Manzana, limón y canela

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Thranduil había recorrido todos y cada uno de los lugares que su hermana solía frecuentar; no obstante, no la había encontrado en ninguno. Parecía como si se estuviera escondiendo a propósito y eso lo fastidiaba un poco; se estaba preocupando cada vez más y no podía esperar a contarle todo lo que había ocurrido al volver al reino, pero no podía contarle nada si no la encontraba y Aëristdul parecía haberse evaporado.

Lo que jamás había esperado, lo que nunca había cruzado por su mente, era que no se encontrara sola. Y no le hubiera llamado la atención si su compañía hubiera sido Amarië, su eterna compañera, lo que lo hubiese alegrado ya que quería decir que habían solucionado sus problemas, sino que su compañía ni siquiera era de sexo femenino.

Un menudo muchacho de cabello oscuro caminaba a su lado, recorriendo el cuerpo de su hermanita con sus lascivos ojos una y otra vez, sin escuchar nada de lo que la muchacha decía y sin siquiera prestarle un poco de atención. Nada de aquello le agradó a Thranduil quien se había quedado completamente quieto al verlos. No siguió caminando hacia Aëristdul, no quería interrumpir si se estaba equivocando, sino que dió media vuelta y se dirigió, a paso rápido hacia el cuarto de su hermano, Evsän.

Tocó suavemente antes de entrar pero nadie respondió por lo que se tomó la libertad de abrir la puerta; sabía que muchas veces, el príncipe no respondía para que no lo molestaran y, por eso, sus hermanos habían tomado la costumbre de entrar al cuarto aún cuando no había respuesta.

-Evsän ¿tú sabías…- de repente el príncipe más joven dejó de hablar. Tal como esperaba, Evsän estaba allí… pero no solo.

La muchacha de intensos ojos azul turmalina lo miraba avergonzada; sus mejillas se habían vuelto terriblemente coloradas mientras se acomodaba el cabello nerviosamente y ponía de pie al lado de la cama de Evsän donde el muchacho, con los ojos cerrados y la boca terriblemente inflamada, sonreía.

-Thranduil, gracias a Manwë que eres tú, podría haber muerto de alguna afección cardíaca- dijo el príncipe casi riendo de alivio.

-no obstante, podría haber sido Ada. Toqué la puerta y no respondiste Evsän- lo reprendió el menor- por favor abróchate la camisa- pidió a la muchacha sin desviar los ojos de la desarmada trenza de su hermano- tú también- protestó, esta vez a su hermano.

-H...hîr… vuin- masculló la joven temblando y con los ojos llenos de lágrimas.

-¿puedes retirarte unos cuantos minutos? necesito discutir algo con mi hermano- respondió Thranduil luchando contra su propio bochorno. La muchacha asintió mientras se secaba una lágrima rápidamente. “Está aterrorizada, pero ¿por qué?” se preguntaba el príncipe mientras la muchacha recogía sus cosas del suelo a toda velocidad. Y entonces la reconoció, era una de las muchas criadas del castillo, la misma que les había llevado el desayuno a él y a Aëristdul hacía tantos meses atrás, y comprendió que la pobre elfa debía creerse sin trabajo. La tomó por el brazo delicadamente cuando pasó a su lado- yo no he visto nada, pero ten más cuidado la próxima vez- dijo mirando a su hermano a los ojos en una clara amenaza.

-Hannon le, haryon nîn- respondió la muchacha suspirando aliviada; luego salió del cuarto y cerró la puerta dejando a los dos príncipes viéndose a la cara.

-¿sabes por que te amo tanto hermanito?- preguntó Evsän tentativamente mientras se aproximaba al menor.

-porque mantengo la boca cerrada, Evsän dime que no juegas con ella- casi le rogó; sabía que los elfos no solían hacer esas cosas, no al menos luego de enamorarse como idiotas al encontrar a su alma gemela, pero de su hermano podía esperar cualquier cosa- porque si alguien te descubre a ti no te ocurrirá nada pero ella perderá el empleo, incluso podría perder la vida.

Gélidos latidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora