05.

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Era el único autorizado para estar junto a él. La agonía de verle ahí, inconciente y casi muerto era tan insoportable.

Desde el incidente Tao había creado una nueva rutina. Básicamente consistía en ir a trabajar, alimentar las mascotas de Kris e ir al hospital.
Su día finalizada ahí, en el gran edificio, dentro de un cuarto de pareces azules, escuchando el constante pitar de las máquinas a las que él estaba conectado. No pudiendo hacer otra cosa más que sostener su mano, besarla y desear con todo su corazón que Kris finalmente despertara.

Por más loco que sonará, una parte de él tampoco lo deseaba. Esta era la única manera de poder estar así de cerca, de poder tener contacto real. De poder sentir su tacto, incluso cuando no era él quien se lo ofrecía.

Tenía miedo. No iba a soportar que Kris despertara y nuevamente lo dejará, que hiciera como si él no existiera. Que solo lo mirase como un amigo, un hermano.

Si tan solo Delireba no se hubiese cruzado en su camino, tal vez Kris estaría conciente. Quizá ambos estuvieran en su país natal, estarían juntos.

Estaba apunto de llorar, pero pronto lo impidió. Se prometió a sí mismo no llorar más. Kris estaba vivo, aún peleaba para mantenerse con vida, no había razón para llorar.

Efectivamente tenía razón para no hacerlo. Tal vez era tanto el deseo de que despertara que, le pareció haber sentido que Kris se había movido.
Creyó que fue producto de su imaginación, hasta que, mientras se ponía en pie para abandonar el cuarto, Kris abrió los ojos.

Tao casi se ahoga, le faltaba el aire. Corrió para dar aviso a los médicos. Sí antes había tratado de no llorar, ahora sus ojos se habían convertido en una viva fuente de lágrimas.

—En un momento te buscaré, Tao.
Sehun lo empujó fuera de la habitación, comprendía el protocolo. Por lo que hecho unos pasos hacía atrás, mirando al doctor y enfermeras checando a Kris.

Se alejó cuando la puerta fue cerrada. No tuvo nada más qué hacer que dirigirse a las sillas de espera. Sentía que su alma colgaba de una cuerda floja de emociones.

Hace unos días Tao había dejado de utilizar su teléfono, al menos no con constancia, por lo que fugazmente recordó encenderlo.
Tal y como era de esperar, casi fue saturado por los mensajes y llamadas perdidas.

Y ahí estaba la razón principal de su decisión respecto al móvil, Delireba había enviado no menos de 20 mensajes.
Molesto volvió a guardar su teléfono.
Pero para su mala suerte, ella no se rendía, no le era suficiente.

— ¿Qué quieres?
Casi gritó al contestar su teléfono.

—Solo quiero noticias sobre él.

—No las tendrás –Moderó el tono de su voz –Al menos no por ahora, no por mí.

Del otro lado de la línea había una mujer llorando desconsoladamente. A Delireba siempre se le dió bien fingir, hacer el papel de víctima. Sin embargo, sabía reconocer cuando alguien de su familia mentía, ella no lo hacía.

—Tao.

— ¿Qué?

—Luhan... ¿Es cierto?

Tras un largo suspiro y aire retenido, decidió hablar. La verdad no podía ser oculta por siempre, mucho menos a su hermana menor.

—Sí.

No fue necesario decir más. Ella se había roto en aquel instante, su llanto fue más fuerte. Pero Tao no estaba de humor, no consideraba necesario escucharlo. Colgó.

La Maldición de la Quimera. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora