CAPÍTULO 2 - Volar

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El día transcurría como otro más mientras cada uno hacía sus quehaceres y arreglaban sus problemas personales como Piti y Vilma, que habían vuelto a discutir a sabiendas de que uno no puede estar sin el otro. Piti cabizbajo se aproximaba a su camarote para tumbarse en su cama con las manos detrás de la cabeza parándose a pensar dónde estará el secreto de llevarse bien de una vez con Vilma y no tener que dejar que su orgullo gane siempre a la razón. Él la quería y al niño que estaba creciendo lenta e inevitablemente en su vientre también, solo porque era de ella. Estaba convencido de que iba a ser un buen padre y le intentaría dar lo mejor a ese pequeño, al igual que a su madre. La desconfianza y la frialdad de Vilma tenían razones de peso pero hay que saber perdonar y perdonarse a uno mismo, no podía seguir echando de su vida a gente que no se lo merecía.

El capitán junto a De la Cuadra estaba en el puente de mandos alerta de cualquier contratiempo, no podía fiarse un segundo y dejar el rumbo a cargo del barco. Hoy es un iceberg y mañana quién sabe...
- Bueno, ¿y tú con la doctora, qué? - Decía con total naturalidad De la Cuadra apoyando su mano izquierda sobre el mapamundi que ocupaba casi toda la mesa central.
- ¿Qué de qué, Julián? Somos amigos... Por no decir compañeros. Además, que yo no estoy para amores, ni que tuviéramos quince años para andar de tonteos por ahí.
- ¡Anda! ¿Y quién dice que solo se busca el amor con quince? Sabrás mucho sobre barcos y mares pero de amores...
- Tú entiendes más, ¿no? Por eso dejaste a tu mujer embarazada tirada, no conociste a tu hijo hasta que fue él a buscarte, porque entiendes más.

A pesar de que las palabras de Julián no querían molestar recibieron una mala respuesta de su amigo, no se atrevió a contestarle, no tenía argumentos y era verdad la respuesta del contrario pero sintió dolor quizá porque venía de un amigo o porque se había concienciado de que había cometido un error. La relación con Ulises cada día iba a mejor, se entendían bastante bien ya que varios rasgos personales los había heredado su hijo, empezaban a hacer vida familiar, a contarse las cosas; problemas, batallitas, recuerdos.

Julián sin articular palabra salió del puente de mandos con impotencia y tristeza en la mirada a la vez que Ricardo cerraba sus ojos respirando hondo, se había dado cuenta de que él mismo tampoco dijo sus mejores palabras.

En enfermería se podía ver a una Julia radiante pensando en qué se iba a poner esa noche, realmente estaba ilusionada pero no se paraba a pensar que todo iba demasiado rápido y que las prisas son malas pero solo quería disfrutar y aprovechar lo que estaba ocurriendo, entre otras cosas el amor hace que se alegre un poco la amarga situación de la nueva vida de todos. Un toc-toc despierta a la doctora de sus pensamientos y se gira de cara a la puerta acomodándose el pelo, dando permiso a quien esté detrás de la puerta a entrar. Ainhoa asoma la cabeza sonriente por un hueco entre la puerta y el tabique hasta abrirla en unos segundos completamente. Lo primero que a la joven le llama la atención es la sonrisa delatante de la otra, era muy risueña pero esa sonrisa pocas veces se había visto.

- Venía a por una pastilla para los mareos, parece que aún no me acabo de acostumbrar a vivir sobre olas. Pero a ti parece que te ha sentado de maravilla...

- Sí, hay mucha demanda de biodramina, es normal. - Alcanza un bote de su estantería y saca dicha pastilla para dársela.

- Gracias. Y... ¿ahora me contarás el secreto de esa felicidad?

- Ay, es que me da mucha vergüenza. - Se lleva una mano a la frente tomando protagonismo su risa nerviosa y su labio inferior mordido. Para comenzar su explicación mira al suelo y a Ainhoa alternando. - Verás... Parece que lo de Ulises y yo va en serio y hemos quedado esta noche para cenar, yo sé que soy mayor que él pero ningún chico de mi edad me ha hecho sentir lo que él.

La sonrisa de Ainhoa se fue desvaneciendo conforme iba escuchando. Ulises y ella tenían sus piques pero le tenía como un chico gracioso, a veces amable, noble y con fácil capacidad de hacer feliz. En cierto modo la molestó. Ella estaba con Gamboa. Ella intentaba convencerse de que Gamboa no era un hombre pasajero. A Gamboa no le conoce mucho pero a Ulises tampoco.

- Pues me alegro, a todos nos viene bien tener un motivo por el que pensar que al final esto no es tan malo. Espero que os vaya muy bien, de verdad.

- Muchas gracias, espero que sea así porque me gusta... De verdad. ¿Y tú con Gamboa qué tal?

- Bien, muy bien, esta noche también nosotros hemos quedado para cenar y tomar algo después en el club. Aunque mi padre esté en contra al menos ya puedo estar con él en público. - Sonríe poniéndose un mechón de pelo detrás de la oreja en modo coqueto. Por lo menos estos detalles hacían a Ainhoa feliz y que no se replanteara tantas ideas. Llaman a la puerta y es Palomares, se ha hecho un corte en la mano cuando ayudaba a Salomé a preparar la comida. Ainhoa se despide de Julia caminando hacia la puerta y le sonríe a Palomares haciendo un comentario bromista sobre su corte, ambos ríen.

Poco a poco llega la hora de comer y la mitad de los tripulantes escogen el primer turno y a la una están entrando al comedor, cogiendo su bandeja y yendo a la mesa con sus compañeros.

Salomé iba repartiendo la comida con su amable sonrisa que llevaba por ley y dando las buenas tardes a cada uno de los marines. A esto llegan Burbuja y Valeria corriendo a grandes pasos notorios, estaban compitiendo por quién corría más rápido, Valeria, Burbuja se había dejado ganar y ella canta la victoria con saltitos.

- Os tengo dicho que por el barco no se corre, un día os váis a caer y vamos a tener un disgusto. Coged una bandeja y poneos a comer.
- Va-Vale Salo. - Burbuja asentía con la cabeza y tomaba una bandeja, se dirige a una mesa para comer mientras Valeria iba a la mesa de su padre, De la Cuadra, Julia y Gamboa.

- Esta noche tengo que pedirle permiso para cenar con su hija, capitán. Ya sabe, una cita.
- Mira, Gamboa, no me haces nada de gracia y como te pases con Ainhoa un pelo vamos a tener que hablar muy seriamente.
- Yo no voy a hacer nada que su hija no quiera. Ya tiene una edad, los hijos vuelan, tiene que entenderlo.
- Ya me encargaré yo de que no vuele con quien no deba.
- Ricardo, ¿siguió emitiendo señales ese barco fantasma? - Julián cambió de tema para volver a neutralizar el ambiente que se estaba pasando de castaño a oscuro.
- Por un momento dejó de emitir señales y perdí de vista las coordenadas y apareció en sentido contrario. No sé si es una señal perdida o que el radar se ha vuelto loco.
- Tenemos que ir a buscar ese maldito barco.
- ¿Y dónde lo buscamos, Julián? ¿En dirección a Torremolinos? Sería una locura.
- Pues habrá que hacer algo con ese barco, ¿no? ¿O esperamos a que la marea lo ponga en nuestras narices? Puede haber gente viva ahí, pueden saber algo de todo esto. Hacemos una media de las coordenadas por las que ha estado y cogemos una lancha y nos vamos. - Las palabras de Julián hicieron que Ricardo se planteara la posibilidad de seguir las instrucciones de su amigo así que nada más acabar de comer se fueron a estudiar el plan al puente de mandos. Levantan la mirada a la cristalera que conducía a cubierta y observan sorprendidos.

- Pero qué coj...

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