VI

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  La tiré a las frías baldosas del baño, aseguré la puerta, y caminé hacia ella, lentamente.

 No tenía de que preocuparme, todo estaba preparado, mamá me había ayudado, até sus manos y sus pies en medio de forcejeos inútiles de su parte.

-Maldita- dijo ella, pateé reciamente su boca, lo cual me causó cierto deleite. Me arrodillé para quedar frente a su cara, acerqué mi mano a su labio inferior sacando un poco de sangre con mi dedo índice.

-¡Oh!, este rojo te queda mucho mejor que el que usas todos los días- dije sonriéndole "dulcemente".

-¿Qué mierda pretendes hacer?- ella habló por primera vez para luego escupir la gran cantidad de sangre que fluía desde su boca.

-Hacerte pagar- sonreí –"Si no comes, no vas a crecer"-hablé intentando imitar su voz.

Tiré un plato con carne cruda y putrefacta del cual salían algunos gusanos, luego arrojé un tenedor y un cuchillo frente a ella, no los podría usar, tenía sus manos atadas, pero yo le podría ayudar.

-¿Vas a comer?- pregunté ladeando mi cabeza. Ella negó, era justo lo que esperaba que respondiera.

 Tomé los cubiertos y corté un pedazo de carne, me acerqué con el tenedor en la mano.

-No- dijo ella, me sorprendía que no hubiera gritado, cualquiera en su sano juicio lo hubiera hecho, pero... ¡un momento! ella no estaba en su sano juicio.

 Nuestra casa estaba ubicada lejos de la ciudad, no había ni un alma a kilómetros, así que si gritara en algún momento... sería inútil, nadie la escucharía, solo yo... y mamá.

Forcé su boca hasta que cedió y se abrió por completo, metí el tenedor hasta el fondo, tapé su boca tal como ella lo había hecho hace algunos años, la obligué a tragar, casi muere por el gran tamaño del pedazo de carne, pero no lo hizo, y eso era lo mejor, mientras no muriera, podía seguir haciéndola pagar.

-¿Por qué me odias?- pregunté, ella me escupió en la cara, limpié el escupo y la abofeteé.

-Tú no entiendes- respondió riendo, golpeé la muralla con fuerza, de mis nudillos comenzó a salir un poco de sangre ¿Por qué no me lo dice? Masajeé mis sienes con mis dedos, en mi frente había un débil rastro de mador.

-¿Te diviertes? ¿No tienes miedo?-pregunté.

-Jamás le temí a nada, yo era como tú, nadie me comprendía, mi padre era un borracho, y mi madre una maldita puta, mi infancia no fue nada linda- sonrió mostrándome sus dientes bañados en sangre.

-La mía tampoco.

-Lo sé, yo me encargué de que fuese así.

-¿Sabes que te mataré verdad?

-No lo harás.

-¿Cómo puedes estar tan segura?

-Porque somos iguales...  

  

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