II

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-Tienes que ir a estudiar.

-No lo necesito- Dije, no lo necesitaba, mis notas eran las más altas de la clase, aunque no me gustaba el colegio, yo nunca estudiaba.

-¿No entiendes? ¿Eres estúpida?- había dicho mientras se acercaba, ¿quién le decía estúpida a una niña de ocho años? Solo ella lo hacía.

-Si entendí- la miré.

-Pues no lo parece- caminaba lentamente hacia mí- preguntaré por última vez, ¿Irás a estudiar?

-Ya te respondí, ¿acaso no entiendes? ¿Eres estúpida?- repetí lo que ella había dicho, una cucharada de su misma medicina.

Aquello la hizo enojar, porque tomó mi cabello  y lanzó mi pequeño cuerpo al piso para luego patearme, no importaba que me golpearan si lo merecía, pero no lo merecía. ¿Por qué lo hacía? ¿Qué tenía esa mujer contra mí?

Yo nunca había dicho nada malo, pensaba muchas cosas de ella, claro, pero no las decía, no la dañaría como ella me dañaba a mí, no importaba cuan altos eran mis deseos de gritarle tantas verdades a la cara, no lo haría.

Mamá curó mis heridas todas las veces que ella me pateó, me consolaba en el baño.

-Estoy bien...- le decía en medio del llanto, pero ella negaba con la cabeza, me besaba la frente y me decía que no importaba lo que esa mujer hiciera, ella siempre me iba a curar, ella siempre iba a estar para mí. Siempre.

 Índigo.®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora