Compagna Demone I

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Estaba hecha una furia griega. No quería verlo a él, ni a su estúpido hermano Alexander aunque no tuviera nada que ver en esta situación, o al menos hasta ahora… porque cada vez menos se de mi propia vida y los demás saben más.

Insulto a todos en silencio y maldigo a mi propia vida con cada paso hacia delante que hago.

– ¿Es vida esto? ¿O sólo un recuerdo más pasajero? –pregunto al aire, deteniéndome para escuchar lo que éste tenga para contestarme.

Hablo sola y lo único que encuentro como respuesta es el aleteo lejano y cercano al mismo tiempo de aves que están a kilómetros de allí.

– ¿Y si estoy en otra ciudad en una habitación acolchonada con una camisa de fuerza? No, eso ya es demasiado –me contesto sola y vuelvo a emprender rumbo a la nada. –Le estoy hablando al aire, que bien que andas Dreyri –digo mirando mis pasos, que se entremezclan con el suelo lleno de ramas sueltas y hojas muertas.

Lo que sí estaba segura era de que él me había matado tres veces. Tres condenadas veces por una condenada Profecía de la cual ni siquiera quiero ser parte. Odio a Gabriel con mi alma, o lo que queda de ella.

¿Es esto un alma lo que tengo dentro mío o solo retazos de almas pasadas de dos personas diferentes?

Miro a mi alrededor y caigo en conclusión de que, enojada, había caminado hasta el bosque. Es como si una fuerza me atrajera hacia el todo el tiempo. Debe haber algo allí que me ayude a despejarme de la realidad y me haga entrar en el pasado sinuoso en donde yo era dos personas distintas.

–Desearía volver al sueño profundo antes de haber despertado –maldigo entre dientes hasta que, una sombra pasa por delante de mí, helándome la sangre y cortándome la respiración y el paso.

Siento mi corazón palpitar una y otra vez, de forma pesada bajo mi pecho. Hay una sombra borrosa, similar al humo, delante de mí. Un aroma a hojas quemadas me hace arrugar la nariz y temo porque el bosque se haya incendiado, pero aquella sombra es similar a la que me “salvó”, en cierto modo, la otra vez en el bosque.

Espero impaciente a que ésta tome forma, y siento que ya sé quién está detrás de esto, por lo que ruedo los ojos y al instante mis dudas son acertadas.

– ¿Qué haces aquí? –pregunto con la vista a las copas de los arboles más lejanos.

–Vine a ver si necesitabas ayuda para perderte aún más –sonríe pasándose la mano derecha por su cabello azul.

–Creo que yo sola puedo perderme, gracias por tu hermosa simpatía –sonrío forzadamente y sigo caminando, esquivándolo.

Lo último que necesitaba ahora era que él me molestara.

–Espera –me dice corriendo y colocándose delante de mí.

– ¿Qué? –pregunto un poco fastidiada.

–Quiero que conozcas a alguien, aunque ya lo conoces –sonríe mostrándome sus blanquecinos dientes en punta.

Se da la vuelta sin esperar mi consentimiento, me toma de la mano sin siquiera verme y me jala por entre las ramas del bosque espeso.

Ruedo los ojos y lo sigo. Lo único que se oye son las pisadas nuestras sobre las ramas secas. Miro hacia delante y me percato que no lleva puesta remera alguna. Bajo la mirada de nuevo al suelo y siento cómo mis mejillas se encienden y mi pulso acelera.

– ¿Podrías dejar de verme así? Tu corazón está por partirme los tímpanos –dice burlándose antes de echar una carcajada.

Le suelto la mano con brusquedad, pero en un fallo de precisión, caigo de espaldas hacia atrás, golpeándome los pulmones, que me dejan sin respiración por unos segundos. Todo mi cuerpo parece quebrarse bajo la tierra del bosque.

Secretos de Sangre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora