En el choque de la vida VII

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Las jóvenes estuvieron toda la mañana limpiando esas aulas y pasillos. Bárbara accedía a las aulas de la planta de arriba, limpiando pupitres, mesas, sillas, suelos, pizarras, ventanas... etc. A medio día salió con otras muchachas, entre ellas Maika a limpiar el patio trasero, que e unos días estaría lleno de basura de los almuerzos de los alumnos . Aquel patio estaba lleno de porquería , y los monjes lo querían limpio y reluciente para cuando empezaran las clases. Después de eso volvieron al edificio donde la mujer de negro que antes las habia recibido, una de las institutrices, las llamó con una bolsa llena de ropa en su mano, de esta fue sacando unas batas grises y largas, que podían llegar hasta sus tobillos, depende de la altura de cada una. " Estos son vuestros uniformes de servicio" . Debían llevarlos puestos siempre que estuvieran en ese centro. Las jóvenes accedieron a sus respectivas zonas de trabajo. En el pasillo Bárbara saludo a Maika que entraba a la sala de caballetes. También vieron a Juana que accedía hacia la otra punta del centro , donde estaba la cocina, vestía una bata blanca y un pañuelo blanco en la cabeza, en unas horas tendría que preparar la comida a los monjes que irían bajando de sus celdas. Bárbara estaba toda sudada y tenía sed todo el tiempo , pensó en llevarse una cantimplora para la siguiente vez.

A la hora de comer salían del centro, aunque a partir de octubre tendrían que hacer horas hasta las 5 dos días para dejar bien limpios los pasillos, patios y aulas.

A esa hora Bárbara, Maika y Juana salieron del centro con las amigas de Maika, Carmen y Ana. Formaron un pequeño grupo que con los días se fue descomponiendo. Juana se haría amiga de Carlota, una joven de 16 que había entrado dos años atrás con la edad de Bárbara y trabajaba en la cocina, los primeros días empezarían las tensiones entre Juana y Bárbara, pues Bárbara en verdad solo era una cría inmadura que se veía afectada por todo , mientras que Juana alardeaba de su madurez y capacidad, de haber trabajado desde los 12 en un montón de sitios dejando a Bárbara como la nena de mama del grupo, cuando en verdad todo lo que Bárbara estaba haciendo en ese momento era muy duro para ella, había dejado a sus amigos y padres en su pueblo, que cada día echaba más de menos y comenzaba a chocar con ese moderno mundo que era la ciudad.

Era viernes, el lunes empezaban las clases, y el día siguiente , sábado, tendrían que dejar el centro limpio como los chorros del oro.

Bárbara, Maika, Juana, Ana y Carmen accedieron a la estación de tren que estaba tan cerca del centro. Compraron sus respectivos billetes y esperaron 15 minutos hasta que llegara el tren. Cuando el tren llegó a la ciudad, la primera en bajarse fue Ana en Arcángel, una parada que llevaba a una zona de clase alta. Después se bajaría Bárbara en Cauce, la estación desde donde había ido esta mañana al centro, con ella se bajó Carmen, Maika se bajaría en Plaza, una zona central donde había una gran plaza con distintos comercios y la última en bajarse era Juana que vivía en un barrio de las afueras. Al salir de la estación Carmen se fue hacia la otra dirección y Bárbara se fue hacia la casa de su tía, pero esta vez pararía en la parada de autobuses para ir a casa de su otra abuela, la que vivía hacia el sur del centro, cerca del cauce, sentada en esa parada sacó su papelito de las mil direcciones apuntadas para mirar donde tenía que parar . Sudada en ese asiento empezó a acordarse de su pueblo, tan cerquita del mar, dónde le daba la brisa y siempre hacia buen tiempo. Al llegar al autobús se montó en él, en ese transporte lleno de señores que la miraban de arriba a bajo fumando puros cubanos y llenando el autobús de humo, al fondo quedaban asientos libres donde un grupo de señoras cotilleaban sobre la menopausia.

Al llegar a ese barrio residencial, Bárbara bajo del autobús, los pisos están todos de nueva construcción, se acercó a lo que era el piso de su abuela, donde había una peluquería que llevaban ella y sus hermanas y arriba estaba el piso de su abuela. En ese piso la esperaba su abuela con los brazos abiertos y con mucho amor, aunque hubieran pasado muchos años desde la última vez que la vio.  Para Bárbara esa mujer solo era una desconocida, tenía vagos recuerdos de ella. En los próximos meses se conocerían poco a poco.

Transición en Flor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora