CAPÍTULO 5 - Aceptamos el amor que creemos merecer

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Ulises, de cara al techo, acaricia el brazo izquierdo de Ainhoa con el pulgar, recorriendo poca zona de este apretando los labios mientras ella a su lado solloza un poco más tranquila al estar en sus brazos.

- Aceptamos el amor que creemos merecer, - argumenta con un tono suave y sereno de voz -, y a veces no nos damos cuenta de que merecemos algo mejor.

Ainhoa acompaña el silencio con unas palabras mudas que no consigue que salgan, se quedan al ras de sus labios debido a la probabilidad de decir algo que no deba; realmente pensaba que Julia tenía la mayor suerte del mundo por tener a un hombre que cuidase de ella y la hiciera sentir especial, tenía suerte de ¿tener a Ulises en concreto?

Cuando Ainhoa se quedó dormida plácidamente, Ulises se levantó de la cama, la arropó, acarició ligeramente su flequillo echándolo hacia un lado y en la puerta, antes de partir, la miró por última vez exhalando un largo suspiro cargado de segundas razones.

07:00 h.

Nuevo día en el Estrella Polar, varios despertadores sonaban a la par y la mayoría eran apagados con recelo deseando que les hubiera concedido media hora más.
Los tripulantes cogen su ropa y se dirigen a las duchas para comenzar la mañana, otros primero van al comedor, y los más dormilones abrazan a la almohada un rato más.

En el puente de mandos ya estaban Ricardo y de la Cuadra.

- ¿Qué habéis encontrado? - irrumpe Julia en la sala un poco sobresaltada acomodándose el pelo.

- Esa gente volaba a Cancún, intentaban contactar con la central de aviones en el momento en el que el avión se quedó sin combustible. También hemos encontrado al inicio de la grabación que ellos estaban sobrevolando cuando todo esto pasó...

- Lo describen como una puñetera explosión de La Tierra que ha hecho desaparecer todo. - añade Julián en un tono serio, con las cejas arrugadas.

Más tarde, en el comedor se encuentran Piti y Vilma, ya por fin reconciliados vuelven a estar en paz, hasta la siguiente broma de mal gusto de Piti, claro.
En el fondo, Vilma sabía que el padre de su "kiwi" le iba a cuidar como a su vida.

Clase de supervivencia, con el profesor E. Gamboa. Ainhoa tiene que asistir obligatoriamente aunque es la última cosa que haría porque quisiera.
Entra junto a Vilma, Estela, Piti y Ramiro, sin dedicarle una triste mirada a su profesor-novio-amigo.
Se sienta en su pupitre y saca el material, Gamboa intenta cruzar la mirada con ella varias veces, sin éxito.
La clase de hoy era la supervivencia ante picaduras, una clase tan fácil para Ainhoa que se pone a dibujar en el cuaderno, aunque también puede ser debido al enfado.

Cuando acaba la clase, los alumnos salen despidiéndose y Ainhoa se apresura para no salir la última, aún así no impide que Gamboa quiera hablar con ella.

- Señorita Montero, necesito hablar con ella, serán cinco minutos.

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