Capitulo 2

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Ya había pasado un mes desde la vez que conocí a Zoé.
No me interesé en buscarla, ni menos en contarle a mi madre que la vi en la fiesta, o se habría preocupado y emocionado igual que Sergio.
Pienso en eso mientras desayuno, ya que acompañaré mi madre con el voluntariado del hospital por primera vez en mi vida.
Me emociona un poco la idea de ver a tanta gente loca, en serio.
Mi madre trabaja en un manicomio, bueno... es dueña de el Hospital mental Luz de vida.
Le molesta cuando digo que es un loquero, pero creo que tengo razón.
-Mira, Mateo. Hoy es el día de visitas, me ayudarás recibiendo a los familiares de los pacientes, entregas el gaffete y los pasas a las salas de visita. Habrá otros dos chicos ayudando, así que no será tanta presión ¿sí?
-Está bien, má.
-Será nuestra tarde de madre e hijo, ¿no te emociona?
-Algo, sí. Me interesa más ver a los locos.
-No les digas así, diles pacientes.
-Locos.

***

Llegamos al hospital. Apenas entrando se siente un ambiete extraño. Se siente un poco la vibra de un hospital, pero a la vez es como si fuera un día alegre. Y lo es, los pacientes recibirán visitas, y eso siempre es bueno. Algunos voluntarios llegan como visitantes de pacientes que no tienen familia, o que llegaron ahí en circunstancias extrañas (por ejemplo, Don Armando. A él lo recogieron de las calles).
Mi madre me da una playera color azul cielo, una libreta, una pluma y unos stickers para apuntar los nombres.
Los otros dos voluntarios se llaman Amanda y Ricardo, 19 y 20 años respectivamente. Como soy el novato, me toca hacer a los primeros 10.
Abren las puertas  a las 10:00, pero nadie entra.
10:30, llega la primer persona.
A las 11:00 ya había acabado con mis 10 visitantes, pero no veía a ninguno de los otros dos idiotas para que hicieran su trabajo. Estaba de espaldas cuando se escuchó que alguien más entró.
-Vengo a ver a Martín Uriqueta.
Me volteo harto, apuntando en la libreta.
-¿Cual es tu nombre?- Pregunto sin subir la mirada.
-Zoé Uriqueta. Hola, extraño. Hola, Mateo.
No puede ser cierto.
De todas las situaciones posibles, de todos los escenarios imaginables, con cualquier persona existente... me topo con Zoé, la extraña del bus. En el hospital de mi madre, mientras hago voluntariado.
-Hola- digo serio. La última vez que la vi, hizo que me enojara.- Sígueme.
-Tampoco tienes que hablarme así, no hice nada malo.
-¿No? Me dejaste como idiota ahí.
-No, ya te ibas así que no estuviste solo. En cambio, decidí alejarme a tiempo.-contesta mientras se pega el sticker  con su nombre.
-¿A tiempo para qué?
-Es cuestión de seguridad.... Hola, Martha.
-¡Zoé! Qué gusto verte. Hacía dos meses que no venías, ¿todo bien?
-Sí, Martha, es que tuve que ir a un viaje escolar. La beca me exije mucho, y pues... al final valió la pena ¿no crees?
-Bueno, menos mal que fue algo provechoso. Mira, te presento a mi hijo Mateo. -dijo volteándose hacia mí.
¿Acaso el Universo conspira?
Zoé conocía a mi madre, y encima se llevaban bien.
-Con que el extraño del bus es tu hijo, qué pequeño es el mundo.-contestó ella sonriendo.-¿cómo ha estado mi padre? ¿sigue igual?
-Pues, el litio redujo bastante sus brotes psicóticos... Aunque sigue olvidando cosas del pasado.
-Bueno, supongo que está bien-dijo sonriendo abiertamente. Qué hermosa sonrisa, joder.
-Mateo, acompaña a Zoé... por favor.
Ruedo los ojos, un poco harto.
¿Por qué a mí?
Yo ya no quiero tener contacto con ella, se cree misteriosa y eso me molesta demasiado.
Llegamos al cuarto del padre de Zoé, y me quedo en el umbral de la puerta. El señor es uno de los pacientes catalogados como "paciente peligroso" por lo que no puede ser llevado a la sala de visitas, y si alguien viene a verlo debe estar siempre acompañado de un doctor o, cómo no, de un voluntario.
-Hola, papá.-dijo ella acercándose a la cama.
Su padre yace boca arriba, viendo al techo con la mirada perdida. Al escuchar a Zoé, este esboza una ligera sonrisa.
-Zoé Zoé Zoé Zoé-Contesta él, comenzando con un susurro hasta subir el tono a casi un grito- Zoé Papá Zoé.
-Sí, Zoé... tu hija. Vine a ver cómo te está yendo, papá. Me dijeron que ya no te pones de loco así nada más, y eso me hace estar muy orgullosa de ti.
-Bien bien bien. Loco ya no. Entonces ya no estoy loco estoy bien no loco.
-Me alegra papá, ¿siguen viniendo a visitarte mamá y la tía Laura?
-Mamá sí Laura no. Laura no loca. Mamá muerta.-dijo el señor, un poco más agitado.
-Está bien, papá. No es tu culpa.
-Culpa papá no. Loco papá. No bien. Mamá muerta y papá loco. Zoé llora.
Me quedo atónito.
Es raro cómo pasa todo. Esta chica se esfuerza por ocultar todo de ella, y ahora estoy yo, descubriendo su historia así por casualidad.
-Sí, papá. Zoé llora.
-Zoé es linda y fuerte. Zoé ya no llora.
-A veces me rompo, papá. Pero ya no tanto. Hace dos meses gané un viaje todo pagado a Inglaterra, como te prometí. Trabajé duro y fui a tu país favorito. Traje una postal para ti, la pegaré en la pared para que la veas cuando quieras acordarte de mí ¿sí?
-Recordar. Recordad a mamá. Recordar a Zoé. Recordar a Inglaterra. Recordar cerrar el gas.
Zoé pegó la postal en la pared con cinta, dio un beso a su padre en la frente y salió. Se detiene junto a mí, en el umbral, viendo hacia la pared.
-Te amo, papá.
-Te amo papá. Papá ama a Zoé.
Caminamos hacia la recepción.
-Cuestión de seguridad -dice mientras caminamos- porque no sé si tu amigo de verdad no tomó, te conocí horas antes en un autobus, no sabía más que tu nombre. No quiero hacerme la misteriosa, solo soy en extremo precavida. Como puedes suponer, tengo que cuidarme sola.
-

No te disculpes por ser como eres.
-No me estoy disculpando, estoy diciéndote cómo soy.
Para en seco, y toma mi hombro.
-Préstame tu teléfono. Es de vida o muerte.
Extrañado, saco mi celular y se lo doy.
Teclea unas cuantas cosas, mientras camina hacia la puerta.
-Como dije, no creo en el destino. Pero, sin duda, las casualidades existen.
Me da mi teléfono, sonriendo. Abre la puerta mientras me mira.
-Adiós, Mateo.

***

-Y entonces me dio su teléfono, wey. Es neta, conseguí su teléfono un mes después.-Dije mientras me hacía un sandwich-¿crees que puedas venir para contarte bien?
-Tú, Mateo Hernández, ¿invitándome a tu casa? ¿qué tiene esa chica de especial para que merezca la pena sacrificar tu soledad y hablar de ella? Voy para allá.
Cuelgo, y comiezo a comerme el sandwich. ¿Le hablo? ¿debería mandarle un mensaje? ¿Y si piensa que soy un rogón?
Por eso necesito a Sergio, él sabe qué hacer con estas cosas. Yo soy completamente nuevo en esto, yo no sé qué hacer ni cómo hacerlo.
Sergio llegó a los 10 minutos.
-Bien, es momento de que mi amigo Mateo conozca el amorts.
-No seas menso, ya pasa.
Le conté más o menos cómo fueron las cosas, exceptuando la plática que ella tuvo con su padre y que él era un paciente peligroso, ya que no es de su incumbencia, y yo no tengo el derecho de contarlo.
-Pues yo digo que le mandes un Wa. O sea, ¿qué es lo peor que puede pasar?
-Que no me conteste y termine como u  perdedor.
-No, que no te conteste y pases la página. Vamos, no es tan malo.
Tiene razón.
Tomo mi celular, abro whatsapp. Inicio un chat con ella, pero ¿cómo?
-¿Qué le pongo, pequeño bastardo?
-Pues, lo que quieras. Puedes empezar con un hola, como una persona normal o puedes ser tú mismo, y eso creo que es mejor ¿no crees?

Hey, ¿cómo estás?

Ya está, nada mal. Suena casual, desinteresado pero bien. Espero un poco nervioso. Por suerte Sergio viene preparado, y trae consigo un montón de videojuegos.
-Así la espera no será tan tediosa ¿no crees?

Hey. Bien, ¿y tú?

-¡Me contestó, wey! Mira.
Le paso el celular a Sergio, y él hace una cara, una que significa "esto ya se prendió", según él.-Pues contéstale, no seas pendejo.

Bien, gracias. Oye, ya que viste que no soy un secuestrador ni un asedino serial. ¿Te gustaría salir el sábado?

No estoy del todo segura de que no seas un asesino, pero está bien, nos vemos el sábado a las 5 en el centro, en la biblioteca.

Mejor en la cafetería de a lado, ¿no?

Sí, por eso xd

Jajaja, bueno. Entonces nos vemos a las 5 en la cafetería junto  a la biblioteca.


Ya era oficial, teníamos una cita.
Miro emocionado a Sergio. Y él me mira, muy serio.
-Que sepas que si te rompe el corazón, yo le rompo su angelical cara ¿vale?
-No lo hará, no soy un idiota que se enamora a lo estúpido.-respondo mientras prendo el mando de la X-box.
-¿Cómo lo sabes?


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