Me giré y fui hasta otro cliente en el lado opuesto del bar.
¡Qué idiota!
Como una hora después de nuestra pequeña confrontación, estaba abriendo una botella de cerveza para unos novatos cuando uno de ellos agarró mi mano y preguntó—: ¿Cuál es tu nombre nena?
¡Estás de broma!
—No tengo nombre, nene. —Intenté soltar mi brazo pero su agarre era lo suficientemente fuerte como para hacerme daño—. ¿Qué demonios crees que haces! —le grité, mientras que por el rabillo del ojo veía al Sr. Idiota Hoyuelo Besable acercarse. ¡Fan-malditamente-tástico! ¿Es que había algún cartel que dijera: “Día de Todos los Tontos para Fastidiar a _____?
¡No puedo ganar!
El Sr. Idiota Hoyuelo Besable se apoyó sobre la barra, junto al chico agarrón, y su expresión estaba llena de ira.
Eso me excitó.
—¿Hay alguna razón por la que tus manos están sobre mi esposa? —siseó. Yo estaba completamente aturdida.
El chico agarrón soltó mi mano con un murmullo—: Lo siento, hombre. —Arrastraba las palabras.
Mi nuevo esposo, dijo—: No dejes que pase otra vez. —Lanzó unos billetes sobre la barra y me miró con esa expresión de “esto es por tu culpa”—. Llama un taxi, estos dos no deberían manejar.
Se dio media vuelta y regresó a su mesa. Me quedé mirándolo. Algunos de sus amigos me miraban, pero lo único que veía era a él. Me di cuenta de que no era otro Justin. No, Justin hubiera molido a golpes al chico y hecho una gran escena. Encima, el tipo me había salvado de ser acosada después de haberle ofendido.
Ahora me sentía culpable y quería llorar.
Me volví hacia Hannah, mi compañera, y dándole el dinero le pedí que llamara a un taxi para el chico agarrón y su amigo. Ella me miró a los ojos y dijo tranquilamente—: Ve atrás, yo te cubro por un rato.
Obviamente se dio cuenta de lo enojada que estaba.
Mientras caminaba hacia el fondo, pensaba ¿por qué yo? Alguien por favor que me diga qué he hecho para merecer tanta mala suerte.
Cuando finalmente me calmé, salí y caminé hacia la mesa de mi nuevo esposo. Me detuve detrás de él y di pequeños golpecitos en su hombro.
—Disculpa. —Mientras esperaba a que girara la cabeza observé a sus amigos, por supuesto, todos los ojos estaban sobre mí, la historia de mi vida, ¡pero todos eran monumentos!
Espera a que se lo cuente a Trish, ¡va a alucinar!
Tan pronto como sentí los ojos de Ryan sobre mí, lo miré.
—Siento interrumpir, pero ahora que estamos casados supongo que ya no tienes que preguntar si puedes llevarme a cenar. Sólo dime dónde y cuándo y me recoges, porque técnicamente no soy de aquí.
Su respuesta era lo que necesitaba:
—Ummm…
Lo había sorprendido. ¡PUNTO PARA MÍ! Quería levantar los brazos como cuando mi equipo favorito de fútbol marcaba un tanto en el terreno. Sé que mi sonrisa delató lo extremadamente feliz que me había hecho, porque escuché a sus amigos soltar risitas en el fondo.
No lo dejé mascullar nada más. Saqué un bolígrafo de mi bolsillo y me incliné sobre él para robarle la servilleta. Escribí mi número a la par del siguiente mensaje:
“¡Lo siento! Si estás interesado, llama. Si no, gracias. ____”
Entonces me alejé paseando, regresé al trabajo y evité su mirada el resto de la noche.
Oh sí, él llamó.
Las cosas entre Ryan y yo fueron geniales después de nuestra no tan genial primera presentación.
En la primera cita, Ryan fue un completo y atento caballero. Entendía completamente que le pidiera que se quedara fuera porque Layla estaba en casa.
No quería que se conocieran todavía.
Cuando lo vi, no pude contener una sonrisa. Llevaba una de sus famosas camisas, esta vez de color turquesa, que hacía que sus ojos azules resaltaran. Era tan sexy. Me trajo una docena de rosas rosadas y sostuvo mi mano la mayor parte de nuestra cita, además de elogiarme a cada oportunidad.
Nuestras conversaciones eran sencillas, y supe que era mucho más agradable y sofisticado de lo que esperaba. De todos modos, estaba un poco sorprendida por lo educado que era. Pensé que le costaría trabajo dejar la actuación del hombre de negocios, pero aun así, fue una cita fantástica que dio pie a una segunda… a una tercera… a una cuarta… y de ahí en adelante.
Era cinco años mayor que yo, extremadamente sexy por dentro y por fuera, al menos la parte que podía ver, y podía ser gracioso como el demonio. Era contador, y estaba trabajando para convertirse en socio.
Le expliqué lo difícil que era obtener mi título de negocios mientras criaba a un bebé, y que no podía tomar tantas clases como me gustaría.
Me dijo que era un ávido corredor, lo cual, por supuesto, ya había adivinado.
Después de cuatro citas, para mi sorpresa, le expliqué cómo había sido herida por Justin, toda la historia.
También le expliqué mi decisión con respecto a mantener en secreto a Layla.
Quería que entendiera por qué necesitaba que las cosas fueran despacio.
Fui honesta con él porque no tenía razones para lo contrario.
Yo tenía problemas de confianza y quería que supiera por qué. Era cuidadosa en todos los aspectos de mi vida y quería que lo entendiera. Mi vida también giraba en torno a Layla, y eso, necesitaba comprenderlo de verdad.
Si tenía algún problema con esas cosas, podía marcharse. Incluso le hubiera dado dinero para el combustible. Oh, sí, y si a Trish no le gustaba, podría desaparecer de la faz del planeta, así que podía ir adelantándose y avisarle a sus padres en caso de que no se presentara a la cena de Acción de Gracias. Eso le dije.
Las cosas funcionaron. Él aceptó todas mis cosas. Ryan y yo nos llevábamos bien y mis sentimientos por él comenzaron a crecer mucho más rápido de lo que me hubiera gustado. Estaba segura de que sentía lo mismo por mí.
Era tan dulce, y todas sus acciones parecían genuinas. Les gustaba a sus amigos y flirteábamos inocentemente todo el tiempo.
Ryan era paciente con eso, rara vez se ponía celoso.
Trish lo amaba, algo bueno para él. Eran un par de sabelotodos, así que las conversaciones entre ellos eran como la brisa.
En el fondo yo sabía que ella estaba comportándose demasiado agradable con el objetivo de conocer a sus amigos.
La decisión más difícil de tomar para mí en esta relación era: ¿tener sexo con Ryan antes de que conociera a mi bebé o después? Layla tenía ahora dos años, no recordaría a un hombre que solo había visto un par de veces; pero si Ryan se quedaba —lo cual yo esperaba— y luego se marchaba, ella sufriría. No quería que mi princesa pasara por eso si estaba en mi poder prevenirlo.