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            En su cabeza todas las imágenes de las últimas horas se mezclaban y reproducían como una película particularmente mal grabada. Se veía a sí mismo en su cama, en casa, descansando y sintiendo en su vientre los movimientos de su bebé y luego podía verse a sí mismo llorando en el asiento trasero del vehículo de su hermano porque no podía sentir a su bebé, y luego... ¿Qué pasaba luego? Recordaba haber escuchado un centenar de voces, o quizás eran menos, venir de todos los lugares del mundo y de ninguno al mismo tiempo. Sentía su rostro cubierto y una mano que le impedía quitarse lo que tenía ahí y después de eso las voces se hacían difusas, todo se volvía oscuro y volvía a esclarecer solo cuando se encontraba en esa habitación. No sabía específicamente cuanto tiempo había estado ahí pero habían sido varias horas. Tenía recuerdos de rostros extraños yendo a verlo, tocando su cuerpo como si él no estuviera realmente ahí y luego volvía a estar solo. Había mucha soledad en torno a él, demasiado silencio. Y no se supone que haya silencio cuando tu bebé acaba de nacer. Su bebé... no tenía recuerdos de ella, no recordaba haberla visto o escuchado ni una sola vez y podía sentir que algo andaba mal, pero estaba demasiado mareado como para percatarse de qué era.

Sus ojos evaluaron el lugar. Estaba solo ahí, era una habitación privada y había una persianas blancas cubriendo una ancha ventana. La televisión lucía antigua y estaba en la pared, sostenida por un marco metálico cubierto de polvo. Había una mesa y sobre ella un bolso cerrado, conocía ese bolso, posiblemente tenía ropa suya o quién sabe... Y más allá había una puerta, luego una pared vacía y luego, bueno, estaba su cama. Inspiró fuertemente y cerró sus ojos. Tanto explorar lo había mareado. Alzó su mano derecha pero fue difícil porque tenía suero conectado a ella. La izquierda también, pero al parecer era solo una vía y fue fácil moverla de su camino para poder llevar su mano hacia el rostro. Se cubrió el rostro, frotó uno de sus ojos y luego, intentando mantenerse tranquilo, llevó una mano a su abdomen.

Era tal y como esperaba, pero no planeaba que su cuerpo reaccionara de ese modo. Su vientre seguía hinchado y demasiado delicado al tacto, pero no había un bebé ahí. Sus latidos se aceleraron y se escuchó a sí mismo jadeando. Sus ojos escocían tanto que lágrimas comenzaron a bajar en dirección a su cabello, y pronto un molesto ruido se hizo escuchar. Abrió los ojos y desvió la mirada hacia donde provenía el ruido. Lucía como un monitor cardiaco, y aunque no podía ver bien los valores, supuso que algo andaba mal porque pocos segundos después una enfermera bastante joven entró corriendo a su habitación y se acercó a la cama.

— Despertó —dijo ella, era obvio.

Gerard asintió como pudo.

— Dónde está mi bebé —su voz se escuchaba ronca porque su garganta estaba demasiado seca, pero estaba totalmente seguro de que su frase había sido bien escuchada por la joven—. Quiero verla.

— Yo... —ella comenzó y luego mordió su labio— No tengo esa información, señor Way. Si quiere saber algo puedo llamar al médico que está a cargo de usted. Pero tengo que pedirle que se relaje porque todavía está demasiado débil por la operación.

— Llámelo —suspiró—, necesito saber de ella para estar tranquilo.

La joven parecía lista para replicar, pero la mirada de Gerard era suplicante y no pudo decirle que no. Salió con la misma prisa que entró, y Gerard volvió a cerrar sus ojos cuando estuvo solo de nuevo. Hasta entonces notó esas extrañas cosas sobre su pecho, posicionadas estratégicamente para leer sus latidos. ¿Por qué necesitaba eso? ¿Por qué estaba tan débil? ¿Tan mal había salido todo? No podía entenderlo... todo iba tan bien, durante su último control le habían dicho que todo era perfecto y no había sido hacía mucho tiempo atrás así que no entendía por qué demonios había sucedido todo eso. No entendía todo el dolor que había sentido, o por qué habían tenido que sacar a su hija antes de tiempo. Y Frank... ¿Acaso él sabía? Recordaba haber tomado su teléfono antes de salir de casa, pero sinceramente no sabía en dónde demonios había quedado. Esperaba, de todos modos, que su hermano lo llamara. Frank merecía saberlo y él mismo necesitaba tanto un abrazo de su esposo. Que le dijera que todo iba a salir bien, aunque fuera mentira.

linger ・ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora