebé –Su verdadera abuela es una bruja, y mi pecado fue dejarme endulzar por su hijo, sabiendo que mi marido me amaba. Así que como castigo, por tocar a su hijo y “contaminarlo”, maldijo mi vientre y de lo que él saliera. Poco después quedé embarazada...

Sin palabras y sin saber cómo actuar, solo se quedó ahí mirando a ambos. El bebé se había dormido y la mujer ya había puesto su pecho dentro del baton.

— ¿Cuál es su nombre? –El hombre preguntó.

Por primera vez en todo el día ella sonrió, su bebé era hermoso. Su pequeño tesoro, un ángel con rostro de llegar a ser ágil e intrépido. Tal ciervo que entre las ramas se escabulle, que corre con gran velocidad, imponente y hermoso.

—LuHan.

La Maldición de la Quimera. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora