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20 años después.


—Es el número cien de este mes –La madre angustiada cubría su boca tratando de contener el llanto –Lo peor es que él no lo sabe, no lo recuerda.

Esta era una de esas mañanas amargas donde la madre de Luhan recordaba, o era recordada, sobre la maldición que su hijo llevaba en sus hombros.
El ambiente pesado, el cansancio notorio en ambos padres. Era la batalla de día con día.

—Tal vez deberíamos decírselo, ya no es un bebé después de todo.
La mujer fruncé el ceño y una línea recta se forma en sus labios.

— ¿Qué acaso quieres que mi hijo piense que estamos locos?

Se sostienen la mirada, mas, no son lo suficientemente fuertes para mantenerla. Lo mismo pensaban de la familia, ¡Qué difícil punto de sus vidas!

El desarrollo de la maldición estaba complicandoles aún más las cosas. Desde hace un año exacto Luhan comenzó a tener cambios de personalidad, ligeros pero notables. Su apetito cambio. Todo empezó a tomar un nuevo rumbo.

—Tal vez no sobre la maldición, quizá sobre eso –Su mirada estaba dirigida hacia el pequeño ave que yacía sobre la mesa. Su pecho abierto, exponiendo a la vista de ambos la falta de corazón.

—No, olvidalo, no lo soportaría.

El hombre se dio por rendido. A ese paso su jardín no tendría espacio para albergar el cadáver de ningún otro animal.

Justo a tiempo el hombre colocó su taza de café en el mostrador y envolvió el ave en papel de cocina. Luhan bajaba las escaleras con una sonrisa radiante, como de costumbre todas las mañanas.
Sus padres se las ingeniaban para poder devolver el gesto, lo hacían parecer tan real. Como si de felicidad autentica se tratase, y su familia no estuviera rota.

—Buenos días cariño –Su madre se acercó y depositó un suave beso en su frente.

—Buenos días –Tomó asiento y miró como su padre salía por la puerta trasera.

Parecía que se había vuelto costumbre, eran varias mañanas ya las que su padre primero salía al patio  y luego volvía con una sonrisa fingida.

Él lo sabía, o al menos lo presiente, sus padres algo escondían. Sin embargo, les hacía notar que no tenía la menor idea. Suponía que solo era el estrés de su madre y preocupación financiera de su padre, puesto la situación en su hogar era algo complicada.

—Mamá –Llamó su atención.

— ¿Si?

Luhan pensó en preguntar qué era lo que estaba pasando, pero una vez más prefirió no abordar el tema y solo ir directo al grano sobre lo que necesitaba.

—Hoy saldré con los chicos... Y Dilireba.

De repente su madre se quedó estática, en silencio. A estas alturas no sabía si era seguro que Luhan anduviera por ahí, solo.

— ¿A qué hora planeas volver?

—No lo sé, quizá a las tres de la madrugada –Se había reído.
Nunca se pasaba más allá de las doce media noche.

—Si llegarás más tarde solo avisa antes.

Estaba a punto de llevar una cucharada con cereal a su boca, si bien entendía o no, tenía permiso de llegar más tarde.
Tal vez fue por el hecho de mencionar a Dilireba.

—De acuerdo.

—Solo cuídate y no hagas cosas estúpidas.

Cómo torcer el cuello de una persona en lugar del de un pájaro.
Recoger el cuerpo de un ave era fácil y no requería de las leyes, pero una persona era bastante complicado. Y no estaba segura de poder contar con su esposo para dicho caso.




















La Maldición de la Quimera. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora