Renacer en el Amor

Reevolución...

Todo el mundo sabe que revolución y reevolución no es lo mismo, todos sabemos la gran magnitud a la que se alcanza con una revolución y al nivel que se llega con una reevolución, aunque a simple vista la palabra parezca igual. Cabe destacar la diferencia.

Desde entonces comencé a proponerme cambios reevolutivos y revolucionarios en mi cuerpo y alma. Todo debía cambiar. Yo debería volver a ser el mismo de siempre en el amor para el día que realmente llegue a mis brazos la persona indicada para acompañarme.

Pasaron uno, dos y en casi tres años no tuve noticias de la pequeña Mariel Gathe, sabía que esto sucedería. Por eso no me preocupé en regresar a buscarla porque tampoco quería que tuviera problemas con Jessie. Con quién se veía que no se llevaban del todo bien, Mariel siempre parecía estar dominada. En fin. No son temas de mi incumbencia.

El Invierno llegaba al corazón de mi provincia de Misiones, el viento de la oscura estación comenzaba a desnudar sus árboles y a desparramar el humo de las chimeneas por la pequeña ciudad. Digo oscura por la poca predominancia del sol. No por la soledad de las calles o por la molestia de energías negativas. Nada de eso ocurría.

Por cierto, se acercaban mis 17 años cuando sucedió lo que durante todo ese tiempo había esperado que pase, aunque mis esperanzas hayan muerto hace rato, ese reencuentro con la persona que yo ya consideraba perdida.

Nunca imaginé que la volvería a ver a la "ya no pequeña" Mariel. Estaba tan linda como la conocí, como de costumbre, como siempre fue.
Nos pusimos a hablar resumiendo lo que fueron los años sin vernos y acordamos una juntada secreta, porque nadie debía saberlo.

Pasé la larga noche pensando en lo feliz que me sentía al verla nuevamente. Al otro día veía venir una larga jornada.

Luego de una mañana repleta de tareas para la casa ya eran las 13pm, papá hizo un rico asado de fin de semana, ya habíamos terminado de almorzar en familia y estábamos en sobremesa. Me sentía descompuesto de nervios. No sabía como pedir permiso para ir a verla, pensé que lo podían llegar a tomar para mal mis padres y que no me dejaran ir.

Mi madre era la más difícil de convencer pero aún así lo logré.

Luego de un rato se hizo la hora y decidí tomar camino a su casa, era larga la distancia debía caminar unas 15 cuadras y atravesar un terreno baldío pero por dentro sabía que valía la pena. No tardaría más de 30 minutos en llegar.

Cada paso parecía revolucionar mis pensamientos, cada suspiro hacía reevolucionar mi corazón.