La ternura a los ojos de la muerte

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Los ojos de la princesa observaban el vacío entre la sombra de su gato Shiro y su cuerpo, es decir, observaba la nada, con una mirada llena de tristeza y hasta cierto punto, nostalgia, me aseguré de que no se diera cuenta de mi presencia y me fui por donde llegué, ni siquiera yo soy capaz de perturbar la paz de aquella pequeña niña, de aquella avecilla caída.

Las escaleras de ésta torre en especial me desesperaban, totalmente rojas, en forma de caracol de tal forma que tan sólo verlas podía llegar a nublar tu mirada, un diseño bastante interesante, pero que le falta un poco de estilo, y es que las paredes negras no ayudan nada.

Cuando logré bajar las benditas escaleras, decidí ver a la princesa una última vez antes de irme, pero, su mirada de tranquilidad había desaparecido por completo, sus ojos se volvieron cristalinos como un vidrio que se podría destruir con un simple toque, su expresión pedía a gritos ayuda, esa es la expresión más linda que he visto en mucho tiempo... pero, no lo dejaré así, ¡la lealtad de la condesa hacia la princesa que perdonó todos sus pecados, como un ángel, es más grande!

Haría lo que fuera por la princesa, eso estaba más que claro, tomé la primer piedra que me encontré en mi camino y apunté hacia la ventana abierta del balcón, tiene que ser un tiro perfecto o si no, la princesa morirá, y eso era algo que no me podía permitir. Logré acertar, haciendo caer una daga que ocasionó un sonido metálico que resonó en mis oídos, a pesar de la distancia, es mi oportunidad.

Traté de entrar al castillo pero la puerta estaba cerrada, eso creían ellos, ya que no me dejaría derrotar tan fácilmente, ¿Por dónde creen que hago mis visitas nocturnas, eh? ¡La ventana, obviamente! Al entrar por la ventana, cristales se enterraron en mi piel, era doloroso, pero no era nada comparado con el dolor de perder a un ser querido, un dolor que me juré no volver a sentir jamás. Los sirvientes, que pensé que me serían de ayuda, comenzaron a atacarme, eran más de veinte, por lo que no podría con todos... No, no sucederá otra vez, ni ahora ni nunca, pero... ya no queda nada más.

La esperanza fue derrotada, no queda nada más, ni siquiera aquellos recuerdos...

Hace diez años.

一¡N-no me mires!一mi voz asustada resonaba entre las paredes de mi habitación, bueno, aquello que alguna vez lo fue, estaba asustada, ellos apuñalaron a papá, violaron a mamá y aplastaron a quién sería mi hermano, ya nada quedaba, gracias a lo estúpida que podía llegar a ser la humanidad.

Sus ojos estaban al borde de las lágrimas, sus labios temblaban tímidamente mientras que se abrían y cerraban, como si tratara de decir algo; cuando traté de decir algo más, fui callada por sus brazos que rodearon mi espalda y su cara que se escondió en mi pecho, ah, ¿Así que a ésto se le llama abrazo? Una sensación desconocida pero que quería conocer más, mucho más...

La sangre en las heridas aún abiertas dejo de importar, el dolor y los sentimientos se mezclaron en un solo sentimiento, que a pesar de ser amargo, mantenía con vida éste corazón, creía que sabía lo que era el "amor" pero luego de aquellos 2 minutos con 37 segundos lo entendí por completo, yo, Mari Ohara, hija de dos comerciantes acusados de practicar la magia roja, me había enamorado de la princesa, la princesa Yoshiko Tsushima, mi pequeño ángel caído...

Así es, no importa lo que pasé, haré lo que sea por mi pequeña Yohane, sin importar el costo, sin importar si no recibo nada a cambio, todo sea por ella y su felicidad, ¡Que viva la princesa!

Pensé que podía ayudarla pero... parece ser que alguien ya lo hizo...

Frágil (Yohariko)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora