La aurora estaba deshaciendo la densa neblina que se había apoderado de todo el lugar. Ya no se veía resplandecer ninguna gema. Pero lo que se divisaba a lo lejos, en el horizonte, a donde se dirigía el río, hizo saltar de la emoción a Jaz, quien empezó a hacer de todo para despertar a Deny, quien parecía soñar con algo tan hermoso, que no quería ponerle fin.
—Vamos Deny, despierta. Mira hacia allá. Es maravilloso. Despierta dormilona. No podemos perder tiempo.
—Ya, ya. Solo 5 minutos más —respondía ella entredormida, y luego para si misma—. Esta es la pieza más hermosa de la noche, ha sido un gusto bailar contigo, Rue.
—¿Rue? ¿Quién es Rue? —preguntó Jaz, molesto —. Vamos despierta ya, que tenemos que irnos pronto.
Deny abrió sus ojos asustada y a la vez triste, como un niño a quien le arrebatan de pronto su juguete favorito, y de inmediato pasa de la tristeza al enfado.
—¿Qué te pasa Jaz, porqué me despiertas así? Estaba teniendo un buen sueño y me lo echaste a perder.
—Sí claro, con alguien especial, supongo.
—Era contigo tonto.
—Pues yo no me llamo Rue, a menos que me hayas cambiado el nombre. ¿Conoces a alguien llamado Rue?
Deny se puso nerviosa, y no pudo contestar de inmediato. No supo que hacer, si evadir o contestar. Pero Jaz era importante para ella, no podía hacer silencio ante él. Tenía que explicarle, de alguna forma, lo que recién había pasado.
—No conozco a nadie llamado Rue —dijo, tartamudeando y luego continuó —. Pero en efecto, el sueño era como un cuento, donde teníamos nombres diferentes, por ser príncipes de un reino. Tú eras Rue, pero prefiero tu nombre, es más bonito, mi querido Jaz.
Para variar, las explicaciones de Deny siempre cumplían su función: calmarlo y hacerlo confiar en ella. Queriendo asumir la situación como un tema sin importancia, explicó a Deny la razón por la que la había despertado.
—Es momento de irnos, no hay que perder tiempo. Mira hacia allá.
Deny miró hacia el horizonte y vio que se extendía ante sus ojos un hermoso mar. El río terminaba su curso desembocando en él. Las aguas a lo lejos, hacían ver un cielo en la tierra como si este hubiese bajado ante ellos.
—Es hermoso —dijo Deny, pero sin el mismo asombro que Jaz.
—Pues bien, atrás de nosotros ha salido el sol. Si seguimos el curso del río llegaremos hasta el mar, y si lo hacemos antes de que finalice el día, podremos ver una puesta de sol desde la playa. ¿No te parece grandioso?
—Wow, Jaz. Pensé que yo era la que te iba a dirigir en esta aventura siempre y que sería yo la que te sorprendería. Veo que se te hace fácil tomar la iniciativa. Y creo que eso me gusta más. Vámonos entonces.
Descendieron, pues, por el risco que se levantaba al lado del río y empezaron a recorrer la ruta que se habían propuesto. No hubo momento para descansar, fue una ardua jornada en la que no se detuvieron si quiera a refrescarse en el río. Además, ya sabemos las razones por las que Jaz no quería saber de ríos ni cascadas ni en pintura. Eso no molestaba para nada a Deny, que al verlo a los ojos se sentía con el remordimiento de ser la culpable de que Jaz fuera perdiendo el color verde en sus ojos, que ahora eran casi la mitad de grises, aún con la experiencia de haber contemplado el valle lleno de esmeraldas. Aunque ella fuera jadeante, como lo había mencionado antes, por su facilidad para cansarse, no quería que Jaz se viera el reflejo de su rostro. Mientras caminaban, Jaz, que iba por delante y con más prisa, quiso preguntar algo a Deny, no sin antes explicar el motivo de su pregunta.
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Gema, en busca de la plenitud
SpiritualEn una cultura de descarte, donde lo que ya no sirve se tira a la basura, corremos el riesgo de que el amor pierda su esencia y su valor. El joven de hoy no escatima para poner en juego su corazón y exponerlo a múltiples heridas. Hay quienes cuidan...