Epílogo

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"La insertidumbre. El caos. Eso es lo que nos rige.
Hacemos planes por años, pero cuando llega el día de cumplirlos, el caos toca a la puerta. La alarma no sonó, había mucho tráfico, no encontré mi zapato, el vuelo se atrasó.
¿Por qué? Gastamos años planeando algo, y en unos segundos se desvanece en nuestras manos.
No hay nada más seguro que los riesgos. ¿No sabes hablar inglés? Arriésgate y hazlo. ¿Quieres a alguien? Arriésgate y lucha.
Deja los miedos de lado. ¿De qué te sirven? Estorban.
Caos. Caos. Más caos.
Eso nos rige. Cosas buenas, cosas malas. Hay que aprender que nada tiene una razón de ser. Nada.
Soy feliz. Soy estable. Soy libre."

Cierro mi libreta y me quedo un rato viendo a la nada, pensando en todo lo que he cambiado en estos años. Todo lo que evolucioné, mejor dicho. La gente no cambia, su escencia siempre permanece ahí. Simplemente maduran, aprenden. Aprendí que no necesito a nadie, que yo puedo hacer las cosas solo y que soy capaz de cualquier cosa que me proponga. Maduré, aprendí de cada acontecimiento que pasó a lo largo de mi vida. Eso es lo importante, ¿No? Perderse para encontrarse, vaciarse de todo para saber qué te llena. Estar solo un rato para saber con quién quieres estar.
Y aquí estoy ahora, cerrando mi libreta en mi oficina, la oficina que amo porque adoro mi trabajo. Veo las fotos que adornan mi escritorio. La del día de mi graduación. La foto que nos tomamos Sergio y yo ese día. La foto con mi madre, la mujer más hermosa en el mundo. Y la foto de mi familia, mi esposa y mi hija.
¿Quién lo diría, no?
Saco un cigarrillo de la tabaquera de me acompaña desde los 17 años, y lo enciendo.
Miro al frente de nuevo y sonrío.
-Gracias por este final, Zoé.
Guardo mis cosas y camino hasta el estacionamiento. Conduzco hasta mi hogar, dónde me esperan mi hija y mi hermosa esposa.
Al final, cada uno es dueño de su propio destino.
Abro la puerta de mi casa.
-Hola, extraño.
Sonrío.
¿Quién iba a decirlo, no?

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