Vita Passata

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Abro los ojos. Oscuridad. Una luz gris comienza a hacerse notar cada vez más nítidamente, aunque se encuentra muy lejos de mi vista. Muevo mis músculos. Nada. Aunque siento todas las partes de mi cuerpo unidas a mí, no puedo lograr moverlas. Miro a mi alrededor, lo único que puedo mover son los ojos. Oscuridad. Quiero gritar pero no puedo mover la boca ni mucho menos hablar. La luz comienza a hacerse aparecer cada vez más fuerte y más cerca hasta que está frente a mis ojos y me ciega completamente

– ¡Socorro! –grito.

Al fin mi voz se hace escuchar en la penumbra.

Pestañeo fuertemente varias veces y veo un rostro y una sombra: Gabriel. Está encima de mí y parece querer asfixiarme... no de nuevo. Quiero gritar pero no puedo, el peso sobre mí es aplastante. Miro a mi alrededor y me doy cuenta que estoy en el bosque, como la primera vez. Trato de empujar a Gabriel, que está encima de mí pero no puedo.

No puedo soportar más el dolor, por lo que definitivamente me dejo llevar.

Abro los ojos y me encuentro con la oscuridad de nuevo. Grito. El sudor en mi nuca hace golpear a mi cabello en mi piel. Miro alrededor y pronto mi vista se acostumbra a la negrura que me rodea, estoy a salvo. Es lo único en lo que puedo pensar. Estoy en la casa donde hace unas horas el joven de cabello azul me había llevado. Se encontraba bastante distanciado de la mansión Blacked, estaba frente a una playa de olas cristalinas, en medio del bosque.

La puerta se abre y la luz se enciende al mismo tiempo, me tapo la vista con la mano, tanta luminosidad luego de tanta oscuridad me cegaba. Cuando abro los ojos me encuentro con Nathaniel, que me mira preocupado, está sentado en la cama donde estaba durmiendo.

– ¿Estás bien? –pregunta con la voz quebrada.

–Sí, fue solo un… sueño –trato de convencerme más a mí que a él.

Él asiente y sonríe mientras me mira a los ojos. Me doy cuenta que estoy sentada en la cama, con seguramente una cara de psicópata. Llevo puesta una remera enorme, que Nathaniel me ofreció ayer a la noche, que me llega hasta la mitad de los muslos; en la parte de abajo no llevo nada más que mi ropa interior. Como veo que no estoy tapada con ninguna sábana, me cubro con las manos rápidamente. Al ver lo que hago, el joven se ríe y se lleva la mano a la cabeza, mientras mira hacia otro lado. Lo miro detenidamente y me doy cuenta que sólo lleva puestos un bóxer negro. El rubor se enciende en mi rostro y me muerdo el labio. Eres una estúpida, Dreyri.

–Me alegra que ya te hayas despertado, porque necesito que conozcas a alguien –dice con una sonrisa de lado, mientras se para.

–Sí, ya me visto… y voy…  –tartamudeo mirando la cama.

El joven se acerca a mí y me toma la barbilla con una mano. Eso provoca una corriente eléctrica, que hace que ambos nos separemos.

–Auch. –Me tomo el lugar dolido con una mano y me lo froto para mitigar el dolor.

–Debo hablar con el Maestre –me dice mirándome con los ojos muy abiertos.

– ¿Quién? –susurro.

Las palabras salen de mi boca y se tropiezan en mis labios, pero él ya se había ido entre la oscuridad.

Me levanto de un salto y miro la pequeña habitación. La cama donde estaba durmiendo era suave y diminuta, sólo entraba mi cuerpo esquelético a medias. Además de ella, había en la blanca habitación una mesita de noche, donde dejé mi ropa doblada la noche anterior. Trataba de recordar algo, pero solo llegaban a mi mente los momentos fragmentados. Lo último que recordaba era la casona enorme, en medio del bosque, en la cual estaba yo ahora. Una mujer vestida con un largo vestido rojo antiguo nos recibió con una linterna en medio de la noche. No sabía quién era ni tampoco había preguntado, estaba demasiado aturdida ayer a la noche, por lo que me prometí averiguar hoy. Habíamos viajado por horas en la ruta, aunque para mi fueron segundos, en los que pensaba una y otra vez lo estúpida que había sido. Recuerdo también haber estado en el auto de Nathaniel, huyendo de los disparos de… ¿los Blacked?

Secretos de Sangre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora