Tinatividad (Marta)
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Se escuchaba el mar de fondo, parecían susurros que llamaban en medio de la incertidumbre para que te acercaras, pero no tengo tiempo para ir a donde el sonido me pedía, tengo que abrir las puertas a mí nueva vida.Estaba enfrente de la entrada a mi nuevo trabajo y a la vez mi nuevo hogar, el hotel Bahía De Oro, y parece que lo que decían en internet era cierto, el atardecer desde allí daba una sensación de claridad, calma y felicidad que no se podía experimentar en muchos sitios. Tenía todas mis maletas agarradas a mis manos, las cuales temblaban de los nervios, pero me armé de valor y di mi primer paso dentro.
Es difícil imaginar que habría un cambio de ambiente tan brusco allí dentro. Un montón de gente daba vueltas, cada una a un lugar diferente, con un objetivo distinto. Yo no era menos, me acerqué a recepción para avisar de mi llegada.
-Hola, ¿en que puedo ayudarla?- preguntó sin dejar de mirar a la pantalla de su ordenador.
-Hola, era para que me enseñarais el sitio y donde voy a trabajar.
-¿Es usted Marta Luna?
-Si-asentí con la cabeza.
-Diríjase a la habitación 125, en la primera planta, y deje sus cosas allí. Le llamaremos al número que nos a dado en un rato. Hasta entonces disfrute de su estancia.- me dio una llave con el número 125 y siguió mirando a su ordenador como si nada.
Recogí mis cosas y fui hacia el ascensor mirando a mí alrededor. Las paredes parecían oro puro pintadas de amarillo, un dorado brillante que hacía destacar cada adorno de la sala, y toda las personas parecían de familias adineradas o con mucha suerte que hasta los maniquíes de los escaparates de Zara sentirían envidia. Un sentimiento de incomodidad me invadía con cada paso que daba. ¿Qué hacía yo allí? ¿Acaso voy a encajar bien entre tanta muchedumbre de ricos y niños caprichosos? El caso es que ya no había vuelta atrás, acepté mi destino y subí al ascensor.
Llegué a mi cuarto, abrí la puerta y me acomodé suspirando de alivio. Los cuartos no tenían ese color amarillo que caracterizaba al hotel a primera vista, pero se notaba el lujo del lugar a pesar de ello. Las paredes estaban pintadas de un rosa clarito, pero algunos adornos conservaban el dorado en los bordes. La ventana daba a la orilla, junto con el atardecer que me daba un poco de confianza. Aún a esas horas se veían bastantes turistas paseando, sin preocuparse por el anochecer ni del frío que podría hacer a altas horas de la noche.
Mientras contemplaba el paisaje de mi cuarto, empezó a sonar mi móvil. Al cogerlo escuché la voz de mi nuevo jefe.
-Hola, bienvenida al hotel Bahía de Oro. Marta, me voy a acerca a tu cuarto para darte el uniforme y luego dar una vuelta por tu zona de trabajo. Nos vemos ahora.
Colgó inmediatamente sin dejarme decir ni una palabra. Poco después llamó al timbre y abrí la puerta.
-Hola, soy David, el que te habló antes por teléfono. Un gusto conocerte por fin.- era un chico no mucho mayor que yo, probablemente unos 23 años, alto, rubio con pelo corto y ojos verdes. Por lo que había oído, era el hijo del dueño del hotel, y supondré que tan adinerado como todos los que paseaban por el hall principal.
-Lo mismo digo.- estrechamos la mano y acto seguido me dio mi uniforme.
-No estaba muy seguro de tu talla, así que cogí este. A ver qué tal te queda. Te esperaré aquí.- dijo mientras se apoyaba en una de las paredes del pasillo.
-Vale.- cerré la puerta y me empecé a cambiar. Casualmente me quedaba bastante bien, un poco grande de mangas la camiseta, pero bueno, así me duraría más tiempo. El uniforme se basaba en una camiseta de manga corta gris con unos pantalones bastante cortos. En la camiseta, se veía el logo del hotel, un sol al atardecer y el mar.No me suele gustar llevar pantalones tan cortos, sobretodo con mucha gente, pero tampoco voy a preocuparme demasiado por ahora.
Salí de mi cuarto y David silbó justo antes de empezar a hablar.
-No te quedan nada mal esos pantalones.
-Y a ti no te quedaría mal una bofetada en la cara, aunque también te doy la opción de una patada en los huevos.
-Tranquila, tranquila. Si quieres te doy otros.- me dio unos leggins negros, que llegaban hasta las rodillas.- ¿Así mejor mademoiselle?
-Bueno, esto ya son palabras mayores.- me volví a cambiar y después fuimos a la terraza que había fuera del hotel.
La terraza también daba vistas mayoritariamente al mar, aunque una parte también daba a una pequeña ciudad cercana.
-Oye, una pregunta, ¿sabes patinar?- agarró unos patines que había en la puerta que daba al bar/restaurante.
-Si, y además tengo ganas.- digo con bastante ilusión en mi rostro.
-Pues todo tuyas.- me los dio y seguimos caminando hasta la cocina.
-Principalmente vas a estar en estas dos partes del hotel. Lo único que tienes que hacer es el trabajo de camarera de toda la vida. Y vete memorizándote los números de las mesas, te va a venir muy bien. Empezarás mañana, aunque si quieres te puedo presentar a los cliente habituales.
-Bueno, vale.- le seguí y fuimos pasando por las distintas mesas, aunque la más destacable es sin duda la 4.
Al acercarnos vi a unas chicas que parecían amigas, y de físico eran bastante parecidas. Ambas tenían el pelo castaño, aunque una más oscuro que la otra, y pelo largo.
-Hola Emily, hola Sarah. Tenemos a una nueva camarera en el hotel y quería presentárosla, para que no se sienta tan incomoda.
-Genial, me llamó Sarah. Un gusto conocerte. Bueno, y ella es Emily.- era una chica alta, de pelo marrón oscuro, alta, con ojos marrones y pecas.
-En-encantada...- parecía muy tímida. Era un poco más bajita que yo, pelo marrón claro y ojos verdes.
-Hola, me llamo Marta. Espero que nos veamos pronto.- sonreí y me fui de allí.
Seguimos paseando y hablando con la gente hasta que se acabaron las mesas. Me despedí de David y me fui a dormir a mi cuarto. Justo antes una pregunta pasó por mi mente: ¿quien te ha caído mejor? No tuve que pensarlo mucho, la primera cara que me venía a la mente era Emily, era guapísima y esa timidez me llamaba mucho la atención. Se escuchaba el mar de fondo, parecían susurros que llamaban en medio de la incertidumbre para que te acercaras, pero no tengo tiempo para ir a donde el sonido me pedía, mañana al empezar la jornada tengo que entregar un pedido a Emily, de la mesa 4.